Alemania y Austria, capítulo 4: La leyenda de Knuckel Vance

Alemania y Austria, capítulo 4: La leyenda de Knuckel Vance

Amanecer en el Alpina Ros de Berchtesgaden fue una maravilla, especialmente para Xabimann y para mí, que nos habíamos quedado con la habitación doble, alejados de los ronquidos de Iñigenstein. Por fin habíamos podido dormir toda la noche a pierna suelta. Unaien y Karl no pudieron decir lo mismo :) Iñigenstein no tenía claro si había dormido bien o no, pero para Karl era bastante obvio que sí.

"mucha cara sonriente, pero he dormido 10 minutos en toda la noche"
“mucha cara sonriente, pero he dormido 10 minutos en toda la noche”

El desayuno estuvo a la altura del hotel, y nos pusimos morados, anticipando el trekking que nos íbamos a meter después. No sabíamos muy bien a dónde ir ya que en Berchtesgaden hay un montón de trekkings, así que preguntamos a la chica de recepción, que era muy maja y se desvivió por darnos un itinerario que nos molara.

La chica nos sacó mil de documentación, miró en internet y preguntó a sus compañeras. La realidad es que no tenía ni idea: lo primero que nos contó es que sólo conocía un trail que era muy fácil (se hacía descalzo), y que ella no lo había hecho nunca. Tenía pinta de poco deportista. Pero entre la info que nos dio y lo que sacamos de la página web del parque, decidimos hacer el camino del valle de Wimbachtal. Este valle fue formado por un poderoso glaciar del que ahora quedaba más bien poco. Era un sendero junto al río Wimbach, que bajaba de lo que quedaba del glaciar. El trail completo eran 17 km, con una subida hasta un paso de montaña a 2500 mts de dificultad muy alta, y regreso por el valle de al lado. Entre levantarnos, desayunar, y ponernos en marcha nos habían dado las 11, así que parecía que ese trekking no era el más adecuado. Así que decidimos hacer el intermedio: llegar hasta Wimbachschloss, un refugio a medio camino que era más asequible. La estimación de tiempo eran unas 3 horas ida y vuelta, algo que se ajustaba a nuestro timing.

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El camino empezaba en Wimbachbrücke, donde aparcamos el coche gratis (increíble!), y empezaba con una pendiente mucho más fuerte de lo que pensábamos. La parte empinada duró poco, y el resto del sendero fue bastante fácil. Un poco más arriba encontramos que había que pagar para hacer el camino. Era un poco raro, pero no salía demasiado caro especialmente con Gästekart (unos 2 euros). Las tarjetas de invitado Gästekart son un buen invento que hay en Austria y (al menos al sur de) Alemania. En los hoteles te dan unas tarjetitas que puedes llevar a las atracciones turísticas de la zona y te hacen descuento, así como coger transporte público local. No sé si lo hacen para fomentar el alojamiento en hoteles o para fomentar la visita a sitios turísticos o el uso de transporte público, pero parece una buena idea en cualquier caso.

Al principio todo era garganta
Al principio todo era garganta

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Pagamos el acceso y entramos en la garganta de Wimbach. El río glaciar discurría por una estrecha garganta en su parte más baja, con pasarelas de madera, y unas vistas muy chachis.

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Todavía no lo sabíamos, pero el trayecto de pago correspondía únicamente al tramo de la garganta. Es decir, se podía hacer todo el trekking sin pagar, pero entonces te perdías la cascada y la garganta. A la vuelta se volvía por el tramo sin pagar, que iba en paralelo pero no tenía vistas.

El ascenso empezó a ser suave, y la garganta dio paso a un río que poco a poco se fue anchando, hasta que llegó una gran explanada de cantos rodados con un hilillo de agua por el centro. REcordaba a los grandes valles que había en la base de los Himalayas en Tibet, que en verano eran un pedregal pero en invierno/primavera tenían pinta de estar a rebosar de agua.

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Las paredes de los montes cercanos estaban completamente estriadas por la acción del glaciar en el pasado, y las vistas eran terribles durante todo el trayecto.

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Al final llegamos a Wimbachschloss sin tardar demasiado (alrededor de una hora), y nos planteamos seguir, pero no habíamos traído bocatas, ni agua, ni en realidad ganas, ya que la siguiente parte del trayecto era mucho más dura.

