Vietnam y Camboya episodio 11: Saigon para turistoides
Están los viajeros, que viajan. Y luego están los turistoides, que turistean. Vietnam es un país para turistoides; prácticamente no hay opciones de hacer nada que no esté supervisado y guiado por uno o varios vietnamitas. Si sumamos a eso la particular visión de la vida de los vietnamitas, que parece sacada de las pelis americanas de los años 80: dinero, lujo cutre, e individualismo for the win, hacen que visitar Vietnam sólo sea recomendable para los más posturistas (de postureo, no de turista de vanguardia)
Saigon es una ciudad un poco más occidental que el resto de Vietnam, pero en cuanto quieres hacer cualquier cosa que se salga de simplemente andar por las aceras o entrar en los comercios o restaurantes, ya necesitas un guía. Así que si quieres ir al delta del Mekong tienes que contratar un tour, lo cual suele implicar un guía que va de guay, unos compañeros de tour chinos que dan por el saco, y unos horarios ultradefinidos de los que no te puedes salir.
Así que nos levantamos pronto en el hotel Sunflower, muy recomendable por cierto, y tras un desayuno muy decente, cogimos la furgoneta de nuestro tour organizado al Mekong. Nuestro guía de hoy se llamaba Tiger (eso decía), y aunque nos contó algunos detalles mínimamente interesantes sobre Vietnam (probablemente la mayoría inventados, ya que sólo ensalzaban la patria y ponían a caldo a las patrias de alrededor), nos empezó a contar una historieta personal irrelevante, llena de fantochadas. Lo peor es que no nos dejaba no-escuchar. Si dejabas de prestar atención te increpaba. Pero qué te habías creído!
También nos contó algunos datos interesantes y probablemente sesgados sobre las víctimas del angente naranja y cómo habían aprovechado los sitios ultraturísticos como éste al que íbamos para ponerlas a trabajar allí a vender artesanía y sacarse unos duros. Sí señor, eso es estado de bienestar proporcionado por una república socialista, y lo demás son chorradas. Asiáticos y socialismo, ese mito.
3 horas de furgoneta después, estábamos llegando al delta del Mekong, que está realmente cerca de Saigon, pero así de dura es la vida, tardas 3 horas en llegar. Ahí el guía empezó a contarnos la batalla de que éramos unos blandos por no haber madrugado a muerte (en plan a las 4 de la mañana), ya que el mercado guay que hay en el delta del Mekong es muy pronto, a las 7 o las 8. A las 11 que llegamos nosotros ya no había nada, así que básicamente habíamos viajado 3 horas en furgoneta con Tiger para ir en barquito por un río.
No es un río cualquiera de todas formas, el Mekong nace en el Himalaya y 4900 km después desemboca en el mar. Es como si hubiera un río que naciera en Moscú y desembocara en Bilbao.
De hecho cuando estuvimos en Tibet, pasamos por al lado del Mekong, si no recuerdo mal. Así que es un super río, que tiene un motón de campos de fútbol (medida estándar de longitud) de orilla a orilla, y una fuerza salvaje en el caudal. Pero lo interesante es venir al mercado flotante, del que ya sólo quedaban restos de coles por el agua. Así que nos metieron como a ganado en una barca, recorrimos unos cuantos kilómetros, y nos desembarcaron para ir a ver un centro de producción de tortitas de arroz inflado.
La visita incluía un té!
Nos llevaron a todo meter por el sitio, viendo cómo hacían artesanalmente el tema e intentando quedar cool siempre, el maldito Tiger. Después nos llevaron a comer a un sitio un poco cutre, pero que tenía hamacas.
Así que nos dieron la ración de comida exigua, y después nos propusieron coger unas bicis para ver el paisaje y blablabla. 45 grados. Hamacas. Acabo de comer. Y quieres que coja una bici? Carlong la cogió contra todo pronóstico.
Aunque no le daría tiempo a mucho, porque como en todo tour guiado, el tiempo estaba ultralimitado a 40 minutos.
Allí nos separaron. Había algunos que se quedaban a pasar la noche para ver el mercado flotante al amanecer y otros nos íbamos a Saigon. Aquí es donde Tiger se empezó a liar un poco con quién era de su grupo y quién no.
Después de aquello, bajo la solana más abrasadora a los que quedábamos, nos hicieron un paseíllo en barquitas con tipos remando, y un sombrero vietnamita, turistoide al máximo.
El paseo, al margen del calor propio de la sala de máquinas del infierno, estuvo interesante, fuimos por pequeños canales entre árboles, y barcos grandes y no había injerencias de ningún guía en nuestras conversaciones.
No duró más de 45 minutos, de haberlo hecho el remero habría caído fulminado con ese calor.
Al salir volvimos a un barco grande, que nos llevaría de vuelta a los atracaderos donde habíamos empezado. En el barco grande íbamos algunos del grupo inicial, pero no todos. También iban otros nuevos.
La vuelta fue agradable, pero al llegar a la furgoneta y sentarnos descubrimos que faltaban chinos! Algunos no tenían que estar, pero otros que sí, no aparecían. El jodido Tiger los había perdido. Solución: NOs vamos sin ellos!!! A tomar por saco. Menos mal que eran chinos y daban un poco igual. Según Tiger, ya encontrarían otro bus, que la compañía tenía muchos. Le daba exactamente igual. Lo importante era cumplir horarios, aunque eso supusiera llegar con la mitad de los turistoides iniciales!
No nos preocupamos demasiado, y seguimos el viaje de vuelta a Saigon.
4 largas horas después llegamos, y nada más bajarnos contratamos el tour de los túneles de Cu-chi con otra compañía. No inspiraba confianza el tipo que había dejado vendidos a dos turistoides porque se habían perdido. Al salir, nos apareció un vendedor ambulante a vendernos hamacas. Uno de esos pocos vietnamitas majos y cracks. Le dijimos que no. Pero el tipo vio el ansia viva en nuestra mirada y se quedó con nuestras caras. Volveremos a hablar de él.
Con los viajes contratados, el siguiente paso fue llenar el buche, después de la poquita comida que habíamos podido catar. No nos íbamos a andar con zarandajas. A 50 metros había un Pizza Hut, y allí cayó. Aunque había pizzas con sabor cangrejo, y otras curiosidades locales, la cena quedó marcada por la crack de la camarera: había un grupo de unos 20 estudiantes occidentales de como mucho 17 años. La camarera tiró una pepsi de medio litro con todos sus hielos encima de uno de ellos :)
Así aprenderá.
Nos fuimos al Sunflower hotel, a sobar, que ya era tarde, y al día siguiente tocaba nueva madrugada!
2 comentarios sobre “Vietnam y Camboya episodio 11: Saigon para turistoides”
Bebiendo te tengo cara de Matthew McConaughey en sus últimas pelis.
del maziu maconajiu putoamo no? no sabes nada…