Noruega, Capítulo 6: ultra-men
El día 6.
El día 6 era el día de los ultra-men.
Debíamos ir desde Sogndal hasta Jostedal, el GPS estimaba una hora, pero sin saberlo a ciencia cierta porque Jostedal no aparecía en el GPS. En Jostedal comenzaríamos nuestra ice-adventure con Ice Troll, una compañía que organiza viajes por el glaciar, sólo que en nuestro caso habíamos añadido kayak por un lago y trekking. Yo me había imaginado cruzar un laguito, remar durante 15 minutos, pero no; Karlstad me dijo que eran 2 horas de ir y 2 más de volver. Era un lago considerable. Después había un trekking de unos 40 minutos y luego hikear por el glaciar durante otra hora y media. Era un día de darlo todo. Además, tenía que hacer bueno, pero después de 5 días de buen tiempo, el día salió gris, con un poco de llovizna. Mal comienzo.
Había dos glaciares míticos para ver, Nigardsbreen y Tunsbergdalsbreen. Por lo visto agosto no es buena época para ver el primero, ya que está blando y peligroso (o algo así), así que íbamos a Tunsbergdalsbreen, a donde en principio no se podía ir con mal tiempo. Con esperanzas de que el viaje no se cancelara por el mal tiempo y con el otro glaciar como backup, partimos hacia Jostedal.
El camino a Jostedal era impresionante. Una carretera estrecha, a un lado el bosque más cerrado. Al otro lado, un río que bajaba del glaciar, verde y salvaje, cubierto constantemente de una capa de bruma. La bruma se acotaba únicamente al cauce del río, dándole un efecto misterioso y espectacular.


Cuando fuimos avanzando y el GPS empezó a perderse, nosotros dejamos de fijarnos tanto en el río y empezamos a pensar que estábamos perdidos.

Pero no, finalmente y tras preguntar a algún granjero, llegamos a Jostedal, donde encontramos un edificio que parecía que había reventado de dentro a fuera. La madera quemada y las vigas retorcidas daban la sensación de que había caído ahí un buen pepinazo que lo había mandado al guano. Karlstad lo identificó como Breheimsenteret, era el edificio que albergaba la casa del parque natural, y también a la compañía de hiking que habíamos contratado. Un edificio singular con el que había que hacerse fotos (y encontrarnos con el guía). Y estaba allí chamuscado. Qué bien.
Sin embargo conseguimos encontrar al guía en un edificio cercano que parecía un hotel. El guía era un tipo desarrapado con pelo largo y la nariz reventada. La compañía se llamaba ice-troll y yo estuve a punto de decir “éste debe de ser el troll”. Menos mal que no lo dije, porque segundos después nos saludó en castellano, y se presentó como Matías. Era argentino. Aparentemente bastante crack, hacía bromas constantes, la mayoría con poca gracia, pero bueno era un tipo divertido. Nos comentó que no cancelaban viajes por el tiempo a menos que la gente lo pidiera, así que si llovía durante nuestra travesía por el lago o el glaciar, simplemente nos mojaríamos. También nos explicó que al Breheimsenteret le había caído un rayo la semana anterior y se había quemado hasta las entrañas (como se puede ver aquí: https://www.firda.no/tv/article5685318.ece). El halo negro que nos (me) sigue a los viajes, de nuevo.
Así, le ayudamos a cargar crampones, remos, arneses, etc en su jeep y le seguimos hasta el lago. El lago era mucho más grande de lo que nos habíamos imaginado, al menos yo.
Era un gran embalse de agua verde-gris, del que no se veía el final. Por el camino, Matías nos contaba que íbamos a remar 7 km. Nos pusimos las botas húmedas, los “dispositivos de flotación” (según Matías “los chalecos no salvan vidas, sólo dios y sho”, así de fino hilaba el argentino), metimos las mochilas en los compartimentos de los kayaks, y a duras penas conseguimos entrar sin volcar. Al principio daba un poco de miedo: junto a la zona de embarcar había una pequeña presa con un salto de agua que quizá usaban para conseguir energía. Fuera así o no, el agua estaba revuelta y con corriente por la zona así que cuando Karlstad y yo hubimos montado en el primer kayak hubo unos momentos de tensión pensando que nos llevaba la corriente. Pero practicamos un poco el remo, bajamos el timón y ya estábamos ready to go.
Iñigorg y Xåbi no tardaron en embarcar

