Nepal-Tibet. Capítulo 17: La marcha aciaga UPDATE: Pongo un par de fotos que he rescatado

Nepal-Tibet. Capítulo 17: La marcha aciaga UPDATE: Pongo un par de fotos que he rescatado

El día 17 amaneció gris, mal presagio; pero ni una bandada de mil cuervos desplomándose súbitamente y cubriendo el suelo pedregoso de Jomsom con una tétrica alfombra negra habría podido presagiar con suficiente nitidez la amargura del día que nos esperaba. Pronto, a las 6, recogimos todo y partimos cabizbajos hacia el aeródromo. Llovía. Las posibilidades de volar parecían muy escasas. Las esperanzas eran altísimas. Así pasamos a una sala de espera del aeródromo llena de franceses (un grupo joven) e indios. Muchos indios. Indios dando paseos. Indios durmiendo. Indios hablando a grito pelao por el movil. Indios viejos y jóvenes. En la antesala de nuestro vuelo a POkhara.

Aclarando la situación, en 3 días teníamos que estar en Katmandú, ya que la mañana del día 20 volaba nuestro avión de vuelta. La cuestión es que la conexión Jomsom-Pokhara sólo podía hacerse por avión, en teoría. Si nuestro avión no volaba hoy, tendríamos que esperar al día 18, y cruzar los dedos esperando que volara el 18. Después teníamos que tener un día de margen, que es lo que se tarda en volver desde Pokhara a Katmandú. Es decir, si el 18 no había avión tampoco, perdíamos el avión de vuelta a Bilbao. Parece increíble, pero no había más configuraciones posibles.  Queridos lectores, si algún día hacéis este trekking, no lo dejéis para el final del viaje, hacedlo al principio para tener días de margen.

Por los vientos, los aviones nunca vuelan por la tarde entre Jomsom y Pokhara, y por la mañana dependen totalmente del tiempo. El día 17, el tiempo no era bueno. Llovía y había niebla entre las montañas. Nuestro avión salía a las 7. No salió a las 7.

Constantemente nos decían que siguiéramos esperando. Las esperanzas se abrían junto con los claros en el cielo. Pero en Jomsom no había aviones, para que voláramos, alguien tenía que volar previamente de Pokhara a Jomsom.  Y así transcurrieron 5 horas de mañana en aquella habitación desde la que se veía, con absurdas esperanzas, la pista y el cielo. Rodeados de indios, franceses y un par de familias con críos. La mayoría bastante despreocupados, se podía decir (probablemente no tenían 48 horas para estar en katmandú).

Algo después de las 11, un hombre vino a decirnos que no iba a haber aviones. Que nos olvidáramos y volviéramos mañana. El horror. Qué demonios hacemos! Oficialmente sólo podíamos quedarnos. Extraoficialmente, había algo que hacer, por carretera, teniendo suerte. Cualquiera de los casos era jugársela, así que decidimos ir a lo más “seguro”: la carretera. Rápidamente llamamos a Dil Pahari para saber qué hacer, y nos recomendó fuertemente no volver por carretera, pero cuando le dijimos que estaba decidido, simplemente nos dijo “buena suerte”. Otro mal presagio.

Fuimos en primer lugar a la oficina de la compañía aérea para cancelar los billetes y que Dil nos devolviera el dinero. Así, como no nos lo habían devuelto en mano, no teníamos demasiado dinero en efectivo, y no había ningún sitio para cambiar. Fuimos a una lonja donde se compraban billetes de autobús (sí, autobús). Y nos explicaron en qué nos estábamos embarcando:

Teníamos que coger un autobús. Bajarnos. Hacer un pequeño trekking. Coger otro autobús. Bajarnos.  Hacer otro pequeño trekking. Coger un tercer autobús. Bajarnos, hacer otro trekking. Coger el cuarto bus. Hacer un trekking de hora y media. Buscarse la vida para encontrar un transporte. Llegar en ese transporte a Beni, donde había autobuses regulares a Pokhara. Había tantas variables aleatorias que podían hacer que todo saliera mal…

