Noruega, Capítulo 9: a Moria!

Noruega, Capítulo 9: a Moria!

Tocaba Lofoten. Parece que Noruega es pequeño pero es un país enorme, al menos a lo largo. Llevábamos 8 días dando vueltas por el sur y sólo habíamos visto una quinta parte de su longitud. Subir a Lofoten desde Vinstra o en general desde la zona de los fiordos era una tarea ardua y que nos llevaría varios días.

Eran más de 1200 km, pero no debemos imaginar los 1200 km de Bilbao a Bruselas, que ya son matada per se. Eran 1200 km por carreteras de ir a 60. En Noruega sólo vimos dos autopistas (de 2 carriles y 100km/h de velocidad máxima), estaban en Oslo y Trondheim. Probablemente haya más, pero no las que íbamos a coger nosotros. Así que tocaba Lofoten, y según nuestro planing teníamos 3 días para ir y hacernos los 1200 km suavemente entre paradas varias, como 4 Bilbao-Madrid seguidos, pero en vez de 4 horas, 7 u 8 horas cada uno.

Pero Xåbi tuvo una idea para complicar las cosas y hacerlas un poco más interesantes: visitar Røros. Røros es un pueblo minero al este de Noruega que está entre nada y absolutamente nada y suponía un desvío terrible de nuestra ruta, lo cual supondría dos jornadas de viaje posteriores intensísimas. Lo interesante del pueblo es que conservaba el aspecto de cuando se fundó, con sus casas de mineros, sus cantinas y demás. Vamos era como ir al Far West, pero con vikingos. Además contaba con una auténtica mina de cobre visitable, que por lo visto fue una de las más importantes de Europa en su día y motivo de conflictos entre reyes daneses y suecos.  Algo de miga ya tenía el pueblecito. Aunque Røros estaba en la zona baja de Noruega, era el este profundo, casi en la frontera con Suecia, mientras que nosotros estábamos en el oeste.

calles de Røros
Karlstad era un cowboy

Así que llegar a Røros nos llevó toda la mañana y cuando llegamos nos pusimos a comer en un banco que había cerca del centro. El chorizo empezaba  a ser insoportable. Cuando acabamos de comer nos lanzamos a explorar Røros. Era un pueblo bonito con comercios interesantes, puertas bonitas, y casas antiguas.

wa-wa-west
Casas estándar de Røros
La iglesia, parece de los canteros. El símbolo son dos martillos de los mineros y el símbolo de venus, que por lo visto es el símbolo alquímico del cobre
qué puertas más bonitas, parecen de Invernalia o de Gondor

El río bajaba por el centro, con el lecho completamente rojo, y unas cuantas casas arremolinadas alrededor, que sirvieron en su día para procesar el cobre y desechos varios.

Algunas instalaciones junto al río

Algunas vías de extracción se conservan en el mismo centro del pueblo

Junto al centro había una gran montaña de material sacado de la tierra que tuvimos que trepar para poder ver todo el valle.

The country of flavour

EL barrio Turfhouse

He comentado ya que me encantan las puertas?
he comentado ya que a Karlstad le encantaría ser vaquero?

DEspués de unas cuantas vueltas por la ciudad, cogimos el coche otra vez para visitar la mina del rey Olav, Olavsgruva. Esta mina fue una de las más productivas de Europa y estuvo activa hasta los años 70, cuando la convirtieron en centro turístico. Allí cogimos una visita guiada, con un guía divertido de gran bigote con puntas rizadas y buena barriga. La visita empezaba en el propio centro de visitantes donde explicaban cosas genéricas de la mina como su profundidad, extensión y uso a lo largo de los años.

El inicio de Olavsgruva
REcordando un poco a Indiana Jones

Pero después se entraba en la mina y se experimentaba algo poco conocido. Tras bajar unos cuantos metros casi en vertical ya se podía notar que el frío y la humedad se multiplicaban, la sensación era muy diferente a la de las cuevas naturales. Aquí la piedra y el barro estaban encima rezumando humedad y frío. La mina estaba muy bien ambientada, ya que a parte de conservar escaleras , máquinas, cuartitos, iluminación y  equipamiento originales, tenía una grabación con sonidos que se podían escuchar como obreros picando o gritando, y en ocasiones, en las grutas en las que los mineros comían, ponían iluminación para simular hogueras y ambientaban con sonido de platos y cazuelas.

La pendiente para bajar a la zona nueva era considerable

La excursión se iba adentrando desde la parte vieja, que no estaba muy profunda, y en la que se podían ver vetas de cobre de un intenso azul, hasta la parte más reciente, para la que había que bajar otro buen puñado de metros, y en la que había maquinaria, trenes y otros artefactos.

veta de cobre (oxidado, claro)
escaleras a la parte nueva

En la parte vieja también se podía ver cómo había unas escaleras especiales para caballos, ya que los metían ¡¡¡hasta allí!!! para tirar de los carros llenos de cobre. Y en la parte nueva se podían ver cavernas mucho más grandes, agujeros mejor hechos, y un sistema mejor de bombeo de agua y aire. El frío era intenso y pegadizo, se metía hasta dentro. Ser minero tiene que ser algo muy jodido.

Finalmente la excursión, que no la mina, llegaba a una gran galería donde había ¡una iglesia! Sí! una iglesia en la que se había casado gente (mineros), con sus 10 filas de bancos de madera y su altar.

No se aprecia bien, pero ahí estaba! El altar y los bancos

Al volver hicimos unas cuantas fotos de rigor, y salir a la superficie fue agradable ya que la mina agobiaba bastante. No era un día de mucho calor, sin embargo parecía sofocante al salir de la mina. Qué héroes los mineros…

Después de salir visitamos otra mina más reciente, pero sólo los edificios exteriores, que estaban abandonados y daban un poco de mal rollo. Tras unas pocas fotos, seguimos nuestro viaje.

Parecía que había pasado el día, pero todavía nos quedaba un largo trayecto hasta Malvik, el pueblo donde tocaba dormir hoy, y en el que ya teníamos alojamiento asegurado. Malvik es una zona cercana a Trondheim, y como no íbamos a visitar la ciudad fuimos al pequeño pueblo, con gran acierto. El camping de Malvik, regentado por una viejecilla, era un camping enorme, con muchas parcelas, que casi parecía un campo de golf, con bunkers, lagos y pequeñas casitas blancas. Nuestra cabaña estaba muy bien situada, cerca de la playa, con buenos equipamientos y tele, fundamental por lo que habíamos podido ver recientemente.

Como habíamos llegado con tiempo y estábamos cerca de la playa, bajamos para que Karlstad se pudiera hacer sus ansiadas fotos con embarcadero.

ansiado embarcadero

Las fotos del embarcadero quedaron bien, así como la foto con el coche…

Pepino GTI

Aunque a Karlstad seguían sin convencerle, así que nos fuimos hacia el hogar de nuevo. De camino, vimos como todos los tejados se volvían rojos. Miramos atrás y nos encontramos con una puesta de sol imposible. El cielo estaba completamente rojo, ocupando todo el horizonte. Una sesión de fotos considerable vino a continuación.

Cuando terminó de anochecer nos fuimos a la cabaña donde cenamos mientras veíamos un nuevo peliculón, como ya venía siendo habitual en las noches noruegas.

Mañana paliza

2 comentarios sobre “Noruega, Capítulo 9: a Moria!

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