Nepal-Tibet. Capítulo 1: Así empezó todo
No éramos más que 5 inocentes muchachos con una maleta cargada de sueños, y todos sabíamos que usaría esta frase al comenzar el relato. El viaje fue más enrevesado de lo habitual; dos salíamos de Bilbao, uno de Estocolmo, uno de Madrid y otro de Londres. Así, aunque los 4 vuelos (Bilbao-Lisboa, Lisboa-Londres, Londres-Delhi, Delhi-Kathmandu) que hicimos Pokharlos y yo parecían una eternidad, había que recordar que Tse-dhano se había comido otros dos adicionales, para llegar a Bilbao desde Estocolmo. A parte de la química diversa que se metió Iñigorkha para superar su miedo, y la extrema y ridícula seguridad del aeropuerto internacional Indira Gandhi de Delhi, los vuelos fueron bastante bien y aterrizamos en Kathmandu a medio día del 1 de agosto. El aeropuerto Tribuvhan de Kathmandu ya empezaba a mostrar un pequeño adelanto de lo que sería el caos que predominaba en la ciudad y en el país. Para hacer el visado estuvimos prácticamente 2 horas, incluyendo una absurda salida y reentrada de la cola de los visados, y un sistema totalmente analógico para el visado, papelitos y buscarse la vida.
Cuando conseguimos salir de aquella cola caímos en nuestro primer error de pipones occidentales (especialmente yo, Bayupur). Había decenas de ávidos nepalís esperando a pichones como nosotros para cogernos la maleta y llevarnosla al taxi. Qué majos! pensé yo… pero claro luego me di cuenta de que nada es gratis en esta vida. Llegamos a la furgoneta que nos había preparado Dil Pahari (nuestro Señor Lobo particular), y los amables nepalís extendieron la mano.. Todos les dimos unas cantidades totalmente aberrantes, pero en mi caso, fui especialmente pardillo y le di a uno 10 euros!!! OMFG!!!! 10 euros! con eso podía vivir un mes cómodamente! y había cargado mi maleta durante 46 segundos!
No pasa nada, para completar nuestra piponería nos calzaron los collares florales típicos y nos llevaron al hotel. Por el camino claro, éramos como un freak show ambulante para los nepalís… debían de pensar, mira esa furgoneta llena de turistas occidentales con collares de flores! :D
DEspués de descubrir el caos circulatorio de Kathmandu, donde todo funciona a base de bocinazos y ver quién llega primero, donde los carriles no existen y donde el conductor más apanao tiene una pericia extrema y un control exquisito del ancho y largo de su vehículo, llegamos a Asmita bed and breakfast.
Asmita Bed & Breakfast es un encantador albergue llevado por un matrimonio nepalí, Dharma y Asmita. Dharma es un sherpa que en una de sus expediciones a un 8000, y tras 17 horas de bajada, tuvo congelaciones en sus manos. Fue llevado a Barcelona donde fue operado y ahora tiene algo parecido a dedos, pero conserva la movilidad, la agilidad y sobre todo la sonrisa. Está tan agradecido a los médicos catalanes que le operaron, que sus nombres figuran en el folleto del hostal, y el restaurante del mismo se llama Barcelona. Dharma y ASmita son tan encantadores como el propio hostal. La verdad es que después de ver las calles y el caos de Kathmandu esperábamos algo mucho más… humilde, pero las habitaciones, colchones y duchas de Asmita no tenían nada que envidiar a cualquier alojamiento occidental. Asmita se convertiría en nuestro particular campo base al que siempre que volviéramos a Kathamandu, intentaríamos regresar.
Tras dejar todo, decidimos ir a explorar Kathmandu y ver el primer hito, la Durbar Square, en el centro de Thamel, que es el barrio en el que nos alojábamos, así como uno de los barrios más turísticos, por tiendas, y oferta hostelera. El viaje hacia Durbar Square se vio interrumpido por Mr. Monsoon… Ya esperábamos que el monzón nos pillara pero fue repentino y salvaje.
La intensidad y la duración de la lluvia hicieron que el camino a Durbar Square tardara mucho más de lo previsto y llegáramos a ella ya de noche (lo cual no sería un problema de no ser porque en todo Thamel no hay ninguna farola ni iluminación nocturna de ningún tipo). Así que sumidos en la oscuridad nepalí, iluminados sólo por los faros de los taxis locos, decidimos ir a cenar. Tras dar varias vueltas en el caos de gente, lluvia, barro, coches, bicis y animales que poblaban la plaza, acabamos en un restaurante de Basantapur Square, donde nos quedamos a oscuras varias veces por cortes de luz, y comimos nuestra primera comida nepalí, con cierto recelo.
Después, y de camino a casa, encontramos casi de casualidad el que sería otro de nuestros grandes checkpoints en Kathmandu, el Namaste Cafe & Bar. Un agradable pub que no aparece en las guías, con haimas, música en directo (todo temazos, por cierto), iluminación sólo a base de velas, cócteles, y sishas. La sisha cayó, como también unos cócteles (mount everest para Bayupur y white russian para Iñigorkha, que se convertirían en incondicionales). DEspués unas cervezas del país, Gorkha (como los guerreros, de los que ya hablaremos). Y a dormir, había sido un día complicado e intenso.
4 comentarios sobre “Nepal-Tibet. Capítulo 1: Así empezó todo”
Tu piensa que has hecho feliz a un pobre hombre con esos 10 euros. Ya veo en las fotos que la barba ha sido el tema elegido por casi todos para el viaje.
Habrá que poner una del que se hace llamar profesor Bacterio a si mismo,jeje.
Hasta el final del viaje no se podrá apreciar su bactericidad
Ostia, qué fotos más guapas! Ha tenido que ser bastante impresionante. Te preguntaría muchas cosas, como si os acercásteis por el everest, o si visteis al Dalai Lama (o Richard Gere, al que yo sí ví ;D), pero creo que lo iré viendo con el paso de los días. Ahora la presión está en mi tejado para actualizar el blog!
La presión en tu tejado lleva meses, jaja! yo seguiré poniendo posts al ritmo que pueda y ya os iréis enterando. Tb te adelanto que el Dalai Lama está exiliado en la India, así que a parte de en foto…