Diario de un calabacín en Islandia – Día 5: Cien kilómetros de soledad
Amaneció, que no era poco. El quinto día era el día más temido y a la vez más apasionante. El objetivo era subir a Askja, uno de los volcanes más brutos de Islandia. En 1875 hizo erupción matando a buena parte de la población cercana, la nube de ceniza llegó hasta Suecia, y los residuos que produjo envenenaron la tierra provocando una hambruna que hizo emigrar a otra gran parte de la población. Pues allí íbamos. Al maldito cráter, por la peor carretera de Islandia. Por supuesto, como siempre que había viajes de carreteras infernales, le tocaba conducir a Sedanur.
Teníamos unos 80 kilómetros hasta Mödrudalur, la último sitio habitado y desde allí 100 kilómetros hasta la caldera. Pero no hay que engañarse, 100 kilómetros por esa carretera nos llevarían alrededor de 5 horas, ya que la velocidad era ínfima.
En Mödrudalur repostamos por última vez, en una curiosa gasolinera de madera
Después iniciamos la marcha y pocos metros adentro de la pista, nos encontramos con Kirsten (como Kirsten Dunst), una alemana autoestopista, de escasas palabras, y escasos conocimientos de cine también. Cómo no, teníamos que pararla…
Así iniciamos el viaje por aquel extensísimo campo de lava, desértico, pedregoso, gris, salvaje, y atravesado por unos cuantos ríos que tuvimos que vadear.
El viaje fue durísmo físicamente, sobre todo para las espaldas y cuellos. Además, cada vez que cruzábamos un río, había una tensión mezclada con risas nerviosas que inundaba el ambiente. Los primeros fueron fáciles, pero al final cruzamos algunos en los que el agua subía notablemente, y además eran bastante anchos. Pero nada que no pudiera vencer el Cherokee con su rueda nueva y su 4WD activado.
No obstante, a pesar del rigor físico, el viaje fue un placer visual y emocional, los paisajes agrestes y salvajes, el coche dando botes, los ríos, todo supuso una gran experiencia.
A las tres de la tarde llegamos al final del camino para coches, y tuvimos que hacer un pequeño hiking de media hora por una llanura de arena negra y roja mezclada con nieve, hasta llegar a la caldera principal de Askja, cubierta por un gran lago;
y al punto de interés al que íbamos, Viti (en islandés, infierno), un pequeño cráter en el lateral del volcán, que también tenía agua en su interior, un agua sulfurosa, calentita y de aspecto lechoso, que apestaba.
Por supuesto, hubo quien no pudo resistirse al baño
El momento punk del día llegó cuando el astuto Iñivegur dejó su toalla en una roca en medio del lago, en vez de dejarla a buen recaudo en la orilla. El viento arrastró la toalla hasta el agua pestilente, y bam! toalla encharcada y pestilente para el resto del viaje. Ahora tendríamos el delicioso aroma a huevo podrido siempre que fuéramos en el coche o estuviéramos en la habitación (o sea, lo que viene siendo siempre).
Nota de Calabacín: todo el mundo dice olor a huevo podrido… pero… alguien ha visto un huevo pudrirse? Huele a azufre? Aquí tenemos dudas… habrá que dejar pudrirse un huevo a ver qué pasa.
Al bajar de nuevo al camping que hay en la base de la caldera de Askja, comimos un escueto mediosandwich de salchichón (una rebanada de pan bimbo doblada por la mitad), que nos supo al mejor bocata de nuestras vidas. Pero es que además, el pedazzzo de italiano supercrack salió del refugio con un caldo delicioso al que nos invitó, a cambio de que le diéramos una loncha del spanish salami que llevaba tantos años sin probar (al parecer llevaba años viviendo en Islandia). El gozó, pero nosotros tuvimos una experiencia mística con el maldito caldo; en ese momento, tras el duro día, con el frío que hacía, era el condenado néctar de los dioses.
