Nepal-Tibet. Capítulo 4: Panorama para rezar
Cantó el muecín. Sin haber amanecido. Maldita sea. El hotel Flora estaba junto a la única mezquita en kilómetros y kilómetros a la redonda. Los inesperados alaridos (ala-ridos :D) del muecín a las n de la mañana, mezclados con el sueño desviado que teníamos hicieron que nos despertáramos bastante pronto. En cualquier caso teníamos cita con Tapón muy pronto, había muchas cosas que ver. Tras un desayuno a base de scrambled eggs, té y tostadas fuimos al encuentro de Gyatso. Llovía. Yo me sentía cómodo con la lluvia, confiado en que estos días íbamos a estar como reyes, yendo de puerta a puerta siempre en la furgoneta, mojándonos poco… Cuando nos encontramos a Gyatso, el driver no estaba. Salimos a la calle, bajo la lluvia y tras andar un rato pregunté, y Tapón me dijo que como no íbamos lejos, íbamos andando. Joder, buen comienzo de día: despertar a las n de la madrugada y caminar bajo la lluvia.
Nuestro primer destino era el templo de Jhokhang (pronunciado Chokan o algo así). El templo de Jhokhang es bastante importante para el budismo, uno de los centros de peregrinación, al parecer. Está en el centro del barrio tibetano de Lhasa, el auténtico. Conforme nos acercábamos empezamos a percibir el olor a incienso, y a ver cada vez más puestitos de venta ambulante, cerrados aún. Al llegar vimos que el templo aún no se había abierto al público, así que tuvimos que esperar en la puerta. Durante la espera vimos a unos señores vestidos escasamente con una túnica, que llevaban unas planchas en las manos. Chocaban las planchas y se tiraban al suelo en plancha apoyándose en las planchas. Todo esto una vez por oración. Así, iban avanzando y circundando el edificio, que era bastante grande. Tapón nos explicó que era una forma de rezar bastante entregada y que él se había hecho la vuelta a la plaza más de una vez.
También había miles de viejos con cachirulos giratorios (el budismo es una religión de girar!), y unos incensarios gigantes donde la gente echaba incienso (y otras porquerías).
POr fin conseguimos entrar al templo. 2 sensaciones nos invadieron: esto está petadísimo, y huele a saco a mantequilla. Entre peregrinos, para los que Jhokhang es un templo muy importante, y turistas chinos (que son una maldita legión), el templo estaba a reventar, aunque nosotros hicimos otro circuito diferente del de los creyentes, y menos petao. El olor a mantequilla se explicaba porque allí queman mantequilla de yak en vez de cera para las velas. Y como tienen pocas velas… Además, los fieles llevan bloques de mantequilla para alimentar las velas, así que estás rodeado de mantequilla ardiendo y gente que lleva bloques de mantequilla.
A medida que veíamos las capillas y los gigantescos budas dorados que había en la parte interior del templo (de la que no se podían hacer fotos sin pagar), Tapón nos iba explicando el budismo como buenamente podía. No vamos a profundizar en ello, que para eso está wikipedia. También nos explicaba otras cosas que no están en wikipedia, sobre la ocupación china, como por ejemplo, que los guías tienen un tiempo fijo para ver cada templo (en este caso creo que eran 20 minutos), tras lo cual si no han salido les quitan la licencia de guía, lo cual es un gran hijo de madera. También nos explicó por qué demonios había dinero por todas partes. Había dinero en todas las rendijas del templo, pegado a las paredes (sí, con mantequilla!!), en el suelo… Esto sería lo normal ya en todos los demás templos que vimos. Al parecer los budistas ofrecen dinero a los budas, si no entendí mal al buda del futuro (ya que hay 3… bueno en realidad hay más, nunca conseguí entender cuántos budas había realmente), para conseguir buena suerte. En realidad ese dinero lo recogen los monjes, lo recaudan, y se lo dan al gobierno chino. Después el gobierno chino les pasa una pensión y hace el mantenimiento de los templos, etc. Era bastante habitual ver a monjes contando pasta, enormes fardos de pasta. Entre comer, contar pasta, asistir a ceremonias, pasear… a veces daba la sensación de que hacían de todo menos orar y conocerse a sí mismos. Pero supongo que sólo sería una sensación :D
Tras ver la parte interior del templo nos sacaron a los claustros superiores, que eran a cielo abierto, donde sí se podía hacer fotos, y donde los malditos chinos maleducados se metían en tu foto, o te gritaban por estar en un sitio en el que ellos pretendían hacer una foto.
