Noruega, Capítulo 5: los fríos fiordos
La noche en la cabaña podría haber sido excelsa, de no ser por las constantes locuras y movimientos nocturnos de Xåbi, incorporándose constantemente y hablando en sueños. En cualquier caso, fuimos a una gasolinera cercana a por zumo galletas y yogures y nos pegamos el que para nuestros estándares era un desayuno homenaje en el porche de la cabaña.
El plan del día era sencillo: Coger un ferry en Gudvangen para ver un fiordo espectacular que era patrimonio de la humanidad, recorrer un túnel gigante, y opcionalmente coger un tren con bonitas vistas. Después ir a Sogndal, donde dormiríamos.
Algo se tenía que torcer, y en efecto cuando llegamos al ferry de gudvangen nos encontramos con un ferry que sólo llevaba personas y que los que llevaban coches salían al cabo de 3 horas. Si íbamos sin coche luego tendríamos que volver a por él, pagando el ferry de vuelta, etc. Nos dieron una tercera solución que era ir al otro extremo del fiordo en coche y coger un ferry que viniera hasta Gudvangen, que salía en 30 minutos y sí que soportaba coches. Flåm, que es la ciudad al otro lado, y desde la que sale un mítico tren turístico estaba a unos 40 km, así que en principio, teníamos tiempo de sobra, aunque con las carreteras noruegas íbamos a andar un poco justos. La parte buena era que de camino íbamos a cruzar el Gudvangentunelen, un túnel de 25 km, el más largo de Noruega y que era un punto a visitar. El túnel era como un día sin pan, y cada 8 ó 9 km había un área iluminada bonita, supongo que para que la gente no se durmiera, aunque había gente que paraba a hacer fotos.
Aprovechamos el túnel para hacer unas cuantas fotos y poder hacer un timelapse de nuestro recorrido por el mismo:
Finalmente, con el tiempo bastante justo llegamos a Flåm, y conseguimos montar en el ferry que nos devolvería a Gudvangen, cruzando Nærøyfjord, un fiordo espectacular declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco. El fiordo, a diferencia de lo que habíamos visto tenía aguas verdes intensas y paredes enormes a los lados con cascadas y un reguero de casitas, casetas y chozas por las orillas
Y así durante algo más de una hora fuimos recorriendo lentamente el espectacular fiordo. Las gaviotas del fiordo parece que ya se conocían a los turistoides que suelen hacer estos recorridos y nos acompañaron flanqueando el barco durante todo el recorrido. La gente tiraba comida y la cogían al vuelo. En ocasiones hasta se acercaban a la mano de algún chino para comer directamente allí. Al final, las gaviotas eran más entretenimiento que el propio fiordo.
Cuando llegamos a Gudvangen sería medio día. Teníamos el resto del día para llegar a Sogndal, nuestro alojamiento para esta noche. Aunque quedaba bastante tiempo, Sogndal estaba a una tirada, y no con buenas carreteras, así que en realidad no nos sobraba demasiado tiempo. La razón por la que íbamos a Sogndal, algo que se alejaba un poco de nuestra ruta hacia el norte, era que al día siguiente queríamos hacer un trekking por un glaciar cercano.
En cualquier caso decidimos ir a comer un nuevo bocata de epic-chorizo en una visita a la Stavkirke de Borgund. Aunque había una stavkirke mucho más mítica cerca de Sogndal, había que coger un ferry para ir a verla, por lo que decidimos ver la de Borgund, que es una de las más grandes también, y ésta sería la última que íbamos a ver en el viaje.
Cuando llegamos a la zona, estaba llena de turistas. También había puestos de fresas locales; habría sido glorioso comer unas fresitas, pero la cartera no acompañaba, y la férrea gestión de Bayusson tampoco.
Fuimos a ver la stavkirke, que desde fuera era espectacular, pero no pudimos entrar porque la habían reconvertido en museo y había que pagar, así que nos conformamos con tirar fotos desde la barrera y ver el bonito cementerio que tenían montado junto a ella.
Comimos nuestros cutrebocatas en un banco, bajo un poco de lluvia que caía de vez en cuando, junto a un edificio museo que había al lado de la stavkirke, donde había un restaurante con grandes ventanales desde los que nos veía toda la gente que estaba comiendo caliente. Auténtica scum éramos.
Salimos hacia Sogndal experimentando de nuevo las divertidas carreteras noruegas, y parando cada vez que veíamos cascadas.
Por el camino tuvimos que coger varios de esos ferrys que eran continuación de la carrtera
CUando por fin llegamos a Sogndal sería media tarde. El albergue hi hostel tenía buena pinta pero comparado con nuestra cabaña anterior era escoria. En cualquier caso al día siguiente teníamos que madrugar así que tampoco importaba tanto. Al llegar no había nadie pero en cambio encontramos un campo de fútbol con un balón reventado, así que estuvimos echando unos toques hasta que por fin apareció el encargado.
El encargado era un tipo con pinta de surfer que nos atendió mojado y al que Karlstad no pudo evitar preguntarle sobre Lofoten. Luften, como decía el encargado, era un sitio desconocido, con legendarias playas de arena blanca, pero en el que no había estado él ni nadie. También le preguntamos sobre sitios para ir por la zona, pero todo los que nos dijo fue la stavkirke mítica, a la que había que ir en ferry, así que nos dio un poco de pereza. Sogndal estaba junto a un fiordo así que Xåbi y Karlstad se propusieron cumplir uno de los checkpoints del viaje: nadar en un fiordo. El encargado del hostel nos dijo que el agua estaba a 18-19 grados. Parecía un poco optimista esa temperatura, pero nos vendió el humo de la corriente del golfo y tiramos hacia el fiordo bañadores en mano.
El agua no parecía a 18-19 grados, parecía mucho más fría, así que ahí estuvieron pensándoselo Xåbi e Iñigorg. KArlstad lo descartó directamente.
Tras unos momentos de indecisión Xåbi se lanzó se dio una vuelta rápida y volvió. Iñigorg tardó algo menos en decidirse, aunque el grito que pegó al entrar fue bastante esclarecedor del frío que hacía.
Cuando Xåbi e Iñigorg se secaron, fuimos al centro de Sogndal a hacer unas compras para cenar esa noche y sobrevivir al glaciar al día siguiente. BArritas energéticas y demás. DEspués volvimos al albergue, donde a falta de televisión, nos dedicamos a hacer reservas de campings para algunos de los días que nos faltaban; después de cenar otro de nuestros bocatas mierder, nos fuimos pronto a la cama.
El día siguiente iba a ser el más duro de todo el viaje, había que descansar bien.
5 comentarios sobre “Noruega, Capítulo 5: los fríos fiordos”
Actualizacion ya!
ya vaaa ya vaaa, antes de que acabe la semana pongo la siguiente, q tiene mas miga!
Esto no es serio. Necesito droga.
se ha enquistao… trata de arrancarlo bayu, trata de arrancarlo!!!
hecho