Emprendimos el camino de vuelta, con la alemana que no hablaba, no conocía a Kirsten Dunst, que no le gustaba el cine, y que no le gustaban los simpson!!!!! La verdad es que merecía que la abandonáramos en el volcán. Sin embargo la llevamos hasta un sitio peor. En medio del campo de lava, con 50 km a la redonda de desierto, alguien había tenido la genial idea de plantar un camping, que por supuesto estaba vacío. Pues un “amigo” de la alemana le había recomendado el camping, y había decidido pasar la noche allí. Así que allí la dejamos. La verdad es que vaya genitales que gastaba la bávara… Sólo hay dos posibilidades, que saliera de allí por su propio pie o que se la comiera un lobo estepario.
Todavía nos quedaba un largo camino hasta nuestro hostal para esa noche, ya que todos los cercanos estaban cogidos, así que qué demonios, cogimos alojamiento en la ciudad más al norte de Islandia, a no muchos kilómetros del círculo polar. Kopásker se descubrió como un pueblo sí, remoto, pero encantador, con gentes muy alegres, (a las que se podía ver por la calle, a diferencia de cualquier otro sitio de Islandia), y muy acogedor. El tipo del hostal parecía bajo los efectos de algo psicotrópico, pero después descubrimos que era así de feliz.
El hostal era, hasta la fecha, el mejor que habíamos tenido, limpio, con agua que no olía mal, y muy acogedor, así que como al día siguiente íbamos a visitar cosas cercanas decidimos coger una noche más.
(Otro ejemplo de la candidez islandesa, en este sitio podíamos haber estado las dos noches y largarnos sin pagar, ya que no nos pidieron absolutamente nada, y se quedaron esperando tranquilamente a que fuéramos a pagar el último día; cosa que hicimos religiosamente, claro, ya que gracias a la devaluación de la corona, sólo costaba 9 euros por persona y noche)
Así acabó el día 5, con una plácida cena a base de espaguetis, como todas las anteriores.
En próximos episodios
-Hi Dex, how are you today?
-[He knows… Why else could he ask such thing…? Tonight’s the night.]
y bonus:
https://www.youtube.com/watch?v=PDITTtd1LJk (no spoilers)
27S
5 comentarios sobre “Diario de un calabacín en Islandia – Día 5: Cien kilómetros de soledad”
Mmmh, vaya, esas aguas sulfurosas seguro que son de lo más sano para la piel jejeje.
Por cierto, cómo hizo Iñivegur para volver en el coche? Se pudo secar al final? Porque os estoy viendo que llegó todo mojado al coche y le dejasteis los asientos con olor a huevo podrido de por vida al pobre (y confiado) islandés xD.
Ah! Y Calabacín, por desgracia yo sí he tenido la oportunidad de vivir la experiencia sensorial que supone un huevo podrido… mejor no hagas pruebas…
Pues creo que el bueno de Sedanur llevaba dos minitoallas, en vez de una grande, y con una de ellas se pudo secar ligeramente. Volver, volvió, pero creo que andaba un poco destemplado y mojado.
ASí que aquí tenemos a nuestro propio flipy particular… huele a azufre o peor? :D
Pues la verdad es que sí que huele un poco como el azufre (jejeje, para eso están las colecciones de minerales que uno hace de pequeño!), pero siendo orgánico y tal da más olor.
Jejeje, si lo quieres reproducir yo el que vi era un huevo cocido que quedó ahí perdido en los anales del tiempo en el frigorífico, y al romper la cáscara la cosa cantó :P.
Vaya vaya con los aventureros. LA verdad es que ese agua en el que se baña Iñigo no tiene nada de buena pinta. Pero no era que hacía frio? Porque hay que tener ganas de bañarse,jajajaj.
Stunning Iceland tiene que prometer, que grandeeeeeeee.
En realidad se bañaron todos menos Bayu :P