Recorrido infernal

Pero en fin, gastamos prácticamente todas nuestras rupias (no nos quedaban muchas y no había sitios para sacar dinero), y nos montamos en el primera autobús. Autobús es una palabra extremadamente generosa, incluso “autobús nepalí” era generoso para aquella tartana. Nos sentamos atrás del todo, ya que el autobús iba lleno con un grupo de alemanes y sus guías. Había un indio cuyo equipaje ocupaba un asiento entero. Junto a nosotros, una pareja de franceses, extremadamente parisinos. Iban hippis, sucios, y estaban en ese autobús, pero la tipa se estaba limando las uñas delicadamente (y no era una tipa delicada precisamente…). Poco después de arrancar, y empezar a andar por aquellos caminos de piedras, alguien comentó algo sobre las mochilas de los franceses, que estaban por el medio del pasillo. La francesa, que estaba atascada en la ventana y no podía salir cómodamente, ya que estábamos yo y mi mochila en medio, le pidió a uno de los guías que se la acercara. El guía, conocido a partir de ahora como “el maldito sudao”, le dijo con la mayor acritud posible: “si la quieres cógela tú”. Pero borde, con mala cara, e hijoputa.

Flipamos un poco con la actitud de los guías en general, y también con la de los alemanes, que les daba un poquito igual lo bordes y rancios que eran sus guías con nosotros. Después de una buena dosis de botes, malas caras, y cruzar un par de minipuentes a base de tablas de madera paralelas sobre un riachuelo, llegamos a nuestra primera parada. No había entendido muy bien lo de coger tres autobuses. Ahora lo entendía. Aquí no había puentes de verdad, sólo puentes Indiana Jones. Así que si había un río (y cómo son los ríos aquí, que bajan cargadísimos y bravos de los montes de 7000 metros), había que bajarse, cruzar el río y coger otro autobús que esperaba al otro lado. Nos soltaron en una explanada, y vimos como los guías de los alemanes iban corriendo a cruzar el río y a montar en el otro autobús, que ya esperaba. Cruzamos el río sobre un madero y cuando llegamos al bus, dentro estaban dos de los guías diciéndote dónde no podías sentarte. Básicamente, no podíamos usar más que 3 asientos. Además te decían que estaba reservado, y te miraban con cara de odio por si quiera intentar sentarte en la parte de delante. El maldito sudao ahí nos gritó que nos fuéramos atrás, que esos asientos no eran para nosotros. La verdad es que los ánimos no eran para discutir, porque encima el sudao era colega del driver, pero no tenía ninguna razón…

El segundo autobús se fue adentrando poco a poco en la selva nepalí. Dejamos atrás los desiertos pedregosos de por encima de 2500 metros y empezamos a atravesar la espesa vegetación y los barrizales más propios de otras altitudes.  No tardó demasiado en volver a parar para hacer el segundo transbordo. En esta ocasión, no era sólo cruzar un río. Tuvimos que andar un rato, bajar una pendiente por la que alguno de los alemanes rodó (eran un poco mayores), cruzar un río, y subir una pendiente similar al otro lado.

Allí esperaba el tercer bus, en el que los sudaos de mierda nos volvieron a hacer la misma jugada, pero en este caso conseguimos sentarnos un poco más adelante. Algo habíamos avanzado. En el tercer bus se subió gente adicional, a medida que parábamos en chabolas que había por el camino. Desde el tercer bus pudimos ver los primeros deslizamientos de tierra, que eran según todo el mundo había dicho, el gran peligro de las carreteras nepalís. En todo momento la carretera seguía junto a un río, aunque mucho más alta, de forma que si había un corrimiento que te empujara al río, o la palmabas ahogado o la palmabas del golpe.

Llegamos a nuestro último transbordo. Aquí no había que andar mucho, sólo cruzar un río, pero una vez estuvimos en el otro lado, intentando ganar a los sudaos, descubrimos que no había bus esperando. OMG! cualquier retraso era catastrófico. Así que nos sentamos y estuvimos esperando en medio de ninguna parte a que apareciera un bus, supuestamente. El indio que venía desde el principio se puso a practicar algo curioso. Lanzaba una piedra, que había elegido cuidadosamente antes, al aire, y con una segunda piedra intentaba dar a la primera, mientras ésta volaba. Parecía complicadísimo, pero el tío lo conseguía. Pensamos que, siendo indio, jugaría a cricket o algo, en la India, y tendría práctica con eso. No tardó en empezar a hablar con nosotros y hacernos descubrir que en realidad era americano, de Nueva Jersey, aunque de ascendencia india. Eso encajaba. A lo que jugaba este tipo era a baseball, por eso tenía ese callo tirando piedras y acertando (porque además las tiraba a tomar por saco).

