Jordania, capítulo 3: Flotaré, oh oh
Y llamó Dios a lo seco “tierra”, y al conjunto de las aguas lo llamó “mares”; y vio Dios que estaba bien. Parece que el tercer día se hicieron mares y tierras, según cierto compendio de libros. El mar que íbamos a visitar en nuestro tercer día de viaje parecía haber sido olvidado de la creación de vida de dios… y eso que no podía estar en tierra más santa…
Tras el ya clásico desayuno basado en pita y huevos duros, salimos al primer checkpoint del día, la iglesia bizantina de San Jorge en la que estaba nuestro albergue de peregrinos! Esta iglesia es un referente dentro de la iglesia ortodoxa ya que tiene un mosaico que es la representación cartográfica de Jerusalén y alrededores más antigua que se conoce. El mosaico es todo un mito y de hecho se conoce como el Mapa de MAdaba, y representa la ciudad romana de Jerusalén, con su ya tradicional cardo, el mar Muerto, Arabia y cuenta la leyenda (la leyenda al pie del mapa) que en una esquina aparece Egipto, aunque yo no lo indentifiqué muy bien
La iglesia era bastante pequeña, una visita de 15 minutos debería bastar. Salimos pues para el monte Nebo. Este monte está muy cerca de Madaba, a unos 10 minutos en coche y presuntamente es donde dios le enseñó a Moisés la tierra prometida, después de 40 añazos haciendo el mono por el desierto. Después de ver la tierra prometida, palma, porque ya tenía 120 tacazos y no estaba para bromas. Ya se la podía haber enseñado antes, que desde el mar Rojo que cruzara para escapar de Egipto hasta aquí sólo hay 300 km (aunque al parecer cruzaron por abajo y fueron 1000km). Esto me suena a Scumbag god
Anyway, lo bonito del monte Nebo, mitologías a parte, es que se ve todo el valle del Jordán, e incluso se puede ver Jerusalén en un día despejado (que está a tomar por saco en realidad). Tal como pensábais, no fue un día despejado…
En realidad hacía sol (y qué sol!), pero había tanto polvo en suspensión que no se veía casi ni el valle del Jordán.
Aún así, sin vistas, el monte Nebo es un “montículo aburrido” (como nos diría un jordano hiperactivo unos días después), pero merece la pena hacer la visita (y pagar los pocos jordanos que cuesta la entrada). Además, hay un templo para visitar (que estaba en obras…) con mosaicos y frescos interesantes. En nuestro caso los mosaicos los habían sacado fuera, a una tienda de beduinos para poder hacer la reparación del templo, así que no nos los perdimos. También hay un olivo plantado por Wojtyla y unas cuantas figuritas de diversos acontecimientos judeo-cristianos.
Cuando ya no quedaba mucho por ver, nos lanzamos carretera abajo hacia el valle. El monte Nebo está a 817 metros, y el valle del Jordán está por debajo del nivel del mar, por lo que el descenso se hacía por una carretera enroscada, empinada y complicada.
La mítica carretera del monte Nebo, que comenzó como una scenic route, y acabó siendo la carretera por la que más veces pasamos, a pesar de la reticencia de Mariyah.
El destino no era otro que Betania, lugar donde presuntamente se bautizó a Jesús. Iba de santería la cosa, el día 3. Cuando llegamos a Betania, desde la carretera del mar muerto estaba constantemente anunciado descubrimos que donde se dejaba el coche estaba bastante lejos del sitio bautismal, y que había que pagar nada menos que 15 jordanos por persona para que te montaran en un autobús y te llevaran hasta el sitio. 60 jordanos para ver el agua sucia del Jordán era un poco excesivo, así que decidimos huir hacia las playas del mar Muerto, que iban a dar mucho más juego.
El mar Muerto es más bien un lago, con sólo 16 km de ancho y no mucho más de largo… Aun así, lo que cabe esperar es que haya playas (o algo similar) donde puedas entrar libremente. Pero no, las playas del mar Muerto (y las del Rojo veríamos que también), son privadas! Un megacomplejo hotelero acapara la zona de playas y para poder usarlas tienes que entrar pagando en uno de los hoteles, con sus respectivos spas. A parte de esto, hay una playa pública (de pago) de la municipalidad de Amman, y ya está. Si quieres entrar al mar Muerto por otro lado tienes que comerte un super acantilado o cosas peores. No está fácil la cosa. Una de las playas privadas estaba recomendada por la guía, la que estaba dentro del hotel Mövenpick. Cuando fuimos a entrar, susto! 60 jordanos (1 JOD=1€, más o menos) por entrar! 60 por persona!!!! Es cierto que podías usar los servicios de spa pero 60!!
Como había más hoteles fuimos a probar al Marriott… pero en el Marriott, 50 jordanos por “only swimming”!!! Esto era peor aún, sólo acceder al mar 50 euros! Si querías spa eran 2o o 25 jods adicionales!!! Tras la desmotivación inicial arrancamos hacia la playa pública de Amman, que estaba un poco desrecomendada. Al menos sólo costaba 15 jordanos entrar.
