Eslovenia, capítulo 9: el esloveno errante
Levantarse el día 9 no fue fácil. La noche había sido más larga de lo esperado y hoy tocaba hacer unos cuantos kilómetros, ya que íbamos a Maribor, la segunda ciudad de Eslovenia, y una de las más norteñas. La idea era parar a visitar Kamnik, un pequeño pueblo cerca de Ljubljana conocido por su monasterio franciscano, su castillo en el monte y sus calles antiguas.
Salimos pronto hacia Kamnik, algunos envueltos en una nube de resaca, y tras perdernos un par de veces llegamos a la ciudad. Estaba desierta. Era domingo, no había nadie, ni nada abierto. Karloš preguntó a una mujer local qué podíamos hacer allí, y nos contestó que ver los edificios.
Fue un poco fraude el tema, así que deambulamos por las calles vacías de Kamnik durante un buen rato, hasta que en una oficina de turismo nos dijeron que podíamos subir a un monte cercano, en el que estaba el castillo. Era una subida fácil y corta, y por supuesto, era una subida mañanera… Ya nos estábamos haciendo a cada mañana meternos una pechada a subir a algún sitio.
Así que nos dirigimos al monte y empezamos el ascenso por unas laderas bastante empinadas y con un camino que se desdibujaba a ratos. Prácticamente íbamos por el medio del bosque y la pendiente era muy elevada. El cansancio de la noche anterior empezaba a notarse, parando cada poco tiempo, cuando de repente, nos adelantó un esloveno motivao. Iba a toda piña en esa cuesta, con su perrillo, y se paró a hablar con nosotros y contarnos algunas cosas sobre el monte y unos enanos de porcelana que había en el camino. No se puede decir que tuviéramos mucho aliento como pare responderle, y se dio cuenta de ello, así que siguió, a su ritmo extenuante hacia arriba.
Cuando por fin coronamos el monte, el “castillo” no eran más que cuatro piedras que habían sobrevivido, pero arriba nos encontramos con el agradable esloveno, que rápidamente se puso a hablar con nosotros. Tenía bastante rollo el hombre y lo que empezó siendo una declaración seminacionalista destacando las virtudes de Eslovenia y criticando a esos malditos austriacos que se llevan la madera, pasó por un “pero venga, hazle fotos a mi perra… No, hazle más, una sola no…”, y acabó con nosotros sentados en la terraza de un bar que había en la cima del monte, tomando unas coca colas, y con el esloveno hablando sobre mujeres, y lo pérfidas que eran.
Al principio parecía que era un flipao, pero después lo que dio la sensación es que las mujeres le habían hecho daño y estaba resentido. Fue bastante divertido (para los que no estábamos de resaca).
Cuando conseguimos quitarnos de encima al esloveno motivao que desperdiciaba su vida jugando a videojuegos y despreciaba a las mujeres, tiramos hacia abajo.
Después de comer malamente, seguimos nuestro camino hacia MAribor, a donde llegamos cuando era media tarde.
Maribor es una ciudad bonita y agradable. Era la actual capital europea de la cultura, y había multitud de referencias a ello. Nuestro hotel (sí, hotel, sin “s”), estaba en el centro, y habíamos quedado con el dueño en un bar, ya que no tenía recepción. Resultó que después de todo ni siquiera era un hotel, era un piso con un par de habitaciones y baños. En el bar nos dijeron que el dueño no estaba, pero nos dijeron cómo acceder al hotel (lo que aún no sabíamos era cómo pagar, ya que el dueño no aparecía). El hotel resultó un auténtico lujo. Todo nuevo, puesto con mucho gusto, sin más invitados, y con unos baños exquisitos (con bañera de hidromasaje y todo). En aquella cama con nórdicos de plumas y colchones viscoelásticos, y después del monte de la mañana no vimos más remedio que echarnos la siesta.
Cuando apareció por fin dimos con el dueño intentamos pagarle con tarjeta pero no hubo manera. Tenía todo pinta de negocios turbios, pero qué demonios, era un hotel de lujo extremadamente barato, así que pagamos y nos fuimos a recorrer la capital europea de la cultura 2012.
Resultó que era una capital además de bonita, muy activa, peeeero, no en domingo, así que poco pudimos hacer aparte de pasear por la orilla del río viendo un espectacular atardecer. Allí nos encontramos con dos chicas, francesa y eslovena, con las que Karloš se puso a hablar de buenas a primeras, y que nos contaron que la ciudad era bastante animada otros días. Mal timing.
De todas formas pudimos ver a unos tipos cubriendo toda una calle con pintadas de tiza y velas (algún tipo de hippy), y varias actividades culturales interesantes. Al final nos fuimos a cenar a un super restaurante en el que fabricaban su propia cerveza (hmmm), y conseguimos unas ensaladas épicas y alguna cosa más.
Después de unos tragos en el bar de abajo del hotel, que estaba muy muy bien, nos fuimos a disfrutar de las camas viscoelásticas.
4 comentarios sobre “Eslovenia, capítulo 9: el esloveno errante”
Bueno, bueno, bueno, … como está calabacín. ¡Si vamos a tener que mirarlo todos los días y no solo una vez al mes!. A este paso se van a poner al día hasta los libros.
No flipes.
el libro va a tardar.-.
El día de Maribor fué peleón. La subida fué una paliza, en el estado poco deportista que nos encontrábamos tras la dura pelea en la noche del Top.
Bueno y del tipo parlanchín que comentar. Que cuando estábamos tranquilamente sentados, me levanto para ir al baño y a la vuelta se había sentado en mi sitio. El tipo no hizo ni ademán de levantarse,jaja. Le puso a su chavala a caldo perejil. Que será de ellos,jaja. Y el maldito Xabi no hacía más que darle conversación. Como si el individuo no hablará poco. Para pegarse un tiro….
jajajaja sin resaca se veía de otra manera… :P