Nepal-Tibet. Capítulo 3: From Lhasa with love

Nepal-Tibet. Capítulo 3: From Lhasa with love

Ni vimos amanecer. El tercer día ya volábamos a Lhasa, capital de Tibet, sin haber visto casi Kathmandu. El vuelo era a las 9, pero las extremas medidas de seguridad nepalíes nos hicieron estar en el aeropuerto a las 6.15. Dil Pahari nos llevó al aeropuerto, como no podía ser de otra manera. Control de pasaporte. Control de equipajes con rayos X, supuestamente. Después te cacheaban a fondo. Después facturación (vuelta a comprobar el pasaporte). Después control de inmigración, rellenando papelitos y sellando visado, y control de pasaporte. Después un control… de rayos X!! Arco de metales. Nuevo cacheo. Tras pasar el control de rayos X, unos tipos registraban a fondo el equipaje de mano, metiéndole mano (después de pasar por dos controles de rayos X, que se antojan un poco inefectivos, si después hay que hacer una revisión manual). Entonces sellan el equipaje para que en el posterior control se sepa que se ha chequeado. Otro control de pasaportes. Después sala de espera. Parece que no hay más controles. Espera no! Cuando te llaman a embarcar, en la puerta de embarque vuelven a cachearte!!!! Y control de pasaportes!!!! Dios! Igual he falsificado mi identidad en los últimos 20 metros de aeropuerto! De mofa! Parece que no se fían de sus compañeros! Por último, como volábamos con Air China, compañía insegura según Iñigorkha, para el que todas las compañías son peligrosísimas, hacían una revisión de olores con un oloroscopio!!! No es como el del profesor Farnsworth, pero casi. Te ponen en fila militarmente y pasan unos algodoncillos por tu mochila, que después meten a una máquina que analiza olores. A esas alturas mi mochila sólo podía oler a manos nepalíes, que la habían estado manoseando toda la mañana.

Sagarmatha desde el aire

Durante el vuelo pudimos ver dos cosas: iñigorkha inmunizándose a las drogas y pasándolas canutas, y la cumbre del Everest asomando entre las nubes. De todo tenemos fotos.

Iñigorkha bajo los efectos de las benzodiazepinas

El aterrizaje en Lhasa nos sorprendió por varias cosas. Por un lado, pensábamos que la altitud nos ahogaría y aplastaría nuestros pulmones, pero la realidad es que todos nos encontramos tremendamente bien. De momento. Por otro lado, el aeropuerto parecía el de una gran ciudad civilizada, no era un cutreaeródromo como el de Katmandú. Y la frontera china fue un ejemplo de agilidad y eficiencia: Nos comprobaron el pasaporte y el visado una vez! Y con eso fue suficiente! Salimos de allí relativamente rápido y fuimos a por las mochilas, donde nos encontramos con un grupo de 4 valencianas médicos todas ellas, que iban a hacer el mismo viaje que nosotros. Excelente, nos íbamos a encontrar casi todos los días con unas tipas que nos podían salvar la vida, y que sin duda llevarían un botiquín importante. Además eran muy simpáticas. Pero el botiquín cuenta :D

Al salir de allí nos encontramos con Gyatso (o Kyatso o algo así, nunca vimos su nombre escrito). El que sería nuestro guía en Tibet era un chavalillo de 16 años con visera girada que se parecía terriblemente a Tapón, el chaval de Indiana Jones en el templo maldito.

[youtube=https://www.youtube.com/watch?v=i9jBiosg1x4&feature=related] (aquí aprendió nuestro guía lo que valía un peine)

De no ser porque no cuadraba por la edad, habría jurado que era el mismo. Tapón nos guió (para empezar su trabajo), hasta la furgoneta, donde esperaba el driver. Para dejarlo claro, el driver, a lo largo de los 10 días, acabó convirtiéndose en dios. La frase más recurrente era “in driver we trust”. El driver era un señor de 53 años, con la nariz gorda y rara, gesto afable y siempre sonriente, que hablaba 0 inglés, pero era un crack tremendo. Un tipo que siempre mantuvo la calma, que nos sacó de bastantes problemas, y que no tenía ningún tipo de complejo. Un tipo capaz de mantener a un bebé riéndose durante horas, y capaz de arreglar una válvula de paso de gasolina de una Toyota Hiace. Nunca supimos su nombre pero por lo que decían los guías, sonaba algo así como Sin-hielo.

Driver!

El primer sitio que visitamos fue un Buda en una pared, al que había que tirar unos pañuelos para dejarlos encajados en alguna pared. Por supuesto si fallabas era mala suerte. Nosotros no probamos porque éramos unos cutres que no teníamos el típico pañuelo.

Budas formados naturalmente en la roca

El buda, según ellos, estaba formado naturalmente en la piedra, con sus formas y demás, y sólo lo habían pintado. Es decir, nadie había tallado la forma de la nariz, boca, etc…

Hijo, nunca seas tan pantxito como estos spanish.

