Noruega Capítulo 1: Viaje al centro del Blackmetal
Este año tocaba Japón. Pero algún tipo de maldición debe de pesar sobre nosotros , y Japón fue tachado de la lista. Así que elegimos Noruega, un sitio pacífico, desarrollado, en el que nunca pasa nada. ¿Nunca?… Nunca hasta que hemos decidido ir… :D
Como casi todos los viajes, éste empezó con una noche en Stansted, el sitio odiado.
No se hizo demasiado dura, e intentamos dormir junto a las cintas de equipajes (Iñigorg lo consiguió, con ronquidos incluidos). Pronto fuimos a la facturación donde nos encontramos nuestro primer inconveniente: Ryanair. El resentimiento hacia Ryanair sólo es equiparable al que tenemos hacia el propio Stansted. Al parecer en nuestro billete, que imprimimos nosotros mismos porque si no te cobran más, no habíamos incluido maletas. Estoy seguro de que las incluimos, pero como para hacer la compra y el checkin online la página peta mil veces porque pasa el tiempo y hace timeout, porque llega la publicidad y porque llegan unos vídeos absurdos que todos hemos visto, así que cuando acabas el proceso no sabes si has incluido equipaje o si estás facturando una tabla de surf. El caso es que tuvimos que apoquinar 40 pounds más por persona en concepto de maletas. Ryanair, esa aerolínea modélica.
Tras un vuelo corto hasta Oslo, y una horita de bus (míticos aeropuertos de Ryanair que están a 100 km del sitio al que dice que vuelas), por fin llegamos a la capital. Hacía más o menos bueno, bastante calor para lo que se puede esperar de un país escandinavo. Tras dar un par de vueltas por la estación encontramos el punto de información donde fuimos a pedir info sobre cómo llegar a nuestro hostel, qué ver en Oslo, y de paso, Karlostad preguntó la que sería la pregunta mítica de todos los puntos de información: “qué vemos en Lofoten”. Los puntos de información noruegos son bastante de mofa. Tienen mil equipamientos, pero cero ganas de darte explicaciones. Normalmente responden a tu ataque con la defensa del brochure.
“Qué puedo ver en XX”
“toma, aquí tienes un brochure de XX, léetelo”.
En Oslo tenían un método de defensa adicional: “qué conoces de Oslo??”. A ver, maldita rata, he venido a pedir información, crees que conozco algo?? Cuando conseguías sacarles de su letargo al final te daban alguna indicación, pero siempre pasaba por “he oído que hay un parque con estatuas” “ah, sí, es el parquenoseque, está aquí, podéis visitarlo. También podéis bañaros en el fiordo pero está frío a menos que seas noruego”. Por supuesto no tenían información de Lofoten, les sonaba que existía, pero nunca habían estado.
Iniciamos la marcha hacia Anker Hostel, nuestro refugio para esta noche, que estaba en el centro centro de Oslo (Uslu para los noruegos), y según una página de internet donde lo cogimos, “junto a un parque en el que ha habido varias violaciones”. El parque pasó a llamarse inmediatamente “el parque de los violadores”.
La caminata hasta Anker Hostel nos llevó por unas calles viejas y poco cuidadas, con muy poco estilo y glamour. Era el centro de Oslo pero parecía el extrarradio de Londres. Estos primeros días me dio muy mala impresión, pero al final del viaje terminaría cogiendo cariño a esta zona, tenía su encanto multicultural. Prácticamente no se veían noruegos, supongo que la mayoría están de vacaciones, y al parecer esta zona concentraba a toda la población inmigrante de Oslo, que por lo visto es mucha. Uno de los pocos noruegos que nos cruzamos era un blacker profundo. Por fin! Aún no había visto ninguno pero me esperaba encontrar un montón, ya que por lo visto una de las mayores exportaciones culturales de Noruega (actualmente, no cuando Grieg) es el black metal. Era un tipo curioso que se parecía a Raymond el de Theatre of Tragedy (vamos que tampoco tenía mucha pinta de noruego :D) . Empezaba a hacer calor pero el tipo ahi iba todo abrigado de negro, y comiéndose un helado del seven eleven con un envoltorio claramente diseñado para niños. Habría sido foto-portada, el blacker con su helado de frambuesa para niños, pero en ese momento estaba bastante cansado para sacar la cámara y sólo quería llegar al Anker Hostel. Soy un fotógrafo de palo cantimpalo. Pensé que si veía a alguna blacker que se pareciera a Liv Kristine le haría una foto…pero tampoco pasó.
Llegamos al hostel, que no parecía un hostel si no un hotel. Un edificio de 8 plantas con una recepción llena de gente y unos recepcionistas muy atareados. Serían las 12, así que ya estábamos saboreando nuestra cama. Llevábamos toda la noche sin dormir. Fracaso. El check-in empezaba a las 3 de la tarde!!! Así que dejamos las mochilas en un cuartito y nos fuimos a buscar un sitio para comer y hacer tiempo hasta las 3. El sitio no pudo ser otro que el mítico parque de los violadores. En efecto el parque se prestaba mucho al tema. Estaba hundido respecto a las calles colindantes, pasaba por debajo de un puente, y tenía pinta de no haber casi luz por la noche. Además, durante las dos horas que estuvimos allí había dos tipos paseándose constantemente con pinta bastante sospechosa. Probablemente traficantes.