Después de una larga espera, en la que algunos empezaron a perder la calma, apareció el bus. Los sudaos nos la volvieron a jugar, pero esta vez importaba menos, ya éramos un grupo majo, los dos franceses, nosotros dos y el indio. El cuarto bus fue más entretenido, aunque también tuvo sus incidentes. Después de pasar Ghasa (o quizá fue en Ghasa mismo), el bus paró en un puesto de policía en el que controlaban pasaportes y permisos de trekking. Los sudaos se bajaron rápidamente, y nosotros nos quedamos dentro, sin saber muy bien qué teníamos que hacer. Al final, Iñigorkha bajó con mi pase y mi pasaporte, para llevar ambos. No sé qué pasó, pero desde la ventana veía a Iñigorkha hablando acaloradamente con los guardias… Mientras, en el bus, el sudao, que ya había vuelto, me gritaba porque por nuestra culpa iban a salir tarde. Yo le ignoré y la francesa, que esperaba a su compañero, le dio alguna respuesta soez. Cuando Iñigorkha por fin volvió, el sudao de mierda le gritó también a él, por entretener a su querido grupo de alemanes. Los cuales en ningún momento se dignaron ni a mirarnos. A parte del indio americano, había un indio de verdad, que era bastante majete. Éste nos estuvo metiendo en la cabeza la idea de que si pagábamos lo suficiente a los jeeps en Titre, nos llevarían hasta Pokhara, y estaríamos a las 10 allí. Iñigorkha decía que era un flipao y que era imposible. Aunque yo estuve esperanzado, el tiempo dio la razón a Iñigorkha.

El bus nos dejó poco después de Ghasa. De ahí teníamos que andar hasta Titre, pueblo en el que supuestamente teníamos que conseguir un jeep. Había un camino a Titre, pero entendimos rápidamente por qué los buses no lo transitaban. Teníamos hora y media de trekking por delante, pero en menos de 5 minutos, la francesa, que iba con sandalias, pisó donde no debía y el barro le llegó hasta el muslo. La cantidad de barro y tramos con piedras laterales caídas sobre la carretera era tal que era impensable circular por esa zona. Ni con un big foot. Fuimos viendo como los alemanes con sus guías sudaos se iban alejando ya que iban bastante rápido, mientras que nosotros íbamos esperando a la francesa y sus sandalias (ya que su compañero, que aquí se vio que no era novio) pasaba en moto de ella, y al indio, que iba haciendo fotos.

Las vistas del minitrekking, cascadas, río, la única foto que tenemos.

La verdad es que este era, sin lugar a dudas, el paisaje más espectacular de todos los que vimos en las tres semanas. El río salvaje, cascadas que caían por encima nuestro de los laterales de la montaña, selva brutal… El indio estaba flipando. Nosotros también, pero había tres problemas: eran las 17.00 y aquí anochece a las 19.00, así que andábamos justitos; no sabíamos dónde carajo estábamos, no teníamos guías, y las únicas personas que conocían el terreno se alejaban; y estábamos de muy muy muy mal humor por todo lo que estaba pasando. Así que no hicimos fotos. Estábamos como para sacar la cámara…

Fue toda una sorpresa llegar a unas cabañas donde había unos tipos con jeeps a los 15 minutos. En cuanto llegamos, los sudaos ya estaban marchándose en varios de los jeeps que había.  Así que negociamos un jeep para Shyam (el indio), nosotros, y los franceses, que nos llevara hasta Titre, el “pueblo” en el que conseguiríamos transporte hasta Beni. Yo seguía pensando en lo que nos había dicho el otro indio, esperanzado en que llegaríamos a Pokhara esa misma noche.