Cuando entramos vimos que la cosa no estaba nada mal, es un pequeño complejo con piscinas, duchas (fundamental si te vas a bañar en un agua tan salada), restaurantes y algunas tiendas. Además en la zona de la playa estaba el mítico señor poniendo betún a la gente, que supuestamente servía para dejar la piel fina y blablabla (tecnoverborrea de spas y balnearios)
No tardamos nada en lanzarnos a las cálidas aguas del Mar Muerto. La experiencia de bañarse en un sitio un 24% más denso que el agua pura (de 1000kg/m3 a 1240kg/m3), es impactante a pesar de que te lo esperes. La alta densidad, además de hacerte flotar, hace que el agua parezca aceite. Realmente parece que te estás metiendo en un pozo de aceite de girasol. Es una sensación un poco rara y bizarra.
Al margen de esto, el tema de flotar es bastante risas y puedes ponerte en posición de vivir por un periodo indeterminado sin hacer ningún tipo de esfuerzo, aunque si estás mal fabricado, como yo, es complicado permanecer boca arriba y te das la vuelta solo. Darse la vuelta es un poco arriesgado porque en teoría no debería entrarte nada de este agua en la jeta, ya que si te toca los ojos puedes ver las estrellas y la galaxia entera. No obstante había algún chino por allí que se estaba dando unos buenos chombos cabeza incluida. No quiero ni pensar lo que sería después sacarle la sal de la melena. Tampoco es un sitio muy apto para nadar, pero es que realmente no invita a nadar… es como si te tumbas en una hamaca, pues la hamaca no te invita a nadar.
Después de estar un buen rato flotando por allí (en ocasiones con silla incluida),
y de hacer el mono todo lo que daba de sí, nos dimos cuenta de que era un poco tarde por lo que fuimos a la zona de hamacas de arriba para comer. Hoy era un día especial, ya que en previsión de que comer aquí iba a ser caro, habíamos comprado comida antes! Y no había pan de pita en el menú! Brutality! Sin embargo el menú se redujo a unos cheetos, unos panes de ajo, algo de fruta y un poco de chocolate. No habíamos caído en la cuenta de que comprar embutidos aquí no era algo trivial.
Tras unos pequeños chapuzones en la piscina, que no estaba nada mal, nos lanzamos de nuevo a probar las salinas aguas. Pero esta vez, Mariyah, Irantzullah y Mohamiñigo se atrevieron a embadurnarse con el betún (a sólo 3 jordanos por persona :S). Esto aunque parezca muy de spa, no era nada glamuroso. Era un pote con betún que parecía de zapatos y lo ibas cogiendo plotch plotch, hala, a ponerse por todo el cuerpo.
La pinta y el olor eran bastante chungos por eso Bayush se abstuvo, pero los otros tres intrépidos no tuvieron inconveniente. Es más, Mohamiñigo quería parecer un auténtico etíope, y se tapó hasta los agujeros de la nariz. Nada podía quedar blanco. Luego sería unas risas quitarlo.
Después de un buen rato poniéndose engrudo y reposándolo, la cosa se solidificó.
Parecían zapatos, y daban un poco ganas de pasarles un cepillito para dar lustre. Fue el momento de quitarlo en el Mar Muerto.
La cosa no salía! la primera capa se iba rápido pero después se quedaba la piel negra y con rayas. Por no hablar de los bañadores. Se habían perdido para siempre!
Costó bastante quitar toda la roña del betún, y tuvo que acompañarse de una intensa ducha y de un bañito en la piscina. Un rato más de relajación allí y salimos hacia Madaba de nuevo, para darnos una ducha en condiciones, con jabón abundante y quitar toda la sal y pegajosidad del cuerpo.
Como no podía ser de otra manera, tras la épica ducha, cayó una pipa en Madaba, en el mítico sitio. Después claro, de un wrap de cordero (con pan de pita), que nos supo a auténtica gloria. Como los kebabs de aquí pero sin la sensación de estar comiendo basura.
El día 4 era un día tranquilo, por lo que Mohamiñigo tenía intención de hacer una ruta por un cañón. Descubrimos que era una ruta húmeda (vas por dentro de un río) y que igual había que hacer un poco de rappel.. Esto fue algo polémico y tuvimos un pequeño debate sobre si debíamos hacer esa excursión o no. Lo dejamos todo en el aire. Mañana era el día.
Hoy a dormir, a ver si no se oía mucho al muecín.
5 comentarios sobre “Jordania, capítulo 3: Flotaré, oh oh”
Diox, postura de vivir, pero en el agua, eso ya tiene que ser una experiencia cercana al Nirvana!
Y respecto a lo de Moisés palmando a la vista de la tierra prometida… aquello no fue casualidad. El Yavé de aquellos tiempos no era un tío majete tipo nuevo testamento, era un motherfucka que podría haber hecho el papel de Samuel L. Jackson en Pulp Fiction. Cuando Moisés y su panda se quedaron sin agua en el desierto, se le ocurrió a Yavé decirle que le arrease a una roca con su bastón, y que de allí saldría agua. Y Moisés le dió, pero no una, sino tres veces. Así que Yavé pensó, “así que no tienes suficiente fé en mí… ¡de esta te vas a acordar, nigga!” Y cuando llegó a la tierra prometida, pues eso, la verás, ¡la verás, pero no la catarás!
Y tras esta bíblico-batallita, ya sabéis niños, si Yavé dice una vez, ¡significa un p**a vez!
es un scumbag en toda regla…
ya te digo si fue el dia el del cañoning :)
ese fue el 4… pero la discusion si fue si :D
Grande el momento etiope,jeje