Sugar-free January

Sugar-free January

Este mes (del 9 de enero al 9 de febrero) me he propuesto no comer nada que lleve azúcar añadido. Todo empezó cuando hablaron del nuevo impuesto a las bebidas azucaradas y oí a varios expertos en diferentes medios hablar de lo innecesario que es el azúcar en las cantidades que lo ingerimos normalmente, y de una necesidad creada y blablabla. Oyendo aquello, me propuse estar un mes sin comer ni beber absolutamente nada que llevara azúcar añadido, y que toda la glucosa que entrara en mi cuerpo, que por otra parte, uno no puede vivir sin nada de glucosa, entiendo, lo hiciera a partir de “fuentes naturales”, básicamente de fruta y ocasionalmente miel. Me puse a indagar por internet si esto podría tener algún tipo de riesgo, por si acaso, y lo que descubrí es que esto de estar un mes sin azúcar es una especie de moda, que intenta seguir un montón de gente, aunque no todos lo consiguen. Lejos de ser arriesgado, varios médicos lo recomiendan, e incluso dan pautas para conseguirlo.

Al margen de los alarmismos del tipo “el azúcar mata”, que entiendo que aplica  a quienes se meten 2 litros de coca cola al día, pero no a los que consumimos azúcar moderadamente, el punto es que mi interés sobre esta cuestión está sobre todo centrado en saber cómo de difícil es comer sin azúcar (encontrar comidas, comer fuera de casa..) y si iba a experimentar alguna especie de mono o algo así, ya que es fácil encontrar opiniones del tipo “esto es como una droga”. Me han preguntado varias personas si hago esto para adelgazar, y no, si después de un mes voy a seguir comiendo normal, por mucho que adelgace, en caso de que lo haga, no creo que sea muy práctico buscar eso. Otra cuestión interesante que me ha surgido al leer el artículo es que hay gente que consigue acabar el mes y al volver a tomar azúcar hay algunos alimentos que no les gustan, por ejemplo embutidos (para los que el azúcar se usa como conservante, y parece que no notamos su sabor hasta que nos hemos desacostumbrado al dulce). Así que, en pos de satisfacer mi curiosidad, me puse al tema, y tras mi primera semana voy a poner algunas de las impresiones. Mi propósito, ya que tengo algo abandonado el blog, es poner las evoluciones cada semana, aunque creo que una vez me acostumbre no voy a tener mucho que contar.

Día 0: haciendo la compra para mis nuevas comidas, y descubriendo algunos horribles secretos

Un par de días antes de empezar fui a la compra para reemplazar todo el dulce “obligatorio” que como, que básicamente se reduce al pan (sí el maldito pan lleva azúcar), y las galletas del desayuno. Tengo que decir aquí que quitando el chocolate, que como con auténtico vicio, no soy especialmente goloso, ni bebo bebidas azucaradas, ni echo más de media cucharada al té, así que pensaba que iba a ser una cuestión relativamente fácil. A parte de las galletas que como por comer algo sólido por las mañanas en poco tiempo, y el pan, que siempre apetece, cualquier otra cosa dulce en principio no iba a reemplazarla, si no simplemente a quitarla.

Antes desayunaba un té con 6 galletas chiquilín, que no van escasas de azúcar. Mi reemplazo es un té sin azúcar y un yogur blanco mezclado con copos de cereales. Encontré una marca dietética de copos en Eroski que no llevaban azúcar, porque los cereales de desayuno llevan todos. El pan fue mucho más complicado, como no me voy a recorrer 10 calles cada día para ir a alguna panadería chachi que tenga pan especial, busqué unos biscotes, pero lo único que encontré fueron unos que no tienen azúcar ni sal. Me costó tanto encontrarlos que cuando probé su sabor a auténtico serrín tampoco le di mucha importancia.

Biscotes Sannia, prácticamente no llevan ni comida. Pero azúcar sí
Biscotes Sannia, prácticamente no llevan ni comida. Pero azúcar sí

 

Contiene azúcares naturalmente presentes, pero no le han añadido azúcar! Éste es el mío!
Contiene azúcares naturalmente presentes, pero no le han añadido azúcar! Éste es el mío! (lo del abrefácil es irrelevante porque me he comido los dos paquetes de biscotes en 4 días)

Las comidas son lo menos importantes ya que rara vez como algo dulce salvo el chocolate del final, del que hablaré luego. Para los pintxos de media mañana del curro el plan era llevar fruta. Mucha fruta. Y mis cenas se componen habitualmente de ensalada (OK!), fruta (OK!) un yogur blanco (OK!!) y algo de proteínas, generalmente algún tipo de pescado en conserva o jamón de pavo, queso, y mucho pan. Bueno ahí había que hacer alguna reforma. Pero no había problema, los reyes majos me habían traído un lomo y un chorizo que iban a reemplazar al azucarado jamón de pavo y tan contento.

no...
no…

 

NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO
NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Pero… no tardé en descubrir que mi lomo y mi chorizo… TAMBIÉN TENÍAN AZÚCAR!

Día 1: Empieza el reto

El primer desayuno a base de una especie de pasta de yogur y avena y el té sin azúcar fue horrible de sabor (o de sinsabor), pero me quedé bien.