Al salir del templo Tapón nos llevó rápidamente al palacio de Potala, nuestro segundo checkpoint. Ahora sí nos llevaron en furgoneta, aunque ya no llovía. El palacio de Potala era lo más gordo que íbamos a ver.
Es la residencia del Dalai Lama cuando no está exiliado y cuenta con 1000 habitaciones, 10.000 capillas, 200.000 estatuas, y muchos otros datos técnicos que también se pueden encontrar en wikipedia. En Potala nos costó terriblemente subir las escaleras, no hay que olvidar que sólo era nuestro segundo día a 3500 metros. Pero fuimos haciéndonos titanes.
Al llegar al interior, vimos algo parecido al templo anterior, pero multiplicado por mucho. Todo era más grande, y estaba más limpio, pero realmente era lo mismo: capillas llenas de budas del pasado presente y futuro, velas, fieles, dinero por el suelo. Lo que sí encontramos diferente fueron los diversos aposentos del Dalai Lama, donde se veía bastante riqueza en los decorados.
Una vez más, no hicimos fotos en el interior, y es inútil intentar describir la inmensa cantidad de detalles que pudimos ver entre tanta estatua, columna roja y techo dorado. Lo que sí nos llamó la atención es que en varios sitios había escaleras divididas en 3 hileras. La de la izquierda para subir, la de la derecha para bajar. La del medio era para uso exclusivo del Dalai Lama. El Dalai Lama debe de estar en forma si suele subir todas esas escaleras cada día…
Después de Potala, y esperar un buen rato al driver, pues no se había entendido bien con Tapón, nos llevaron a comer, a otro sitio supuestamente especializado en yak.
Aunque la comida no fue tan buena, nos sacaron unas patatas con curry que entraron directamente en el top ten de comidas del viaje para no volver a salir.
Por la tarde Tapón nos llevó a Norbuglinka, la residencia de verano del Dalai Lama, un enorme conjunto de palacios y templos con jardines que vimos bastante rápido, pero del que quedaron algunas fotos como testimonio de su esplendor, sus colores y sus flores y jardines.
Al acabar la visita, Tapón nos preguntó qué queríamos hacer. LE dijimos que queríamos comprar cosas, y que nos llevara al sitio de compras así típico. Pero no le entraba en la cabeza, el decía que le teníamos disponible para ir a donde quisiéramos y no le entraba en la cabeza que quisiéramos perder la tarde de compras. Al final, nos llevó al museo tibetano, PARTE DE ATRÁS!, donde había una megatienda con las mismas baratijas que había en los puestitos callejeros pero mucho más caras, y un enjambre de dependientas que venían de dos en dos o de tres en tres a atacarte. Salimos despavoridos de allí, y Gyatso se picó! Dijo que habíamos pasado poco tiempo! y que qué íbamos a hacer ahora! Estaba realmente picado. Y nos preguntó qué hacíamos ahora. LE dijimos que preferíamos ir por libre y tras una pequeña diatriba conseguimos convencerle, pero se quedó bastante a cara perro. Para compensar, quedamos con él en que viniera a las 8 a recogernos al hotel y nos llevara a cenar a un sitio molón. Pareció estar de acuerdo y nos soltó en la parte vieja, donde el templo de Jhokhang, que curiosamente también es el centro comercial, es el mercado de Barkhor. Compramos todo tipo de chusta: molinillos giradores, budas, máscaras, collares, pendientes, pulseras, incienso…
