Noruega, Capítulo 2: estatuas inmóvileeees, qual piuma al ventooo

Noruega, Capítulo 2: estatuas inmóvileeees, qual piuma al ventooo

Hoy era el día de la liada. No teníamos muy buenas referencias de Oslo así que habíamos pensado largarnos el mismo día de llegar, es decir, ayer. Sin embargo la liamos al coger el tren nocturno a Stavanger y lo cogimos un día más tarde por error. De modo que teníamos todo el domingo para estar por una ciudad que aparentemente no tenía mucho que ofrecer.

Tras un desayuno derretido en una cafetería italiana que hacía las veces de restaurante del hostel, aunque era un poco cutreibol y tenía muy poco sitio para las dimensiones del hostel, arrancamos hacia el famoso parque de Vigeland, el parque de las estatuas de Oslo.

El ayunta, bastante feo, de camino al parque

 

 

Una caminata no demasiado larga nos llevó a la otra punta de Oslo, que es una ciudad pequeña. El parque de las estatuas es un parque lleno de estatuas creadas por un escultor a petición del ayuntamiento (ver arriba :P).

La fuente central, sujetada por titanes
una vista de todo el parque
También había lagos

 

 

Es bonito, y hace las veces de central park de la ciuedad. Las estatuas adoptan formas curiosas, que llevan a las obligatorias fotos de paripé.

Paripé
+paripé

 

 

Había un gran monolito central con figuras bizarras, y campas que se extendían a los lados con más estatuas y fuentes. Era un sitio agradable para pasar el día, especialmente hoy que hacía bueno.

 

el monolito

 

 

Los oslotarras, siendo domingo, se habían echado a los jardines con sus barbacoas portátiles y similares. Definitivamente el parque de Vingeland era algo que merecía la pena visitar y cambió nuestra percepción de Oslo; la cosa mejoraba con un parque como este. Hicimos una pequeña parada técnica con cacahuetes implicados

Exhaustos estábamos después de andar durante media hora
Cascahueses y siesta

 

 

Después seguimos nuestro paseo hasta que llegó la temida ….. hoooora del almueeerzoooo. El bocata de chorizo cutre nos esperaba en la mochila da Xåbi. Por qué tanto sufrimiento? es que no podíamos pagar 30 euros por una hamburguesa como cualquier noruego?

Después de comer, y para ayudar a digerir tal aberración, salimos hacia Bygdøy, una península en frente de la urbe de Oslo en la que había varios museos. Sobre el mapa parecía un viaje absurder, pero tampoco teníamos mucho que hacer así que fuimos andando. El paseo hasta Bygdøy, a parte de largo, fue revelador: era el Neguri de Oslo. Allí vivían los noruegos de la capital,  (ya que en el centro pocos noruegos había), con unas casas de al menos 3 pisos, buenos jardines y la siempre inexcusable cama elástica. Alguien pensó un día en vender camas elásticas a los noruegos y debió forrarse porque toda casa con jardín tenía una. Bygdøy era una zona arbolada, con carreteras estrechas, barrios residenciales de lujo, y el sitio que pretendíamos visitar: Norsk Folkemuseum, una especie de museo etnográfico noruego al aire libre en el que se podía ver la cultura noruega desde los vikingos hasta los años 50.

La puerta trasera del museo

 

Según entramos y vimos que había que pagar entrada hubo un pequeño bajón. Hacía un calor terrible, llevábamos casi una hora andando y había allí unos sofás excelsos. Así que se impuso una sentada que duró más de lo previsto, con sesión de fotos incluída.

tiradillos en el museo

DEspués de refrescarnos decidimos pagar la entrada y visitar el museo. Buena decisión.  El museo noruego replicaba, según entrabas, una aldea vikinga, con réplicas (o igual no eran réplicas) de las casas vikingas, con vigas y troncos gordos, habitaciones pequeñas (y camas pequeñas, los vikingos debían ser gente muy pequeña o dormir muy acurrucados), y elevadas sobre el suelo, suponemos que para evitar la nieve, o las alimañas, o ambas. Las casas eran espectaculares, y completamente navegables. Uno podía entrar, sentarse en los precarios bancos a base de tronco, y coger el cuerno que algún vikingo había usado para libar hidromiel.