Parece que remar en un kayak es algo trivial, pero tiene su punto, que hay que pillar. La primera media hora es posible que yo no remara nada y todo el esfuerzo se lo comiera Karlstad. Yo mover el remo lo movía pero parece que hay una técnica. La cosa es que tras 7 km remados, Karlstad estaba cansado y yo no, así que probablemente yo estuve haciéndolo mal y él comiéndose el esfuerzo de llevarnos a los dos. A ratos intentábamos competir con Xåbi e Iñigorg, pero ellos iban todo tranquilos, mil veces más rápido, aparentemente sin esfuerzo, por lo que por lo visto lo hacían mejor. Además una buena parte Xåbi iba hablando de fútbol con el argentino, que increíblemente, no era excesivamente futbolero.


El agua del lago estaba dos grados, siempre según el inefable Matías. Yo llegué con la camiseta calada por mi ineptitud remadora y no tuve una hipotermia así que intuyo que no sería tan baja la temperatura. A nuestros lados dejábamos cascadas salvajes, islotes, y pequeños refugios. De vez en cuando pasaban lanchas con gente blanda a bordo que hacían olas y epificaban nuestra travesía (sí, me he inventado un verbo para hacerlo todo más grandioso). Aunque salimos con sol, de vez en cuando caían pequeños golpes de agua, breves, y que mojaban lo suficiente para que el constante viento del glaciar nos dejara helados. De pronto, quietud. Esto no era bueno. Ni una ola, ni un golpe de brisa. Una sombra se hacía cada vez más grande bajo nuestros kayaks.
El tentáculo pilló desprevenido a Iñigorg, que lo sacó del kayak como si fuera el relleno de una aceituna. Todo fue rápido, y pronto, el calamar gigante de los glaciares nos tenía subyugad….
ejem.
Tras dos horas remando contra el viento glaciar llegamos al otro extremo, con las manos amoratadas e insensibles, con la gran sensación de haber cruzado el lago, y con el reto del trekking y el hiking. Allí paramos para comer en una fría roca, donde Matías sólo se había traído un triste sandwich, por lo que le subalimentamos con nuestro chorizo horrible. Parece que estaba hambriento porque le supo a gloria.


Cuando terminamos de comer no tardamos en iniciar el trekking que nos llevaría al glaciar. El trekking discurría por el lateral del río del glaciar, entre charcas, rocas musgosas y resbaladizas, rocas afiladas cortadas por el hielo y el río que bajaba con ímpetu. No había ningún camino, íbamos simplemente saltando de roca en roca. Mientras, Matías nos explicaba cosas como que “ashá en la Argentina, es normal tener uno o dos cabashos” “pero tú tienes uno?” “si, sho… mi familia… tenemos cabashos…” bueno botes de humo diversos nos vendió. Pero el paisaje era espectacular.





Cuando por fin llegamos al glaciar cogimos los crampones y empezamos a recibir instrucciones completamente opuestas a las que el bueno de Gudjon nos había dado en Vatnajökull. ¿qué nos dijo el bueno de Gudjon? Pisad fuerte para clavar los crampones, os cansaréis más pero es más seguro. ¿qué nos dijo Matías? No piséis fuerte, pisad normalmente, que si no os cansáis.
G: los montoncitos de tierra no son tierra, son hielo que se ha quedado más duro porque no le da el sol gracias a la tierra, no los chutéis que os podéis hacer daño
M (tras chutar varios montoncitos de tierra): estos montones se forman por la erosión de la tierra y blablablabla…. (WTF)
G: si veis hielo azul se debe a que por la presión es hielo que tiene más densidad
M (sin que nadie preguntara sobre el hielo azul): Bueno, mucha gente me pregunta sobre el hielo azul, y esto es porque los rayos de luz, unos … los azules… eee, pues tienen más fuerza y entonces el hielo atrapa esa luz, y no la otra, y blablablabla
G: No podemos saber la profundidad de las grietas, sólo estimarla. En cualquier caso son peligrosas
M: Veis esa grieta? es fácil saber qué profundidad tiene. (tira una piedrilla por la grieta, escucha el supuesto sonido)… mmmm 10 metros! (nos miramos incómodos aguantando la risa)
G: vamos a hacer este recorrido. Empezaremos por aquí, iremos hasta allí (Carlos, stop walking on your toes like a model!!!!!!), y después volveremos por tal sitio.
M: vamos a ir hasta arriba que hay unas cuevas que bla blablabla, luego no sé por dónde volveremos, porque el hielo cambia cada día y es un laberinto (finalmente nada de cuevas).
Pero, después de todo, Matías fue el auténtico jefe que nos conquistó. Cuando más flaqueaban nuestras fuerzas de andar por el glaciar (clavando bien los crampones por si acaso), cuando se puso a llover en medio de aquella mole de hielo, cuando más fuerte azotaba el viento, de repente, va el tío y se saca UN TERMO CON CHOCOLATE CALIENTE!!!!!! Fue nuestro maldito héroe!


