Alemania y Austria, capítulo 3: Knuckel-stein Haus
Intentamos salir pronto de Salzburgo, pero entre desayuno, devolver sábanas, hablar con el desconsolado coreano que no había podido dormir ni media hora, y recuperarnos nosotros mismos de los ronquidos de Iñigenstein, nos dieron las 10.30. Por suerte, nuestro destino de hoy no estaba demasiado lejos. Se trataba de Kehlsteinhaus, o el Nido de Águilas, un regalito del partido nazi a Hitler que por lo visto fue utilizado muy pocas veces por el señor del bigote y por eso no lo demolieron. Esta casa superchachi está en lo alto del monte Kehlstein (1800 msnm) y la gente sube en bus hasta su base, donde se coge un super ascensor dorado hasta el mismo refugio. Pero nosotros habíamos pensado hacer todo el trayecto andando.
Así que nos dirigimos a Berchtesgaden, un parque natural donde está el Nido de Águilas y muchas cosas más. Para cuando llegamos allí, era bastante tarde, y teníamos que pasar por delante del hotel en el que íbamos a dormir un par de noches, así que aprovechamos para dejar las maletas grandes e ir con el coche más ligero. El hotel de Berchtesgaden tenía una pinta estupenda, pero no podíamos seguir esperando, y partimos hacia el inicio del trekking. Al llegar eran ya las 12, así que íbamos a subir en medio de todo el hambre.
Empezamos a subir por un camino sencillo, que muchas veces discurría junto a la carretera, y que era un poco empinado, pero asequible. Nos habían dicho que la subida era muy escénica, pero tenía pinta de que íbamos a ir bajo pinos todo el rato.
La subida fue empinándose más, hasta que en el último tramo que era en modo puerto con curvas cerradas y tramos pegados a la ladera. Había hambre y no se veía el final entre la espesura de los pinos. Pero al fin, tras 2 horas y media de subida llegamos al aparcamiento, donde se cogía el ascensor.
Hicimos un pequeño descanso y decidimos pagar el ascensor. El precio con autobús desde abajo es bastante caro, pero sólo ascensor se quedaba en 3 eurillos, así que no fue para tanto.
El ascensor está tras cruzar un largo túnel que te mete en la montaña y es bastante grande, subíamos hasta 25 ó 30 personas a la vez. Además era de bronce bruñido con espejos, cuero, y un ascensorista simpático.
En un momento te ponías en la cima, saturadísima de gente, y empezabas a ver las pedazo de vistas de los alpes que tenía Adolfo, con lagos, cordilleras, etc.
El hambre apretaba mucho, así que directamente nos pusimos a comer en un banco, que por otra parte era el banco más deseado de Kehlsteinhaus porque tenía las mejores vistas.
Nosotros comimos tranquilamente y luego nos hicimos una sesión de fotos allí mientras los grupos de polacos se agrupaban detrás, ruidosos como españoles, esperando a que nos largáramos.
A lo tonto nos dieron las 15.30, así que empezamos el descenso, que iba a ser mucho más fácil pero también más crítico para las rodillas.
Poco a poco fuimos bajando mientras veíamos como el espectacular cielo azul se iba cubriendo de nubes. Las nubes se volvieron negras y empezaron a oírse estruendos en las montañas más alejadas. Estábamos cerca de una tormenta, así que abreviamos y empezamos a bajar mucho más rápido. El cielo estaba completamente negro y la tormenta estaba muy cerca. Cuando llegamos abajo, unos chinos estaban empezando a subir. Iban a flipar. Empezaron a caer los primeros gotones, y echamos una carrera al coche. Cuando entramos empezó a llover de forma salvaje. Perfect timing.
Así que nos fuimos al hotel a ducharnos, cambiarnos, pero sobre todo a dar uso intensivo del spa del hotel, con su jacuzzi y su sauna. FETÉN.
Estuvimos a remojo (y al vapor) más de dos horas, y subimos a la habitación como nuevos.
Al bajar de nuevo salimos a preguntar qué podíamos hacer en un minipueblo como Berchtesgaden. La chica de la recepción nos dijo que no teníamos muchas dificultades ya que eran las fiestas del pueblo!!! así que nos acercamos al centro de Berchtesgaden, que por cierto era muy bonito, y vimos que había unos cuantos escenarios con música, algo similar a “txoznas”, pero alemanas, o sea con salchichas y cerveza.
Había un ambiente tremendo, con gente vestida, en vez de arrantzale, de tirolés, y música y demás, pero nos lanzamos a comer, que había hambre después de la montaña. Encontramos un biergarten muy majo, que prometía cerveza casera, y buenos platos, en largas mesas en la calle. Por una noche, nos mantuvimos alejados del knuckel, pero Iñigestein, el Duke miraba receloso a los knuckels de mesas cercanas. Pedimos unos “noodles con queso” y unas hamburguesas. Todo muy bueno, pero siguientes visitantes deberían saber que los “noodles” de los alemanes tienen poco que ver con los noodles. En realidad son mucho más parecidos a los gnocchi, son una especie de alubias de patata. Por lo que dijeron estaban muy buenos.
Con una cervecita y una hamburguesa en la barriga las cosas se veían diferentes, así que fuimos a las “txoznas”. Estuvimos especulando un rato, hasta que encontramos un escenario en el que un grupo estaba tocando clásicos del blues y rock, y la gozamos bastante. Allí había un gordaco sin camiseta y con una barba hasta el ombligo al que se acercaban todas las chicas jóvenes. Supusimos que el ideal estético de guerrero vikingo lo peta en la Alemania rural. Iñigenstein estuvo a tope con las jóvenes también, con su bebida parecida a la coca cola que valía más que dos cervezas juntas. Le impediría dormir la cafeína al Duke? Ni pa dios.
En una de nuestras expediciones al baño (esto estaba muy mal montado, no había ni un baño público, había que apañárselas con los bares, que no eran tantos), Karl y yo pasamos por un escenario donde unos sudamericanos estaban cantando temazos de Julio Iglesias. Karl lo dio todo bailando con unas viejis a las que les encantaba Caballo de la sabana.
Después de aquello la fiesta fue decayendo. Eran las 0.00, y no podíamos olvidar que es Alemania, donde después de las 8 de la tarde te comen los lobos. Así que estuvo bastante bien, considering. Nos fuimos a la confortable camita del hotel Alpina.
Mañana tocaban más trekkings.
4 comentarios sobre “Alemania y Austria, capítulo 3: Knuckel-stein Haus”
Menudo final de concierto con “sex con fire”. Toda una sorpresa el pueblo.
Sí, un pueblo muy recomendable :D
Las vistas desde el nido de las águilas eran impresionantes. Pena que estuviera montado en plan ” chiringuito playero” con sombrillas que rompían la estética del entorno.
La cena de Berchtesgaden estuvo de lujo a pesar de la sencillez del menú. Pero es que el hambre apretaba al terminar el día,jeje. Y las fiestas fueron la guinda del pastel en el que Iñigestein lo dio todo. Parecíamos principiantes a su lado,jaja.
Los alemanes lo convierten todo en restaurante :D