Y volvimos al hotel, donde iba a venir Tapón a buscarnos. Tapón no apareció a las 8. Tampoco a las 8.15. A las 8.30 empezó a ser raro. A las 8.45 estábamos más preocupados. Dónde demonios estás tapón. A las 9 empezamos a gestionar con la encargada del hotel algo para encontrarlo. Llamarle de alguna manera. La tía era una crack y buscó entre las compañías, alguna que conociera a Tapón y tuviera su número. Finalmente lo conseguimos y hablamos con él.. Se había olvidado de nosotros! pero cómo puede ser! maldito Tapón!…
Así que quedamos para el día siguiente y nos fuimos a cenar al mismo sitio que el día anterior, con la misma batalla lingüística, y la misma cena de mierda. En algún momento nos encontramos con las chicas valencianas, que nos dijeron que sería una buena idea ir a hacer fotos por la noche al palacio de Potala y su superiluminación. Que ellas lo iban a hacer. Así que de motivada decidimos ir. Como estaba un poco lejos, fuimos en 2 ricksaws. El pobre que llevó el ricksaw de 3 se lo curró bastante, pero no lo suficiente para una propina. Al llega a Potala descubrimos que estaba apagado. Que nunca lo iban a encender. Que sólo era para días especiales… Maldita sea… 20 yuanes por el retrete. Se puso a llover, como no podía ser de otra manera. Lloviendo, a 3 km del hotel, 11 de la noche. Empezamos a intentar coger un taxi, ya que con la lluvia era mejor que el ricksaw. Los taxis pasaban de nosotros y cuando conseguimos parar uno nos dijo que no nos llevaba al sitio que íbamos. Otros nos decían que siendo 5 no podía ser… joder con la rigidez tibetana… no habéis aprendido nada de los vecinos nepalís??
ASí que volvimos en ricksaw, pero esta vez, el driver que nos tocó a Iñigorkha y a mí resultó ser mala gente. El tipo nos metió por un camino que no conocíamos así que le dijimos que no fuera por ahí, que le indicábamos el camino nosotros. El tipo se picó, desconfiaba de nosotros, y nos decía que por ahí no era. Al final, después de 20 o 30 minutos llegamos, con el driver enfurecido por que al parecer le habíamos hecho dar una vuelta tremenda. Pero qué íbamos a hacer? cómo podíamos estar seguros de que la dirección que le habíamos dado la había entendido? En fin, que nos exigió el doble de lo que habíamos pactado. 20 yuanes. 2 euros. Iñigorkha se puso muy terco de que no lo íbamos a pagar, al principio yo también, pero el driver se puso bastante violento. Cuando vio que Iñigorkha se metía en el hotel, se puso en mi camino y no me dejó pasar. Yo intenté colarme, pero el tipo me empujaba y me amenazaba. Podíamos haber intentado algo mejor, pero la verdad es que no quería que el tipo se pusiera peor así que le di los condenados 20 yuanes. A Iñigorkha le pareció mal. Y tiene razón. No es una buena política ceder a esta gente, pero bueno… para uno que nos tocó chungo…
Así que nos fuimos a dormir, desasosegados, y con la perspectiva de otra noche de ronquidos de Tse-dhano.
4 comentarios sobre “Nepal-Tibet. Capítulo 4: Panorama para rezar”
Joe, pero si os vais a poner duros mejor poneros duros juntos no? Un poco mal plan el quedarte tirado ahí en el coche. En este caso también os entiendo, a las buenas no importa dar dinero de más, pero a las malas un sólo céntimo sabe mal.
Oye, de todos modos a ver si pones más fotos de Bayustar, que se prodigan poco!
Creo que voy a ver si encuentro algo de Yak en alguna tienda de importación…
Nah, no me quedé tirado, es que iñigo atravesó la puerta y yo no, y el se puso en el vano de la puerta… pero bueno… 2 aurelios.
es bayupur, y pronto pondre.
y la carne de yak… no compres mucha. esta buena. pero cansa.
jajaja amigos no entiendo un cano
???