Llegamos a Titre, que no estaba tan lejos y aquí vino el surrealismo. Titre no era un pueblo. Titre eran 3 chabolas en medio de la selva. Literalmente tres. Aparentemente había jeeps. Aquí nos habían dicho que teníamos que conseguir un transporte, en este putipueblo! Joder menuda suerte tuvimos de que hubiera si quiera personas! nos metimos en una de las chabolas a negociar con los lugareños. Negociación surrealista también: un tipo de no más de 16 años, con media camiseta quitada que tenía claros indicios de retraso mental (ése sería el driver), otro tipo, con una pinta de mafioso terrrrrrrible (camiseta blanca de tirantes sucia, pelo sucio, mirada lasciva y un mechón de pelo grotesquísimo en uno de sus brazos), que era el tipo que decidía el precio, y otro aparentemente normal. 3 chabolas, en mediode la selva, con 2 jeeps con los maleteros abiertos… eso era una maldita negociación de drogas en la selva de Colombia! Nosotros casi no teníamos dinero, y Shyam y los franceses, no iban hasta Beni, ya que tenían más días disponibles. Así que tuvimos que ratear como pudimos la pasta, y aceptar quedarnos en Tatopani, el sitio donde dormirían los franceses (la chica se llama Louise “pero llámame Luisa porque los españoles no sabéis pronunciar mi nombre y para que lo pronuncies mal, mejor no lo hagas”) y el indio. También compramos una bolsa de patatas y comimos por primera vez en todo el día. Shyam nos cambió algunos dólares por rupias, porque no teníamos para seguir.

El viaje de Titre a Tatopani fue un infierno. La carretera era un barrizal, y el jeep constantemente se quedaba atascado (el tipo con retraso mental jamás puso la reductora, en el fondo era un crack conduciendo). Siempre íbamos junto al río, pero con la caída brutal a nuestra izquierda, y la tierra a punto de caerse a nuestra derecha. En general daba bastante miedo, pero veíamos al tipo seguro.  De vez en cuando vadeábamos pequeños afluentes del río principal, lo cual daba más miedo, ya que solían bajar fuertes y el lecho eran rocas bastante resbaladizas (aquí el jeep perdía tracción sí o sí). Pero el momento de verdadero acojono fue cuando el jeep se atascó en un barrizal, y no salía. El tipo empezó a dar marcha atrás, pero el coche se giraba y estábamos cerquísima del borde. Yo, que estaba bastante acojonado, le dije al pavo que nos bajábamos y que hiciera las maniobras estilo gorila que quisiera, pero ni caso. No terminó ahí. Shyam, que estaba tranquilo en la ventana de la derecha, de repente empieza a decir “stop…. don’t fall.-… don’t fall…….. ” Miramos por la ventana, y un desprendimiento estaba empezando justo al lado nuestro! Las primeras rocas empezaron a caer, pero eso iba a ser mayor. El retarded driver lo vio y empezó a conducir mucho más gorilla-style, pero al final consiguió sacar el coche. Tras nosotros, como en las pelis de aventuras, pero mucho más acojonante, la pared cayó sobre la carretera. Libramos justísimo. Me han dicho que la francesa vio una sombra con forma de guadaña escabullirse entre la espesura.

Con indicentes similares, pero de menor importancia, conseguimos llegar a Tatopani. Esto sí que era más pueblo, tenía un hotel y unas fuentes termales que Shyam quería disfrutar por una noche. Nosotros íbamos a quedarnos aquí, pero la verdad es que era jugársela un poco. Al día siguiente llegaríamos a Beni, luego habría que buscar un bus a Pokhara, y luego arreglárselas para llegar a Pokhara a Katmandú. Pese a que el paisaje en Tatopani era sencillamente espectacular, y a que había unas termas, y un hotel, y a que si nos quedábamos haríamos todo el viaje con Shyam, que era un crack, decidimos probar suerte y decirles a los del Jeep que nos llevaran hasta Beni.

