Nepal-Tibet. Capítulo 2: KTM Confidential
El amanecer nepalí es muy pronto. Demasiado. A las 5 de la mañana ya hay luz, y miles de personas hormiguean por la ciudad, abriendo comercios, haciendo colas, y empezando a saturar de tráfico las calles. Hoy tocaba levantarse pronto, había mucho que ver. A las 8.30 ya habíamos terminado el abundante y exquisito desayuno que nos preparó Asmita, a base de huevos, tostadas, té, y fruta. Salimos a buscar un taxi que nos llevara a nuestra primera parada, el templo de Swayanbhutinath, también conocido (o mejor dicho, únicamente conocido) como el templo de los monos. Los taxis de Kathmandu, y al parecer de todas las ciudades de Nepal, sólo son de un tipo: Suzuki Maruti, un minicoche en el que dos personas con equipaje van bastante apretadas. Pues allí nos metimos los 5, más el conductor.
Todo apuntaba a que el coche ni se iba a mover del sitio, sin embargo, no sólo arrancó, si no que el conductor lo llevaba sin problemas, apurando al máximo los espacios y entre bocinazos, al estilo nepalí. Vimos por el camino que era habitual ir 5 (o más) en un mismo taxi. Para ser conductor en Nepal hay que estar hecho de una pasta diferente; cada día que pasara iríamos descubriendo lo cracks que son los drivers de esta parte del mundo. El viaje en taxi fue divertido (sobre todo para Bayupur, que iba en el sitio de delante, sin perder la sensibilidad en las piernas y espalda), y además el driver puso la canción del mundial, que por lo visto triunfó en Nepal. Por fin llegamos al templo de los monos, pagamos al taxista 200 rupias y le prometimos otras 200 para volver si nos esperaba (más adelante descubriríamos lo exagerado que fue pagar 400 rupias por ese paseíto).
El templo de los monos no defraudaba. Según llegamos empezamos a ver monitos colgándose de las estatuas y representaciones de buda.
En la parte de abajo encontramos los rodillos de oración que luego encontraríamos en absolutamente todos los sitios con algo de influencia budista. Iñigorkha se lanzó a probarlos y recibió su primera reprimenda por girarlos en sentido antihorario. Insensato! Eso es mala suerte!
En el budismo, al parecer, se cree bastante en girar cosas (o girar tú alrededor de cosas), pero siempre en sentido horario. Para subir al templo había una escalera bastante empinada y con escalones altos que se hizo dura al final, pero teníamos que entrenar para las altas cotas a las que iríamos después. Arriba estaba la stupa, las velas, las campanas, el olor a incienso y mantequilla de yak. Las vistas espectaculares de Kathmandu, y por supuesto, la venta de baratijas.
El templo de los monos debe de ser bastante importante para los budistas, pero también para los hindúes, ya que había todo tipo de gente por allí, rellenando de mantequilla las velas, poniendo incienso, etc. También había turistas, pero éramos los menos; allí se respiraba fé.
Era un buen sitio para la caza de la WordPress Photo, que Iñigorkha siempre va buscando, lo intentó varias veces con una familia de indios, y con una vendedora local, que se zafó cual culebrilla del abrazo de Iñigorkha para la foto.
En ese momento, un mono tiró a Xhabitse un hueso de mango, que de haberle dado le podía haber hecho alguna liada.
Después entramos en una capilla donde se estaba oficiando algún tipo de rito fúnebre y en el que pudimos entrar a cambio de descalzarnos.
Terminamos de recorrer las diferentes partes del templo, con más stupas, estatuas de Buda y otros ítems relacionados con la religión y la suerte.
Cogimos el taxi para volver al centro; había que ver la Durbar Square que el día anterior no pudimos por que cayó la noche. Por el día tuvimos mejor suerte, salvo por un policía que decidió que para andar por la plaza teníamos que pagar. No parecía tener mucho sentido, y desde luego no parecía que todos los turistas que andaban por allí hubieran pagado así que frente a su insistencia empezamos a hacer como que nos íbamos, siempre bajo su mirada, ya que se unió a nosotros como si fuera uno más del grupo.
Hasta que salimos de la Durbar no nos libramos de él. Entonces iniciamos otro intento de entrada, esta vez más furtiva para que no nos viera el maldito policía.
Conseguimos subir a una de las pagodas y echar unas fotos desde allí.
De Durbar Square bajamos hacia el río. Iñigorkha estaba particularmente obsesionado con ver las casas de cremación, una zona del río en la que supuestamente los hindúes queman a sus muertos y los tiran al agua. Dimos un millón de vueltas entre puentes, orilla del río, el otro extremo… preguntar (es difícil llegar a sitios en una ciudad que no tiene puestos carteles con los nombres de las calles), preguntar a mujeres (ya que los hombres, si no sabían dónde era, te mandaban a otro sitio antes de reconocer su ignorancia)… Finalmente llegamos a un sitio en el que veíamos humo y parecía que ése era el sitio. Resultó que estaban quemando madera para lo que probablemente sería una parrillada hindú-style. Había una familia bastante numerosa, con mucha comida, y una pérgola donde estaba el fuego. Fracaso. Esto no era una casa de cremación. Era una casa particular. Desmotivados, volvimos y cogimos un taxi que nos llevaría al centro de Thamel a comer. Después de una comida de calidad media y un garbeo por Thamel y sus tiendas, descubrimos gracias a Dharma, el sherpa de Asmita, que las casas de cremación en realidad eran un templo hinduista, el templo de Pashupatinath. Así que por la tarde cogimos un taxi para ir a ver el templo.
