Nepal-Tibet. Capítulos 19-20-21: El eterno regreso

Nepal-Tibet. Capítulos 19-20-21: El eterno regreso

El día 19 de nuestro viaje empezaba el largo retorno. Para empezar, teníamos que volver hasta Katmandú, desde Pokhara. Pese a estar a poco más de 200 km, el viaje en principio dura 7 horas (de risas la red de carreteras y transportes entre las dos principales ciudades del país). El día anterior habíamos cogido los billetes para ir con una compañía de autobuses de las caras. Así que a las 6 y media cogimos un taxi para ir a la estación de autobuses, con el que no negociamos ni un céntimo. Allí, un tipo nos preguntó a dónde íbamos y nos sirvió un poco de té bajo unas lonas (estaba lloviendo). Bastante crack el señor, se puso a hablar con nosotros y con otros extranjeros que estaban allí esperando a que su autobús partiera. Por supuesto, la mayoría de ellos eran catalanes, valencianos o vascos, como en todas partes. No tardamos en empaquetar las mochilas (con cierta desconfianza) y subir al autobús, que me recordaba a los que me solían llevar al cole a principios de los 90. Dios, un autobús de los 90 en Nepal era un maldito lujo! Un asiento por persona, asientos mullidos, aire acond… eeeehh…. miniventiladores individuales, sitio para que Iñigorkha estirara las piernas, ventanas que se abrían, y probablemente era capaz de rebasar los 50km/h, aunque no creo que lo hiciese.

Como los tipos duros y malotes que éramos, nos sentamos en la última fila y arrancamos el largo viaje. Fue risas que un poco más tarde, en una de las paradas, se sentaran con nosotros una pareja de Berriz. Mira que hay sitios en el mundo, pues de Berriz. Así tuvimos conversación un rato. También había unas chicas de… of course! Valencia. En estos años, siempre me encuentro con vascos, catalanes y valencianos. Gente viajera, seremos…

Era la primera vez que íbamos sin tragar humarro de los camiones (al parecer, el único tipo de vehículo, junto con las furgonetas y taxis que se vende en Nepal), que podíamos abrir la ventana y casi casi dormirnos en aquellos asientos. También aprovechamos para ver un poco más el paisaje rural de Nepal y sus gentes, aunque fuera desde la ventana del autobús. Podía verse a la gente haciendo toda su vida en la calle, y como siempre, mucho color.

un vehículo más en las carreteras nepalís

En Nepal, si no tienes un camión no eres nadie. Yo creo que en todo el viaje de Pokhara a Kathmandú pudimos ver cruzarse con nosotros unos 15 o 20 coches normales. Todo lo demás eran furgonetas o camiones. Aunque las velocidades no son muy altas (calculando a ojo yo creo que van a unos 35km/h de media), a veces pasan cosas. Eso sí, nunca son graves, justamente por la velocidad. No hay que pensar en una carretera de Nepal como una línea de anchura uniforme dividida en dos o más carriles por líneas blancas continuas o discontinuas. Las carreteras son caminos asfaltados de anchura que varía cada 20 metros, con curvas cada 40 metros, desniveles, cambios de rasante, zonas inundadas, baches y ningún tipo de separación de carriles. Además, no hay ningún tipo de regulación del tráfico, ni señales, ni indicaciones ni nada. Teniendo en cuenta esto, y que hay camiones que se ponen a subir una cuesta a 15km/h, se producen adelantamientos constantemente. Los adelantamientos se hacen sin ningún tipo de visibilidad. Si viene alguien de frente pues simplemente uno de los dos frena un poco y se echa a un lado (normalmente el que tarda más en tocar la bocina). Aunque van despacio, la sensación para alguien ajeno a esto es una sensación de peligro constante.

Un autobús estándar

Veíamos bastantes camiones volcados por el camino, gente que apuraba demasiado en una curva, o en un adelantamiento, pero nunca nos afectaba. Sin embargo llegó el momento en el que el tráfico tenía que darnos por saco. Después de la parada de rigor en un área de servicio, el autobús entró en una caravana que no parecía tener fin. Larguísima. Como no venía nadie, nuestro autobús y algunas furgonetas se metieron por el “carril” contrario. Hasta que empezaron a llegar camiones en sentido contrario y nos atascamos más aún. Por lo que vimos después, la situación que había provocado todo era que un camión había intentado adelantar a otro, y venía un tercero de frente. Ninguno se apartó a tiempo y se interbloquearon. Todos los camiones que seguían a los que bloqueaban estaban justo detrás, así que no podían maniobrar hacia atrás tampoco. Dos horas después conseguimos salir de ese atasco, pero esto no evitó que entráramos en otros.

baño al aire libre, gente sana.

 

mercadillo, también al aire libre


Al final, 11 horas fueron las que pasamos en aquel autobús. Para 200 km. Pero la verdad es que después de lo pasado en los días anteriores, fueron 11 horas absolutamente llevaderas. Al llegar a Katmandú no pudimos ser más engañados. El autobús paró en una calle bastante transitada, y con mucha circulación, parecía que estábamos lejos de Thamel, pero la realidad era que estaba en la calle de al lado. No saberlo nos hizo coger un taxi, y la nueva política de ni plantearse negociar los precios nos hizo pagar 100 rupias por llevarnos a Asmita. Cuando descubrimos que habíamos cogido el taxi a 150 metros de la oficina de Dil Pahari…

Así, el taxista se sacó unas perras, y nosotros llegamos cómodamente hasta la puerta de Dil, del que obtuvimos la pasta que nos tenía que devolver del vuelo que no pudimos coger, y  nos despedimos.