Así que estuvimos un rato haciendo el mono por allí y nos volvimos hacia Wimbachbrücker, con las conversaciones recurrentes sobre los peces del Amazonas siempre presentes.

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Al llegar nos hicimos un bocata en medio del parking y lo comimos tirados como perrillos.

Bocatele en el parking
Bocatele en el parking

Habíamos visto un minigolf cercano a la entrada, y después de comer empezó lo que sería el PGA Open Deutschland, un tour por los mejores minigolfs, con Xabimann, un sabio barbudo con un toque mágico para el putt, Knuckel Vance, el jovenzuelo ultracompetitivo, Unaien el señor de los montículos y en el papel de la hermana Bernadette, Roxy Monóxido!

había troncos hermosamente apilados
había troncos hermosamente apilados

Hicimos unas reglas un poco raras, pero estaban bastante claras: máximo 20 golpes (sí, somos unos paquetes), si se sale de la pista en cualquier caso, se vuelve a empezar, se puede alejar la bola de los bordes cuando queda pegada, y lo más raro, jugábamos todos a la vez, por lo que había 5 bolas en la pista siempre. Lo cual era una locura.

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POLÉMICA
POLÉMICA

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MAS POLÉMICA
MAS POLÉMICA

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SÚPER POLÉMICA
SÚPER POLÉMICA
POLEMICÓN!
POLEMICÓN!

Para el hoyo tres ya había habido un par de polémicas. Al llegar al 12, que no tenía pista si no que la bola tenía que volar hasta el hoyo, llegó otra polémica. Y en el último hoyo, cuando más disputado estaba todo, Knuckel Vance protagonizó la ultrapolémica, ya que su bola entró a la primera en el hoyo, pero se salió después. Él decía que como había entrado, que se saliera era irrelevante, pero todos decíamos que la bola tenía que quedarse dentro.

Al final para el resultado daba igual, ya que 1 golpe o 20, iba a quedar segundo de todas formas.

Resultados clarísimos
Resultados clarísimos

Con la polémica en mente salimos hacia Königsee, el lago más mítico de la zona, que era una visita obligada en Berchtesgaden. El pueblo por donde se accede al lago es un pueblo bonito y agradable, pero como esto es Alemania, y habíamos llegado a las 6, todo estaba cerrando ya, y no pudimos alquilar una barca para recorrer el lago. Recordad: si queréis remar en Königsee, antes de las 5! El baño era la opción b, pero tampoco vimos un sitio claro por donde meterse al lago, y encima estaba empezando a refrescar (a pesar del supercalor que habíamos tenido en el minigolf). Así que hicimos un minitrekking de 15 minutos hacia un mirador desde el que se veía el esplendor del lago.

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Debatiendo de cosas profundas
Debatiendo de cosas profundas

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Para cuando volvimos al coche, como el día anterior, estaba empezando a llover de nuevo. Cuando llegamos al hotel, estaba jarreando.

Qué podíamos hacer, estábamos atados de pies y manos… no nos quedaba otra solución que pasar una durísima tarde en el spa del hotel. Baños de burbujas, sauna, tumbonas… se hizo muy muy duro, pero con nuestro entrenamiento pudimos resistir dos horas a remojo.

Al salir no había dejado de llover, como el día anterior, así que fuimos a cenar, esperando encontrar un jaleo similar al de la noche anterior en Berchtesgaden. No había NADA. CERO. Muerte y destrucción. El pueblo estaba desierto. Llovía a mares, y no teníamos muy claro si encontraríamos algo para cenar.

Pero finalmente encontramos un agradable restaurante italiano en el centro donde nos pudimos pinchar unas pizzas enormes increíbles.

Una cena épica. Pero sin knuckel. DOs noches seguidas sin knuckel. Esto empezaba a ser preocupante.

Con esas nubes de preocupación (y también de las de llover), nos fuimos a la camita a pasar nuestra última noche en el agradable Berchtesgaden. Mañana veríamos gigantes!!

4 comentarios sobre “Alemania y Austria, capítulo 4: La leyenda de Knuckel Vance

  1. Jajajajajajaja. POLÉMICA !!!. Debo decir que he reflexionado mucho sobre la validez del punto final de Iñigo y he llegado a al conclusión de que es mala y debería haber repetido.

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