Allí, bajo la lluvia, sobre el hielo, contra el viento, sin ningún tipo de comodidad, me tomé uno de los chocolates más satisfactorios de mi vida. Un tipo que sabe cuidar de sus clientes. Después de aquello, hacer el mono en diferentes cuevas, agujeros azules y cavernas heladas fue algo trivial y divertido, y parecíamos un equipo de Al filo (en los vídeos al menos), y no un grupo de camaradas deportados a siberia.




Después de una hora haciendo el mono por el glaciar, iniciamos la vuelta empezando a darnos cuenta de que había bastante camino que desandar: glaciar, trekking, y otras dos horas de lago… Quién dijo vacaciones de sol y playa??…
Por el camino fuimos viendo como había pasos que habían desaparecido porque el entorno del glaciar es muy cambiante y con la lluvia se inundaban algunos ríos. Sin embargo la vuelta fue trivial, y nos enteramos de porqué Matías tenía la nariz reventada. Cosas de fiestas populares. También supimos que dedicaba 4 meses a ser guía en Noruega pero que en el verano del hemisferio sur se iba a Argentina donde también era guía en los Andes, y tenía unos cuantos 6000 a sus espaldas. En el fondo era bastante crack pero parecía que los glaciares no eran su jodido elemento, Donnie.
Después volvimos a remar los 7 km, pero se hicieron livianos, además, Karlstad y yo ganamos, y llegamos mucho antes que los demás, ya que aplicamos una férrea disciplina de remo (y yo remé..).

Cuando llegamos al inicio habíamos echado el día, y lo habíamos echado bien. Un día completo.


Cuando nos despedimos de Matías salimos hacia Lom, el que sería nuestro albergue para esta noche. No estaba muy lejos pero decidimos ir por una carretera “turística” en la que en teoría íbamos a ver alces. La carretera turística pronto se volvió camino de cabras lleno de caravanas gigantes y todoterrenos y más bien pocos alces.
Cuando llegamos a lo más alto de la carretera turística pudimos entender porqué era turística. Arriba, entre glaciares, lagos helados, y montes picudos serpenteaba la microcarretera. Las vistas eran excelentes

Cuando faltaban 15 km para llegar la carretera empezó a ser infernal. Habían quitado el asfalto para echarlo de nuevo y la carretera era gravilla, así que tardamos el doble en hacer este recorrido, no pasando nunca de 30km/h. Finalmente llegamos ya en noche cerrada a Lom, y nos metimos en el cámping más grande que habíamos visto, con incontables calles, cabañas y parcelas. Nuestra parcela era delux benelux como otras que habíamos tenido antes. Bien equipada, calentita, y con una habitación acogedora con las 4 literas juntas.
Cuando despertamos y fuimos a hacer la compra del día descubrimos que Lom no era una ciudad que tenía un camping, si no un camping que tenía una ciudad. El camping era inmenso y ocupaba la mayor parte del pueblo. Alrededor había un bar, una iglesia, una oficina de turismo. Pero el centro era el camping. Lom era uno de los sitios más bonitos que habíamos visto, un pueblo-camping entero de madera.
Pero eso es parte del capítulo 7
5 comentarios sobre “Noruega, Capítulo 6: ultra-men”
Ha merecido la pena la espera. Buenísimo el post. Me he partido la caja con Matias. Lo volveré a leer varias veces.
PD: ¿Como se rompió la tocha? No me acuerdo.
Hacía la oxtia que no entraba al blog, y voy y me encuentro esto…hijos de perrilla, que envidia me habeis dado!
Joder, la última foto es la ostia. Parecemos los putos amos en el fin del mundo.
o algo.. :D
Que largo se me está haciendo.