De allí fuimos a Asmita, donde estaban los valencianos del autobús! Y casi nos levantan la habitación!!! porque Asmita pensaba que ya no llegábamos. Menos mal que llegamos y fuimos a nuestro refugio de calidad en Nepal. Era como volver a casa.

Como era el último día decidimos pegarnos otro homenaje alimentario, así que fuimos a “La dolce vita”, un restaurante italiano en el centro de Thamel, del que nos habían hablado las chicas de Valencia. La verdad es que fue la mejor comida de todo el viaje, aunque no tuvo tanto valor relativo como la del día en que llegamos del infierno.  La Dolce Vita estaba en la zona más chula de Thamel, en frente del hostel más grande y elegante de Thamel. Fue una lástima conocer esta zona tan tarde. Después de comer, estuvimos haciendo nuestras últimas compras, anticipándonos a Mr. Monsoon, que finalmente nos pilló de lleno. También fuimos a un ciber para hacer el autocheckin online del viaje de vuelta de Iñigorkha, pero como es sabido, parar en un ciber lleva a la procrastrinación en sus más diversas formas. También leímos el mail de Xhabitse diciendo que se venía a vivir a Pamplona! Pero no era novedad para nosotros :D

No tardamos mucho en dar con nuestros ahora huesudos cuerpos en las haimas de Namasté Café & bar, nuestra parroquia, a tomarnos un último cocktail, ya sin miedo a los hielos locales. La noche no estuvo mal, musicón, cócktails ricos y despedida de la zona cero de Thamel. Nos fuimos pronto a dormir, ya que al día siguiente partíamos hacia casa.

Día 20. Probando la seguridad aeroportuaria nepalí

El día 20 nos levantamos bastante pronto para ir al aeropuerto de Kathmandu con tiempo. Al parecer necesitas casi 3 horas para hacer todo bien. Hasta que estuvimos allí no sabíamos muy bien por qué. El problema son los chequeos de seguridad:

Entrada del aeropuerto: te chequean a ti (cacheo sobre una tarima) y a tu bolsa, sin ni siquiera haber facturado. Ponen una etiqueta de seguridad en tu bolsa, acreditando que esta bien

Facturación: vuelven a mirar tu bolsa y le ponen otra etiqueta. También a la de mano

Paso por inmigración: te chequean visado. No tardan mucho pero hay que rellenar un absurdo papel. PApeles hay mil. Bolígrafos ni uno. Así que llegas a la ventanilla con el papel en blanco y lo rellenas allí.

Checkpoint antes de la puerta: Vuelven a chequearte a ti (cacheo en general, paso por un arco de seguridad). DEspués un tipo mete la mano en tu bolsa y la chequea. Pone un sello a la etiqueta anterior (30 segundos después la tinta del sello se ha corrido y no se ve nada)

Justo antes de entrar en el área de espera de la puerta de embarque: un tipo vuelve a chequar tu mochila, etiquetada y sellada, y se asegura de que no lleves agua (que sólo has podido comprar dentro del aeropuerto, ya que si llevabas algo, te lo habían quitado antes)

Embarque: Llaman a embarcar y juuuusto antes de coger el bus que te lleva a la puerta del avión, se forman dos colas, una para mujeres y otra para hombres, donde te cachean y vuelven a comprobar tu mochila, etiquetada, sellada y sin agua.

Puerta del avión: el bus te lleva hasta la puerta del avión y allí en mitad de la escalerilla montan otro puesto de seguridad con mesitas y demás, en el que VACÍAN TU MOCHILA para volver a registrarla!!!!!

Llegados a este punto te preguntas qué sentido tenían todos los demás cacheos y chequeos, si justo antes de entrar en el avión te iban a vaciar la mochila… Alguien no ha aplicado la lógica demasiado… PEro bueno, supongo que el lema de Nepal Airlines es “Security First”. O algo.

En fin, después de ese inicio tan desesperante, los vuelos a Nueva Delhi y de Nueva DElhi a Londres fueron absolutamente placenteros (quizá no tanto para Iñgorkha, que se sumió en su burbuja de lorazepam, aunque no le hizo demasiado efecto).

TEníamos que hacer noche en Londres, así que Iñigorkha contactó con su hermano, que estaba viviendo allí y nos alojó por esa noche. No fueron demasiadas horas, ya que Iñigorkha tenía que estar en Stansted a las 6 de la mañana, y habíamos llegado a Londres a las 10 de la noche. Pero fue glorioso poder dormir en una cama y no en el frío y ruidoso suelo de Stansted. No sé Iñigorkha, pero al menos yo le debo una gorda a su hermano.

Día 21. El final

Para poco más de las 5 ya estábamos montados en el Stansted Express.

Miles de horas despiertos nos llevaron hasta la red de ferrocarriles ingleses

En este momento, después de todo lo que habíamos pasado en el valle de la muerte y los autobuses subsiguientes… Perder avión, buscarse la vida, cambios de autobús, derrumbamientos, alojamientos infernales, buses más infernales aún… Estar en Londres daba una sensación de seguridad absoluta. Por primera vez iba al aeropuerto sin pensar en qué puede pasar si pierdo el avión. Pues nada, si lo pierdo ya me las arreglaré, estoy al lado de casa! De hecho lo viví poco después.

Iñigorkha partió el primero, su vuelo era pronto (el mío era a la una del medio día). Recuerdo la despedida con especial emotividad. Aunque quizá sólo esté en mi cabeza.

Como el last man standing en el que me convertí, aguanté hasta la 1, leyendo, para coger mi último avión. Cuando estábamos en la puerta de embarque, dijeron algo por megafonía… El vuelo se iba a retrasar, cambiar de puerta, explotar, o algo. No presté atención. La gente que esperaba se revolvió. Viajeros amateurs :D.

Yo ya estaba en casa.

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