Eslovenia, capítulo 7: Vila Piranesi

Eslovenia, capítulo 7: Vila Piranesi

La noche en el hotel fábrica no fue para tanto. En el fondo estuvo bastante bien, a pesar del ruido de las máquinas de refrigeración y condensadores que teníamos por vistas. Sin levantarnos muy tarde decidimos ir a por el prometido desayuno.

Vaya, había algo que no habíamos tenido en cuenta al coger este hotel (otra cosa más), y es que como sólo era un bloque con habitaciones y camas, no había ningún sitio para desayunar. En realidad el sitio del desayuno estaba en otro edificio, en otro pueblo.

Así que recogimos todo y salimos hacia el desayunadero, que en realidad era otro hotel, y allí nos recibieron como correspondía: diciéndonos que no habíamos reservado desayuno, y que nos iban a dar porque estábamos allí, pero casi casi le debíamos la vida. El desayuno fue bastante pútrido, pero mejor que otros anteriores, así que tampoco podíamos quejarnos.

Escapamos como buenamente pudimos de Nova Gorica para ir a las cuevas de Škocjan, uno de los principales atractivos turísticos de Eslovenia, junto con las de Postojna. En principio Škocjan eran las cuevas pequeñas (en Postojna se habían llegado a realizar obras de navidad para la realeza), pero eran bastante espectaculares.  En menos de una hora se puede llegar desde Nova Gorica a las cuevas, así que fue buena idea dormir allí después de todo (quizá habría sido mejor dormir en Trieste).

En Škocjan no hay muchísima gente como cabría esperar, pero hay bastante, y aunque está bien organizado por grupos, es conveniente ir con tiempo suficiente. Pronto los guías reunieron a los grupos y nos llevaron a la entrada de las cuevas, que parecía más la entrada a un silo de misiles nucleares. En esta entrada es donde explican que no se puede hacer fotos dentro de la cueva (ingenuos…).

Una cueva como otra cualquiera

Al principio, la cueva es estrecha y lleva por cavidades relativamente pequeñas, con las formaciones cársticas de rigor, como una cueva cualquiera de cualquier parte del mundo. En esas estrecheces, una chica de un grupo se agobió, y le entró claustrofobia. ¿Pero a dónde pensaba que iba? La guía tuvo que acompañarla fuera de la cueva. Momento perfecto para hacer fotos.

Sin embargo, después se llega a una sala enorme, muy profunda y larga, a la que se accede por arriba, y después se va bajando. La sensación al entrar es de entrar en Moria. Faltaban las columnas talladas y echamos de menos al Balrog, pero todo lo demás era igual que la gran mina enana. Rica carne deshuesada y ríos de cerveza!

La gran sala

Después de mega cavidad, que nos indicaron que se había inundado entera en un momento dado, en el que murieron un montón de visitantes (es mucha agua la que hace falta para llenar eso), se llegaba a otra serie de cavidades más pequeñas, y finalmente a la calle.

Un agradable paseo nos devolvió al centro de visitantes, donde comimos en unas mesas comunes al aire libre, mientras Unaij lanzaba miradas a un grupo de chicas hipsters. La verdad es que el centro de visitantes estaba muy bien preparado.

Paseíllo hacia el centro de visitantes

Tras comernos un señor helado, cogimos el coche para dirigirnos a Piran.

Hacía 43º, un sol de justicia, y nos dirigíamos a la única salida al mar de Eslovenia, Piran, un pueblo blanco construido en un saliente de roca en el Adriático norte. Con este calor, todo pintaba muy bien yendo a un pueblo con playa que no tenía ninguna actividad para hacer.

La cosa no fue tan bonita como pensamos. Piran es un pueblo muy pequeño con calles muy estrechas (menos de un metro en muchos casos), que tiene mucho de los pueblos mediterráneos griegos, pero también tiene un extraño toque de la Rusia soviética… No sé si serán sus playas de hormigón armado, sus decadentes edificios semi en ruinas, o el hecho de que esté lleno de eslavos mafiosos de diversa procedencia con coches de lujo y que se llaman Dimitri, Yuri o Vladimir…

Las estrecheces del pueblo hacen que sea prohibitivamente caro aparcar dentro, hasta el punto de que hay una barrera al entrar al pueblo que cobra las salidas, exactamente igual que un parking. El pueblo es un gigante, caro y retorcido parking.

Así que por unos módicos 5 euros!!!, entramos hasta la cocina, dejamos las maletas en el hostel, y nos llevamos el coche a un parking que se había construido estratégicamente en las afueras. 20 minutos, 5 euros. Cuánto daño ha hecho el euro. Y la mafia.

Así que a medio día del día más caluroso de todas las vacaciones ( y de la historia, probablemente), recorrimos a pie el largo trecho entre el parking y el centro de Piran, y compramos algo de fruta para la cena (sí! fruta!!). El hostel de Piran merece una entrada propia, así que sin entrar en detalles, contaremos simplemente que estar quieto sentado en la cama hacía sudar.

Calor

Tras reposar un poquito nos fuimos a la épica playa de hormigón. En todo piran, las “playas” son los míticos cubos de hormigón que ponen para que rompan las olas, pero había una zona privilegiada donde había un bloque  de hormigón seguido de un pedregal donde uno podía incluso tumbarse. No fue el caso, ya que debido al calor nos pegamos al muro que había para evitar estallar en llamas.

La "playa"

La entrada al mar era como poco difícil, con piedras afiladas y musgo resbaladizo, el combo perfecto. El agua estaba tibia-turbia, y un poco oleosa. No era una sensación muy agradable, así que al menos yo, pasé la tarde entera pegado al muro, observando a los rusos, búlgaros, ucranianos, croatas y eslavos en general que había por la zona, cómo disfrutaban con un poco de agua.

Cuando la tarde dio un poco de tregua y refrescó ligeramente (hasta los 35º), decidimos ducharnos (la ducha más absurda que he tomado), y dar una vuelta por el pueblo, que todo sea dicho, tenía bastante encanto a pesar de todo.

foto time!

Menos mal que bajó la temperatura

La plaza central era una elegante plaza de mármol construída sin duda con dinero sucio.

Subiendo unas empinadas cuestas se llegaba a una iglesia y lo que fue una fortaleza, desde la que se veía la costa opuesta del Adriático (probablemente Venecia) y la impresionante tormenta que estaba teniendo lugar allí. Estuvimos un buen rato en la fortaleza ya que las vistas eran impresionantes, al atardecer, mereció la pena después de todo el día pasando calor y sudadas.

subiendo a la fortaleza
el puntiagudo Piran

Al bajar, fuimos a un puesto de pescadito frito que había muy cerca de nuestro hostel, y aunque estuvimos esperando casi una hora, el pescadito, calamares y demás que nos sacaron estaba a la altura de una ciudad pesquera. Fue una buena cena.

"cuando vienen esas rabas for christ's sake!"

Después nos dirigimos al “paseo marítimo” (la zona con terrazas que había junto al bloque de hormigón que era la playa), y nos pinchamos unas Laškos que entraron de lujo.

Pensábamos que Piran tendría algo de vida nocturna, pero no fue así, pese a que era viernes, así que nos fuimos a la cama, ya que en cualquier caso, al día siguiente teníamos nueva sesión de cuevas.

2 comentarios sobre “Eslovenia, capítulo 7: Vila Piranesi

  1. Croacia la recuerdo exactamente igual. Todo playas de hormigón, eso si, con sus camitas con dosel y cortinas encima.

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