Nueva York para Calabacines – 11. Garitos ocultos

Nueva York para Calabacines – 11. Garitos ocultos

Era lunes, y volvía a tocar estar solo. Todo el día. Por la mañana salí un poco tarde (es lo que tiene escribir el blog en directo), pero me vino bien descansar un poco en casa. Bajé unos cuantos bloques hasta la calle Canal, donde en el East Side empieza más o menos Chinatown. Estuve recorriendo un ratillo esta mini ciudad china, que es tan china (con todo lo que ello implica) como otros sitios chinos en los que he estado. Desde la gente, nadie hablando inglés, hasta los mercados callejeros con frutas y bichos rarísimos, hasta los propios periódicos. Alguien trae periódicos frescos desde china todos los días :D

No le dediqué mucho tiempo a Chinatown, rápidamente llegué a la calle Eldridge, justo en la desembocadura del puente de Williamsburg, y allí encontré una pequeña joya de Manhattan que no muchos turistas conocen, la Sinagoga Museo de Eldridge. Este edificio destaca bastante por tener un estilo morisco entre todos los cutre-edificios de chinatown. Los lunes es gratis, y se puede hacer una visita guiada con un judío voluntario. A mí me tocó con uno de 200 años que andaba a duras penas, bastante majete y que entraba mucho en detalle.

La sinagoga al parecer es un edificio bastante singular, por haber sido aceptado por el gobierno como landmark nacional, pese a ser religioso. Les han puesto un montón de condiciones, claro, ya que en el país de “in god we trust” es impensable mezclar iglesia y estado. La sinagoga tiene abajo un sótano funcional que todavía da servicios. Arriba, es mucho mejor, tiene lo que en su día fue el centro de todo el movimiento judío de Nueva York en el siglo XIX, cuando los judíos estaban largándose de polonia y alrededores por las presiones de los rusos. Lo han restaurado completamente y en el lugar en el que había unas cutreventanas han puesto un gran rosetón azul con estrellitas (de 5 puntas, por la integración con América!!)  que es de calle lo más impresionante de la sinagoga y por lo que merece la pena ir. LA estrella central conserva las 6 puntas de David.

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Mel, el vejete que me explicó todo, me contó que la sinagoga fue levantada por blue collar workers, obreros, vaya, que se habían instalado en lo que ahora es chinatown. También contó que cuando hicieron los puentes para cruzar a Brooklyn y ahora se podía entrar en Manhattan en poquito tiempo, todos se largaron a Brooklyn en busca de un barrio mejor, ya que aquel barrio apestaba. Es curioso porque era un barrio que ellos mismos fundaron. Sobre los restos vacíos de aquel barrio mohoso se fundó Chinatown. Muy representativo también.

En fin, la sinagoga está muy bien,  y después de hora y media de charla con Mel, me subí de nuevo a casa a comer.

Por la tarde no tenía plan. Quería ver el barco museo que hay en el Hudson, pero al final me quedé medio sopa en la cama y para cuando me levanté era demasiado tarde, así que me fui a Central park a pasear, que todavía no lo tenía visto entero. Dos veces en NY y todavía no había visto el parque en condiciones. No hay mucho que se pueda decir de este super parque, todo el mundo lo conoce de las pelis (sobre todo de la jungla 3, cruzándolo en taxi!). Además del parque, pude ver y entrar en un Tesla Model S! Tenían uno expuesto en el centro comercial de Columbus Circle, y se sale.

Después bajé desde la 90 hasta la 2 en 45 minutos, apretando a saco, llegué a casa entre sudores. Ahí es cuando me dijo Irantzu que íbamos a ver otro garito oculto de la ley seca, pero este era un poco diferente del Backroom.

En la estación grand central, oculto, como los demás Speakeasy se encuentra el apartamento Campbell. En esta antigua oficina de un directivo de los ferrocarriles, el señor Campbell montaba sus fiestas de alcohol privadas para la jet set de NYC. Eso explica quizá que sea muchísimo más exclusivo (vestuario, gente..) y caro que el backroom y otros speakeasys. Pero molaba mucho. El camarero tenía un bigote exquisito. La selección musical era perfecta.

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Nos sacamos dos copas de vino. 14 dólares más tip cada una. Había que probar el famoso Zinfandel. Tampoco es para tanto.

Después de aquel vinazo nos fuimos a la cama. 28 pavos por dos vinos no dan para mucho más :D

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