Con la agradable compañía del traficante y su compinche de no más de 11 años nos comimos nuestro primer bocata de chorizo infecto. El que sería el alimento de los campeones a partir de ahora durante dos semanas. Después volvimos al hostel y nos dieron la habitación. Aprovechamos para dormir dos o tres horas, ya que la reventada de la noche anterior era máxima.
Tras la reparadora, pero insuficiente siesta fuimos a conocer el centro de Oslo. Empezamos por la Karl Johanns Gate, la principal calle peatonal de Oslo, que va desde el centro hasta el palacio real. A diferencia de las calles que habíamos atravesado para llegar al hostel, esta calle estaba llena de gente (con noruegos y todo), tiendas (muchas, muchas tiendas de videojuegos, se ve a qué dedican los duros inviernos), artistas callejeros y vidilla de ciudad en general. No tardamos mucho en llegar a la catedral y ver la zona con flores (bastante extensa) dedicadas a las víctimas de los sucesos recientes. También había fachadas destrozadas a bastante distancia, parece que el tipejo este no se quedó corto con el fertilizante.
Más adelante llegamos a Eidsvolls Plass, un parque grande, con varias fuentes, mucha gente haciendo actividades y que parecía el centro centro de la ciudad, con hoteles, bancos, Zara, y demás equipamientos. Aquí vimos a nuestra primera colección de moteros, aunque veríamos muchas más. Noruega se presta mucho al moterismo.
Seguimos la caminata para llegar finalmente al parque donde está el palacio real. El palacio real parece de todo menos real, es absolutamente sobrio y austero (al menos por fuera). Ahí andábamos haciendo fotos a la guardia real, todavía preguntándonos si era un palacio o un edificio de mucha menos relevancia cuando una limusina salvaje apareció, con nada menos que Håkon, el príncipe, la guardia se cuadró, presentó armas y el palacio se tragó al coche. Bastante curioso, la escolta del príncipe consistía en…. 2 policías en moto. Nunca había visto a un miembro de la realeza pero no me los imaginaba tan poco protegidos, aunque supongo que en este país, que es bastante pacífico, y además bastante patriota, no será necesario.
Recorrimos otras calles del centro pasando (de largo) por museo Grieg y museo Munch, las dos grandes figuras del arte noruego, y de los que estaban bastante orgullosos (en los ferrys ponían “la mañana” de Grieg, no me imagino un ferry español poniendo “el amor brujo” de Falla :D). Finalmente llegamos al puerto deportivo, en el que está el ayuntamiento, y la gente de pasta de Oslo. Había pisos de esos que Unai calificaría de “un poquito excesivos”, yates, barcos-bar, heladerías, y tiendas y restaurantes de lujo. También estaba el ayuntamiento, un edificio horrible.
En el puerto nos comimos nuestro primer helado noruego. Los noruegos hacen helado muy bien, supongo que porque están rodeados de helado blanco gran parte del año. Nos supo a gloria, pero dolió en los bolsillos. A Xåbi le dolió más saber que Bayusson, administrador del bote, no iba a comprarle más helados.
Tras un paseo, unas cuantas lanchas pepino y unos cuantos barcos gigantes, empezamos la vuelta al hostel para reencontrarnos con el bocata de chorizo.
Después de cenar decidimos probar suerte con la noche oslotarra. Seguía haciendo mucho calor (unos 29-30º, que no esta mal para esas latitudes), y entramos en un bar un poco bizarro, ponían Judas priest y Iron maiden, pero estaba decorado con haimas alrededor de las mesas y velas así rollo chillout. Supongo que Judas priest es el chillout de los blackers. No duramos mucho, ya que hacía mucho calor (esta gente no conoce el aire acondicionado… para qué? ) Seguimos por la zona que nos habían indicado como festiva, y acabamos en una plaza bastante elegante y finalmente en un pub llamado Ryes, que triunfó notablemente. Era un bar lleno de matrículas americanas, placas de bares americanos, posters con pin-ups, y el gran musicón de los años 50 y 60. Allí cogimos mesa y tomamos una rubia espumosa a precio de oro. Allí estaba la juventud noruega, bastante hipster y modernilla. Éste es el estilo de jóvenes típicos del país, gente con americana, camiseta con frase ingeniosa, rayban wayfarer y converse. Dónde están los blackers?? Dónde el black metal??? Ryes prometía de todas formas, pero ésta no era la noche, había mucho cansancio acumulado, y la noche siguiente era noche de tren por lo que igual seguíamos sin dormir.. ASí que volvimos pronto para Anker Hostel y confiamos nuestra suerte a Thor esperando que el dios del trueno contuviera las tronadas de ronquidos de Iñigorg.
4 comentarios sobre “Noruega Capítulo 1: Viaje al centro del Blackmetal”
Grande! Ya echaba de menos las entradas calabacineras.
¿Realmente sobrevivisteis todo el viaje a base de bocatas de chorizo? Tengo Noruega en tareas pendientes, y me estais dando miedo con los precios…
de chorizo no, de awful chorizo. El chorizo mas barato del eroski… :D de los divertidos precios noruegos hablaremos en próximas entradas
Solo hay que ver mi la cara que tengo en la foto para ver lo malo que estaba el chorizo, jajaja.
Grande el regreso de calabacín !!
Sniff, sniff… yo tenia q haber ido a ese viaje a comer sandwiches de awful chorizo… bendito awful chorizo…