Hello darkness, my old friend
Hello darkness, my old friend

Bien es cierto que no soy de desayunar muy fuerte. Como era el primer día, estaba un poco demasiado centrado en mi reacción, hasta el punto de que creo que yo mismo generé sensaciones que en otro caso no habrían estado, como un sabor metálico en la boca toda la mañana y una especie de ansiedad constante por comer. A media mañana, en vez de los clásicos emanems o la bolsa de patatas o la palmera de chocolate, me comí un plátano y una naranja, algo que de ordinario puede llenar bastante. La cosa es que como estaba con el ansia esa me quedé con la sensación de que me faltaba algo,  que yo percibía como hambre, aunque dudo de que lo fuera. La hora de la comida fue lo más difícil. Como comemos fuera, hay que elegir cuidadosamente lo que se pide, y aunque probablemente pedí lo que habría pedido en circunstancias normales, el hecho de tener algunos platos vetados (como por ejemplo la pasta con tomate, ya que el tomate lleva azúcar). Comí bastante, lentejas y pechugas, y de postre cuajada. Pero al no comer algo dulce para terminar me volví a quedar con esa sensación de que faltaba algo. Lo pasé mal mientras nos servían y esperábamos y todo el mundo estaba comiendo pan y yo estaba mirando. No soy de comer mucho pan durante la comida, pero mientras espero me puedo comer una barra entera. Una cosa interesante de esta especie de experimento es darme cuenta de la ansiedad con la que como a diario, que a parte de comer rápido (algo que todo el mundo me recrimina) me hace comer mucho pan, untar mucho y en general ponerme hasta las cartolas. Si esto sale bien supongo que una de las cosas que sacaré en claro será reducir ese ansia.

Para merendar comí un pedazo de chorizo palacios (el único que he encontrado que no tiene azúcar ni dextrosa ni otras -osas), con mi maravilloso pan de serrín. Después de la espartana merienda, salí a correr (algo que normalmente hago después de pincharme 8 onzas de chocolate), y la verdad es que aguanté bastante bien. Igual es que tampoco hace falta azúcar para correr los escasos 5 km que corro yo. Cené básicamente ensalada, un puré de calabaza que había sobrado por ahí y fruta, una cena que normalmente, simplemente por comer un poco de jamón me habría dejado más que lleno. Pero nuevamente me quedé con las ganas, como con un hambre insaciable.

 Una semana bastante normal

El resto de la semana pasó bastante normal, seguía experimentando esa especie de ansia después de comer cualquiera de las comidas (excepto el desayuno), como que faltaba algo, pero en cuanto me distraigo un poco se me olvida. Salvando todas las distancias, la situación me recuerda un poco a esas personas que fuman poco, sólo en contextos muy concretos (justo al desayunar, después de comer, cuando se toman una cerveza…) y lo intentan dejar, y les cuesta porque ya no es tanto un problema de lo adictivo que es el tabaco, si no de quitar un hábito que completa algunas de tus acciones. Supongo que el tabaco es más complicado porque lleva  sustancias para volverlo adictivo, pero la cuestión es que la supresión de la parte dulce de mi dieta parece una cuestión de hábitos. Es decir, los emanems de media mañana no los como porque tengo hambre, ni una demanda de azúcar, si no por que necesito comerlos. De hecho, pensándolo bien, cuando estoy de vacaciones, fuera de mi contexto habitual, no suelo tener esos hábitos y tampoco lo echo en falta.  Otra cosa diferente es la eliminación de las partes no-dulces de la dieta (pan, salsas, embutidos, …), algo que en el fondo, me está costando mucho más. Algún día me he visto echando mano del pan, pellizcando un pedazo y acercándomelo a la boca, para darme cuenta en ese momento, de que eso no podía comerlo,  ya que tan rápido como en 4 días, me he olvidado del sugar-free january, y no es algo a lo que le estoy dando vueltas todo el rato. Otro día lo pasé mal al ver los macarrones con tomate en el menú y no poder pedirlos. A cambio me comí tres platos de lentejas. Los días que voy a la uni, que no me llevo fruta, mientras todos comen palmeras y cosas gordas, yo me saco un té. El segundo día me saqué un pintxo de tortilla, pero le quité el pan y el jamón, así que se quedó un poco deslavado.

Tortilla de la uni, sin pan.
Tortilla de la uni, sin pan.

 

Vamos a completar la tortilla de la uni con unos frutos secos de la máquina.... Ah.. maltodextrina... alguien quiere cacahuetes con azúcar?
Vamos a completar la tortilla de la uni con unos frutos secos de la máquina…. Ah.. maltodextrina, vieja amiga… alguien quiere cacahuetes con azúcar de maíz?

A nivel de “adicción”, creo que nunca he sido adicto a nada, así que tampoco sé qué significa experimentar un síndrome de abstinencia, pero dudo muchísimo que dejar el azúcar me haya producido algo ni remotamente similar.  Me encuentro bastante bien físicamente, de buen humor (incluso mejor que antes), estoy durmiendo mejor que las dos últimas semanas (aunque dudo que pueda achacarlo a mi dieta) y no he percibido ningún cambio salvo esa ansiedad durante y después de las comidas.

En general, puedo decir que lo más complicado de este asunto para mí (que nunca  he hecho una dieta, ni creo que vuelva a hacerla a menos que me obliguen), es la consciencia de tener algo vetado, incluso cuando se trata de algo que no habría elegido comer; y por otro lado (y esto no sé si es un poco TOC) la sensación de que una comida no ha acabado hasta que me como algo dulce, de que falta algo para cerrar la acción de comer, de la que puedo acabar muy lleno, pero no saciado.

Siendo esto así, me he metido esta semana un par de comidas bastante excesivas, intentando llenarme y esto que todo el mundo me dice que a ver si hago lo del azúcar para perder peso, se está viniendo abajo. El lunes pasado, después de la navidad y sendas comidas copiosas el viernes y domingo anteriores, pesaba 78 kilos. Hoy por la mañana pesaba 79. Mi báscula no es muy de fiar, pero creo que al estar experimentando ese ansia, estoy comiendo más que antes, así que no sé si éste es un buen camino para perder peso. Si acaso para otras cosas.  Veremos en tres semanas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.