Calabacín en Caledonia, capítulo 4: Un dram de whisky y una puñalada en el pulmón

Calabacín en Caledonia, capítulo 4: Un dram de whisky y una puñalada en el pulmón

Menos mal que íbamos a huir de aquellas caravanas de la muerte. Yo no había dormido tan mal, pero me consta que Iñigoch y Unaigh habían sufrido ronquidos del tipo gigante que el día anterior se había sentado en el sofá ocupando dos plazas y media. Además, las caravanas tenían goteras y el hostel tampoco era el sitio más acogedor que habíamos visitado en nuestros viajes…

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La isla de Skye es grande, pero en un día en coche se pueden visitar todos sus highlights, siempre que no esperes subir a los montes Cuillin, extremadamente llamativos, pero que te pueden llevar 3 horas la ida y vuelta. Así que como íbamos justos de tiempo decidimos verlos desde abajo, ya que por la tarde teníamos visita a una destilería de whisky.dscf5818

En primer lugar fuimos a Portree, un pequeño, pero masificado pueblo pesquero que reunía bastante parte de la pesca de las Hébridas interiores, y en el que, al ser domingo, no pudimos ver nada, ya que sólo estaban abiertas las panaderías. Dimos una vuelta en todo caso, que en seguida se acabó, ya que el puerto era muy pequeño.

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Después de aquello arrancamos hacia los acantilados de Kilt Rock, unos escarpados barrancos rodeados de ocasionales farallones que se alzaban cerca de Staffin. Las vistas estaban muy bien, aunque probablemente fueran mejores desde fuera de la isla. dscf5824 dscf5827 dscf5830 dscf5836

Además, los viewpoints estaban plagados de mosquitos que se te pegaban y se metían en todas las cavidades. Eran mosquitos zeros como los de Nepal, pero mucho más pequeñitos. Aun sabiendo que iban a morir aplastados se lanzaban contra ti, y Unaigh descubrió dos días después que tenía la pierna llena de minúsculas picaduras. Así que se veía a los turistas que iban llegando acercarse a la barandilla del viewpoint y durar 30 segundos, hasta que salían disparados hacia el coche de nuevo.

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Seguimos nuestra trayectoria por pueblos tan exóticos como Brogaig, Flodigarry, Kilmaluag, Balgown, o Feorlig,  pensando que los antiguos escoceses vivían permanentemente con espinas de pescado atascadas en la garganta. Finalmente llegamos hacia la hora de la comida a Carbost,  habiendo rodeado toda la isla. Carbost se sitúa junto a un espectacular fiordo y se caracteriza fundamentalmente por ser la ciudad donde se encuentra la destilería de Talisker, que íbamos a visitar esa misma tarde. Según bajamos del coche se percibía ese delicioso olor a establo de la malta de cebada que lo impregnaba todo. Nos metimos en el primer bar que encontramos, esperando poder comer algo. Y vaya algo, tras ver el menú, decidimos que ÉSTE era el bar en el que por fin íbamos a probar el famoso haggis. El haggis es según te lo cuentan, una cerdada: vísceras variadas de oveja metidas en su estómago. Suena mal de narices, pero está delicioso.

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En realidad, se parece bastante a nuestra morcilla, que al final no deja de ser sangre de cerdo en su intestino. Pero claro, tiene truco, igual que la morcilla no es sólo sangre intestinada, el haggis no es solo pulmón estomagado. Tiene una fina mezcla de cebolla, avena, especias que hace que sea una comida muy rica (y calórica).  Tras mi plato de haggis con verduras y patatas , fuimos a todo correr a la destilería Talisker, para mí uno de los highlights del viaje, pues como muchos saben, soy un gran entusiasta de los whiskis escoceses (y de hecho mi mochila volvió llena de botellas).

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El proceso de destilación del whisky es aparentemente sencillo, pero tiene detalles muy clave como el agua, la madera, quemado y tiempo de envejecimiento, o el grado de tueste de la cebada para maltearla. Un escocés con acento imposible nos explicó todos esos detalles, la transformación del jarabe de malta en wort, el destilado de wort en wash, y en la última fase, el divertido pero importante concepto de angels’ share, la porción de los ángeles, que es básicamente lo que los ángeles se beben (lo que se evapora) de whisky cada año desde que es metido en las barricas, que hace que un whisky de muchos años no sólo sea preciado porque ha envejecido de forma extrema, si no por su escasez, ya que ha menguado progresivamente.  Al final de la visita hacen una cata donde te ofrecen Talisker Storm, en mi opinión uno de sus whiskis más vulgares, pero explican cómo beberlo, explican que es perfectamente lícito aguarlo (y bastante típico, dependiendo del tipo de whisky, ya que abre el sabor y el aroma) y que se degusta mejor con un vaso de agua para limpiar la boca y probar de nuevo cada sorbo como si fuera el primero. También nos contaban la diferencia entre single malt y blended, y es muy muy curiosa, ya que single malt significa que es un whisky procedente de una sola destilería, pero no de una barrica, como piensan algunos, ya que las barricas de una misma hornada se mezclan diversas veces entre ellas y con otras para igualar sabores y que no salga cada tanda con matices diferentes. Y un whisky blended lleva whisky de varias destilerías y no lleva años de envejecimiento, ya que no lo saben a ciencia cierta :D. Los whiskis signature, como el Talisker Storm, suelen ser blended, ya que buscan alguna cualidad específica en esa variedad concreta (como por ejemplo el Talisker 57, que tiene 57º de graduación alcohólica para representar que Carbost tiene latitud 57).

En fin, una grata experiencia en la destilería, tras la cual me hice socio del club Diageo de destilerías, que básicamente agrupa a prácticamente toda la producción de whisky escocés, y que te ponen sellitos cada vez que visitas una. Pero sobre todo, te dan un mapa de sabor, y grado de ahumamiento de todos sus whiskis, algo muy práctico cuando quieres comprar alguno.

DEspués de la destilería nos quedaba una pequeña porción de tarde, que dedicamos a ir a las Fairy Pools, una serie de cascadas suaves con pocitas en una larga ladera escocesa.

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Las fairy pools eran muy bonitas, pero lo más llamativo es que el agua estaba helada, pero estaban llenas de escoceses (y otros) echándose baños.

DEspués de las pocillas, estaba a punto de anochecer, así que tiramos para el Skyewalker hostel, el hostel más en medio de la nada en el que he estado (si quitamos Ósar, en Islandia, y el putiantro del camino de la muerte en Nepal), que no tenía conexión a internet, ni de teléfono, ni naada de nada, pero era agradable, acogedor, bonito, y había un montón de gente que al no tener internet ni teléfono estaban por allí danzando y tocando instrumentos raros y de alguna manera te empujaba a relacionarte.  Y más aún, tenía fuera una especie de iglú transparente con sofás donde la gente iba a echar unas cervezas y ver el cielo (aunque también había una china viendo una telenovela china mientras hacía una especie de contorsionismo). Skyewalker era uno de esos hostels de los que te da pena irte. Pero bueno, al día siguiente habría más.

 

7 comentarios sobre “Calabacín en Caledonia, capítulo 4: Un dram de whisky y una puñalada en el pulmón

      1. La última foto de Unai la he tenido que mirar varias veces para ver si era una o dos fotos. Muy guapo el multinivel.

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