El templo de Pasupatinath apestaba. Parecía que durante todo el día habían estado vendiendo frutas y verduras, pero ahora quedaban restos por el suelo pudriéndose. El lugar estaba lleno de sadus, los santones hindúes que auguraban una buena WordPress Photo… pero claro no se dejaban fotografiar gratis (y no teníamos moneda pequeña), así que no cayeron muchas fotos. Cuando llegamos a la parte central del templo, donde se quema a la gente (morbo, morbo!!), encontramos que los no hindúes teníamos que pagar, 500 rupias cada uno. Lo cual es una salvajada. Intentamos colarnos por varias entradas pero fue imposible, demasiada policía velando por los cadáveres ardiendo. Como estaba ya casi anocheciendo, decidimos no pagar y volver otro día con más tiempo y aprovechar el precio. Las diferentes vicisitudes del camino nos impidieron finalmente visitarlo. Sin embargo vimos otras partes exteriores del templo, calles atestadas de tiendas con objetos religiosos, y tintes, y muchos colores. Nepal es color.
La foto final fue de una puerta con colores intensos. La dueña de la casa salió mientras hacíamos la foto. Nos miró. Miró a la puerta. Nos volvió a mirar. Volvió a mirar a la puerta pensando “qué demonios le pasa a mi puerta?”. Luego nos volvió a mirar pensando “estos tíos son tontos…”
Antes de ir a cenar hicimos una visita al Señor Lobo. Dil Pahari era el hombre que nos organizó el viaje a Tibet, que mañana íbamos a emprender. La visita era para cerrar algunos asuntos y pagarle lo que faltaba por pagar. Sin embargo aprovechamos para preguntarle e intentar organizar la visita a Chitwan y Pokhara, a la vuelta del Tibet. Ahí descubrimos su naturaleza de Señor Lobo. Dil Pahari, además de hablar castellano, resuelve problemas.
-Es queeeee queremos ir a chitwan y el mismo día a Pokhara y no sabemos como hacerlo con los autobuses y es qu….
-No problema. Yo os pongo furgoneta. Yo os pongo conductor. Conductor os espera, os lleva a Pokhara.
-También queríamos sacar un billete de avión para ir a Jomsom porque querem..
-No es problema Yo saco billete. Os llevo a aeropuerto. Si hay problemas os gestiono la devolución del dinero.
Dil Pahari era nuestro hombre de confianza en Kathmandu, un auténtico Señor Lobo, siempre tranquilo, con la mirada de yak y el tono de voz relajado, y su polo de Ralph Lauren. Cuando le dimos los 4000 euros en metálico del viaje a Tibet, no pestañeó. Los guardó en un cajón como si nada. Nos fuimos de Buddha Treks con la certeza de que volveríamos a que nos resolviera más problemas. No estábamos equivocados.
Aquella noche cenamos en el Full Moon, recomendado por la Lonely Planet. No era para tanto. A veces da la sensación de que los de la Lonely visitan 4 ó 5 sitios y los recomiendan, sin saber muy bien qué más cosas hay.
Nada más acabar de cenar el pollo frito que sentó mal a más de uno, nos fuimos a nuestra parroquia, el Namaste Café & Bar. Volvió a no decepcionar.
4 comentarios sobre “Nepal-Tibet. Capítulo 2: KTM Confidential”
Ostia, y cómo es la canción del mundial? Tararéamela tío jejeje.
La puerta me ha recordado un montón a las puertas típicas tunecinas! Yo tengo una foto similar a una puerta parecida… pero aquello era Túnez y la puerta era típica. Yo tampoco entiendo tu foto xD!
Yo creo que a los taxistas y demás no me hubiera importado pagarles en plan exagerado, pero una sóla rupia que me hubiese sablado el poli aprovechado me hubiera dolido en el alma.
nah, aqui los polis te ayudaban y los taxistas te sablaban… pero bueno… la cancion del mundial es la de taaa ta ta ta taaa, ta tata ta ta taaaa ta ta taaa taaaa… q luego el bisbal ese le hizo una version en castellano
Jajaja, la verdad es que me he quedado igual, pero la he mirado en youtube y ahora lo entiendo todo: no la había oido aún! Jejeje, es lo que tiene tener los partidos a horas intempestivas, que por mucha alarma que me pusiera no pillé ningún partido desde el principio ;D.
jeje..pues esa cancion nos tenian todo el dia.. q esta muy bien pero acaba cansando un poco..