Una cocina vikinga
LEs sobraba madera
Xåbi es un tipo duro
Pero Bayusson es más duro

Había casas cocina, con chicas vestidas tradicionalmente, que incluso te hacían comida tradicional allí mismo (que no probamos por su precio, Bayusson puño-cerrado).

Una de las chicas cocineras sale a la ventana. Las casas eran totalmente funcionales!

Tenían campos con cultivos, que no sabemos si usarían para autoabastecerse, y había zonas en las que unos tipos hacían una demostración de las danzas noruegas tradicionales.

trigo a cascoporro
Todas las casas eran elevadas
Karlstad hizo migas con los bailarines
y luego bailaron para nosotros

Las turfhouses aquí eran la norma

También pudimos ver la Stavkirke, las famosas iglesias medievales de madera tan notorias y en realidad tan poco presentes en el país. No pudimos ver muchas más que la del Norsk Folkemuseum, pero la verdad es que eran bastante impresionantes. Estaban construídas en madera íntegramente y tenían detalles muy vikingos como las gárgolas, en vez de gárgolas, dragones.

nuestra primera stavkirke
No había nada que no fuera madera
Por dentro, más madera

También encontramos una zona de en la que se podían coger unos zancos para hacer el mono, y por supuesto tuvimos que hacer el mono con ellos. Nadie consiguió dominarlos

Al final del recorrido se entraba en la Noruega del siglo XX, con un recorrido desde las casas típicas de principios de siglo hasta una gasolinera de los años 50.

Pajarillo en un teatro vikingo

El museo del pueblo noruego había merecido la pena y nuevamente mejoraba la perspectiva que teníamos sobre Oslo. Salimos hacia la bahía, ya que la idea era volver en ferry, así que bajamos por el lado opuesto de la colina que habíamos subido, siguiendo con las cajas de lujo y las camas elásticas.

Xåbi no perdía oportunidad para hacer el mono

Llegamos a una zona en la que había diversos museos marítimos, y de barcos vikingos a los que no entramos, aunque tenían buena pinta. En vez de eso, nos echamos a descansar junto al fiordo. Xåbi e Iñigorg en la hierba, y Karlstad y Bayusson metiendo los pies en el fiordo. El agua noruega no está tan fría como dicen, aunque yo no me bañaría. Allí echamos la tarde viendo barcos, y a unos niños coger karramarros entre las rocas (que sería la próxima monserga de Xåbi “quiero coger karramarrroooos que soy un expertoooo blablabla”)

ñam ñam, acabemos con ellas!

Cuando el paquete de galletas de chocolate eroski llegó al fondo arrancamos hacia el ferry. Tocó esperar, ya que la puntualidad no parece uno de los fuertes de los ferrys, pero pronto estuvimos junto al ayuntamiento de Oslo. Ya no nos quedaba mucho tiempo aquí, teníamos el tren a Stavanger en unas horas, por lo que volvimos a Anker Hostel a por nuestras mochilas, y seguimos hacia la estación

En la estación nos reencontramos con el chorizo, aunque esta vez uno de los tipos de limpieza pegó unos gritos a Xåbi por llenarlo todo de migas… MAldito Xåbi…

De lo que no nos acordábamos, o al menos yo, es que teníamos que coger un bus hasta una localidad intermedia para coger el tren, así que tuvimos que esperar hasta las 12 para poder meternos en las minicamas del tren. Dormir en el tren fue glorioso. Y mañana a Stavanger!

 

Un comentario sobre “Noruega, Capítulo 2: estatuas inmóvileeees, qual piuma al ventooo

  1. Joder qué feo es el Ayunta. Y qué guapas las cabañas con tejado de cesped :)
    Espero ansioso próximos capítulos!!

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