Tras una hora de camino llegamos a Lhasa, y nos sorprendió bastante lo gran ciudad que es, para lo que había sido hasta hace nada. Entramos en una especie de gran vía de Lhasa y durante unos cuantos kilómetros vimos como la ciudad se extendía por el valle.

Edificios estándar de Lhasa
Neones de comercios chinos

Algo que nos chocó bastante también fue la notable presencia policial, del ejército, de cámaras… Desde el 59, Tibet nunca se ha caracterizado por ser un sitio libre, pero al parecer desde la gracieta de los americanos en el campo base del Everest con su pancartita, la represión se había vuelto completamente leonina. El barrio antiguo de Lhasa, donde se concentra la población propiamente tibetana, además de los templos y centro espiritual estaba atestado de militares. Cada una de las bocas que entraban al barrio desde calles adyacentes tenía entre 4 y 8 militares fuertemente armados. Los tejados estaban llenos de militares vigilando desde la altura. No tenemos ningún testimonio de esto porque Tapón nos dijo que si nos veían tomar alguna foto nos quitarían la cámara y quién sabe qué más.

El barrio antiguo, con la auténtica vidilla tibetana (y con cuidado de que no haya militares cerca)

Quesito de yak, en ristra. Sólo en la parte vieja

Tapón nos preguntó qué queríamos hacer. La respuesta fue unánime: Comer carne de yak! Así que allí nos llevaron a un buen restaurante para comer Yak. Se llamaba noseque Yak Steakhouse, así que definitivamente tenía buena pinta. Menos Xhabitse, que pidió un set insatisfactorio, todos pedimos yak a la piedra, que se presentaba en la típica piedra caliente, pero además tenía cantos rodados calientes entre la carnet. Nos supo a gloria.

Qué hambre dan las drogas!

Por la tarde Tapón quiso ganarse su sueldo y llevarnos a sitios, pero al final le dimos esquinazo porque queríamos ir un poco por libre y ver la ciudad. Dejamos a Tse-dhano en el hotel Flora, nuestra base de operaciones, porque no se encontraba demasiado bien… la altura empezó a hacer mella en él. Y nos lanzamos a ver el Palacio de Potala, la residencia del Dalai Lama (cuando no está exiliado, como ahora), y el principal atractivo turístico de la ciudad.

Potala pawah

El palacio Potala es grande. Muy grande. Refleja, como en otras religiones, la pasta y la desproporción asociadas a los líderes espirituales. Pues allí echamos la tarde entre fotos a Potala, al lago, y a la plaza que había en frente, obra sin duda del gobierno popular, con sus característicos símbolos de poder, dominación y propaganda.

La foto de rigor con el monje. De fondo los símbolos propagandísticos chinos

Junto al palacio, origen de la ciudad, y centro religioso, había un moderno edificio con una pantalla gigante al más puro estilo Times Square. Tal es la ocupación china.

Potala y su lago
POtala para todos

Andamos de vuelta los casi 3 km que había hasta el hotel, y recogimos a Tse-dhano bastante cansados. Él no estaba mucho mejor. Salimos en busca de un restaurante pero no llegamos muy lejos. Cruzando la calle principal estaba el sitio. Un restaurante chino con decoración estridente y alegres camareras que cantaban y reían a cada paso, pero que no hablaban nada de inglés.

La carta estaba en inglés, pero las camareras no sabían inglés!

Tardamos 15 minutos en hacernos entender para hacer el pedido (y el té con leche de Xhabitse resultó no ser más que un vaso de leche), pero finalmente conseguimos la cena.

En Lhasa sí hay iluminación pública!

Después de aquello, fuimos a dormir. La noche a 3500 metros prometía ser divertida. Mañana Tapón nos recogía a las 9.

4 comentarios sobre “Nepal-Tibet. Capítulo 3: From Lhasa with love

  1. Jajaja, “Budas formados naturalmente en la roca” (detalle) xD.

    He tenido que buscar lo que es un yak, y he encontrado esto (para próximos incautos):
    https://hawksangersn2.unblog.fr/files/2008/02/yak.gif

    Por cierto, se me ha olvidado preguntarte en el anterior blog, no comistéis mono en el templo Budista de Katmandú? A qué saben todos estos animales? Yo he comido Oso y Ballena, pero tú con el Yak y el “mubin” del año pasado me ganas de calle! (ostia! y comiste ballena también!).

    Tengo ganas de saber más de Sin-Hielo!

  2. jejeje… no comimos mono… aunque yo creo que los budistas no tendran problema en comerselo siempre q recen por su alma primero. pero el año pasao comi muffin y ballena, y este año yak. el año que viene si dios quiere comeremos lo tipico del pais visitado: Godzilla

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