Nepal y Tibet. Capítulo 10: El efecto tandori

Nepal y Tibet. Capítulo 10: El efecto tandori

Nyalam es un pueblo feo. Y nuestro hostal era muy cutre. Fue casi agradable largarse de allí. Volvíamos a Nepal tras nuestro periplo por Tibet. El día 10 vino a ser un entreacto en el viaje, que no supuso mucho más que viajar y comer (con mala suerte para algunos). La frontera de china con Nepal estaba, según nos dijo Tenzin a 30 km… pero tardamos más de 2 horas en llegar. La verdad es que el camino no lo ponía nada fácil, pero la sensación fue de haber hecho bastantes más kilómetros. EL camino a la frontera era un descenso vertiginoso hacia la selva. No quiero ni pensar lo que podría suponer para alguien hacer el camino a la inversa, como nos contaron aquellos catalanes, en Lhasa, hacía ya tanto tiempo. Qué locura. Menudo desnivel.

Camino de descenso
Selva

Entre medio del camino estaba Zhangmu, lugar en el que la mayoría de turistas duermen, y que es bastante más chachi que Nyalam. Zhangmu era un pueblo curioso: Al ser tan empinada la ladera en la que estaba construido, eran casas y casas y casas siempre junto a la carretera. Pudieron ser 4 ó 5 kilómetros de casas a ambos lados. Como la carretera iba serpenteando, las casas de la derecha se apilaban sobre las de la izquierda del tramo siguiente. Era una especie de ciudad colgante. Allí tuvimos un gran atasco ya que había como 200 jeeps, y una carretera ínfima. Nepali style.

De fondo se puede ver el arremolinado Zhangmu

Tras mucho camino, y seguir durante un buen rato a unos ciclistas que iban haciendo el mismo camino, pero en bici, llegamos a la aduana, donde nos encontramos con las chicas de Valencia. Ya estábamos tardando! Nos pusimos al día y nos despedimos de Tenzin y del crack del driver. LEs dimos una propina a ambos. Del driver no esperábamos nada, pero de TEnzin era lógico esperar que nos dijera que no a tanto dinero, después de todas las lecciones sobre budismo honrado que nos había dado. Pero el tío lo cogió sin dudar, ni se inmutó, casi como si lo estuviera esperando…

El puente sobre la frontera. A la derecha, china. A la izquierda, Nepal

Tras pasar los controles chinos, que no estuvieron exentos de humor, cuando los soldados metían sus manos hasta el fondo de las mochilas, para encontrarse con vaya usted a saber qué porquerías, ropa usada etc, nos dirigimos al control de fronteras nepalí. Mucho más bochornoso. El caos nepalí contrastaba con la ordenada frontera china unos metros más arriba.

Edificios de la frontera nepalí

En Nepal había que rellenar unos papeles, nadie proporcionaba bolis, y no existían colas, solo montones de gente apilada. DEspués de bastante tiempo conseguimos salir, y encontrarnos con nuestro nuevo guía y driver, cortesía de Dil Pahari. Si nos dijo su nombre, ha caído en el olvido. El calor y la humedad eran insufribles. Pues allí nos metieron en un patrol, todos apiñados. Parecía que estaba chupao.. pero quedaban 4 horas hasta katmandú!!! Fueron 4 horas durísimas, chupando polvo y humo de autobuses y camiones, esquivando ríos y desprendimientos, y oyendo la música del nuevo driver (un tipo gigante).

POr el camino paramos a comer en lo que sería el peor restaurante de carretera aquí… pero en Nepal. Uno se puede hacer una idea de cómo estaba esa comida. Aún así nos pusimos las botas (y así me fue). Comimos con las chicas de Valencia, que siempre iban cerca nuestro. Tras hacernos unas fotos en un puente colgante de los que hay por Nepal, seguimos el infernal camino hacia Katmandú.

Desde puentes como estos la peña hacía puenting..

Llegar a Katmandú fue un horror. Con la sudada espectacular, las ventanas abiertas, el tráfico y la ausencia de asfalto, nuestro coche era una nube de polvo y humo, y nosotros unos golems de polvo.-.. y humo.

Antes de ir al centro, nos llevaron a un centro del gobierno en el que Iñigorkha y yo tramitamos los permisos para el trekking por los Annapurnas. Pensando la pasta que pagamos por el trekking, y toda la gente que lo hace, nos da una idea de la pasta que se sacan por turismo esta gente. SI ya están jodidos de por sí, dónde estarían si no tuvieran turismo…

De allí nos llevaron al centro de Tamel, donde fuimos al hostal que habíamos reservado antes de ir al Tibet, ya que Asmita no tenía sitio. El tipo había sido muy majo el día que fuimos pero al volver se nos puso tonto. No nos quiso dar las habitaciones que habíamos pactado y terminamos durmiendo en dos habitaciones hiper rancias, con Iñigorkha y Xhabitse durmiendo en colchones de.. 40?? aquello no llegaba al medio metro de ancho. Aquello no llegaba a “colchón”. Tuvimos una pequeña discusión con el impresentable del pavo pero finalmente no tuvimos otra que quedarnos allí. Aprovechamos al menos la terraza que tenía el hostal, y estuvimos tomando unos chispazos que reanimaron a algunos.

Hicimos la enésima visita a Dil Pahari para gestionar nuestros futuros viajes, y decidimos ir a cenar. El sitio elegido: Doodle Bar.

Doodle bar y sus mil pisadas

Doodle bar es un restaurante de Tamel, al parecer muy visitado (aunque cuando fuimos nosotros no había ni quisqui), que tiene pies por todas las paredes con inscripciones. Muchos de los pies han sido dibujados por gente famosilla del alpinismo que se pasaba por aquí y dejaba su pisada antes de subir algún 8000.

El inicio de nuestro pie

Nosotros no podíamos ser menos y pedimos un pie, y 5 pizzas tandori. Mientras íbamos rellenando el pie la pizza tandori iba entrando y esparciendo su tumor. Aún recuerdo el sabor, la sensación de lleno, y todavía me provoca rechazo. La pizza tandori fue el golpe de gracia para mi tripa. El pie sin embargo quedó muy bien.

Todo tibet contado en un pie. Lo pusieron en una esquina en la que nadie lo verá jamás. Atención a los retratos en los dedos.

Después de tomar algo, nos fuimos al hostal, ya que había sido duro.

La noche del día 10 fue la más dura de la primera parte del viaje. La comida del restop y la pizza tandori acabaron conmigo. La fiebre llegó. Y la noche fue un calvario.

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