Justo cuando íbamos a negociar con el jeep, aparecieron los alemanes, en un bus (de dónde había salido eso y cómo había llegado hasta aquí??) y pararon. Les pedimos amablemente, ya que medio bus iba vacío, que nos dejaran ir con ellos hasta Beni, les pagábamos lo que costara. Y el jodido sudao, sin dejar hablar a los alemanes, nos dijo que ni de coña, que eso era un bus privado. Pero si tenéis sitio! Da igual, private bus, private bus… SARNOSOS

Así que nos vimos obligados a negociar con los tipos del jeep en unas condiciones totalmente desventajosas, ellos sabían que no teníamos nada y que teníamos que llegar. Finalmente, y con gran indignación de Iñigorkha, acabamos aceptando ir a Beni por 40 dólares. Sí, sí, 40 dólares! Esos tipos podrían tardar 3 ó 4 meses en ver 40 dólares americanos juntos… Pero no había mucho que decir, y gracias a Shyam, que negoció con ellos, ya que sabía algo del hindi que hablan en Nepal. Si no habría sido mucho más. Iñigorkha tiene una férrea política de no pagar por algo más de lo que vale, incluso cuando el sobreprecio es poco dinero para ti. Así, estuvo quejándose largamente durante el viaje, pero tras este viaje, y los que sucedieron los dos días siguientes, puedo aseguraros que se volvió completamente laxo con el cumplimiento de su política: ya todo daba igual, la cuestión era llegar a los sitios.

Los tipos del jeep (el retarded driver y el guía) eran aparentemente majetes, pero vimos que en el fondo eran gentuza, como toda la que nos habíamos encontrado por esta parte de Nepal. Hasta el punto de que en los 40 dólares, les pedí que incluyeran un par de botellas de agua, ya que no teníamos rupias, y me pusieron mala cara y les tuve que convencer! por dios! pero si tenían pasta para 2 meses!

Poco a poco fue cayendo la noche y el camino daba más miedo: no se veía nada, seguía habiendo barrizales, desprendimientos y vados resbaladizos, y el río no se veía, pero se oía corriendo salvaje a nuestro lado. La conducción fue en todo momento con las largas, ya que con las luces de cruce no veían bien, e hicimos varias paradas, una de ellas en una chabola donde uno de los tipos entró a coger un jersey… era su casa!

Sobre las 8 y media cruzamos un gran vado, bastante profundo y peligroso. Unos metros después de pasarlo, el jeep paró, y nos dijo el guía que iban a esperar a que pasara el bus de los alemanes, que iba por detrás nuestro (le habíamos adelantado en esa cutrecarretera, sí…), ya que igual tenía problemas para cruzar. A mí no me pareció bien que pararan por esos sarnosos, pero entiendo que conductores y guías del bus, eran sus amigos. Así que pararon, y nos dejaron solos en el jeep con las puertas abiertas y el motor en marcha. Al cabo de un buen rato aparecieron de nuevo: el bus no lo había conseguido. Había muerto tras cruzar el vado, y los alemanes estaban tirados.

Momento tensión, sin driver y solos en el jeep

Casi me parecía un motivo de alegría, pero los problemas no tardaron en llegar: los alemanes querían venir en nuestro jeep, y nuestros guías querían que vinieran con nosotros. 11 personas! Es decir, pretendían que fuéramos 15 personas en un jeep (era un jeep normal). Así que vinieron al jeep a llorarnos. Bueno, más bien lloraron a nuestros guías y les mandaron a donde nostros. Ni si quiera se dignaron a venir. Yo en principio me oponía frontalmente, pero cuando descubrí que con ellos iba el indio majete del principio que nos había vendido el humo de que a las 10 estábamos en Pokhara, ya me dieron un poco más de pena. Así que les dijimos, vale, venís pero pagáis 11/13 de lo que hemos pagado por el viaje, ya que hemos pagado una pasta y nos va a suponer ir superincómodos. Pues allí apareció el sudao y dijo que no, que ellos venían de gratis. Pero en plan mal, ni suplicar ni nada… o sea ni estando en esas condiciones el tipo estuvo correcto. De hecho, Iñigorkha se bajó del coche para intentar que aceptaran venir sin pagar nada del viaje hasta Beni pero poniendo lo que faltaba hasta Pokhara, y así ellos tenían jeep y nosotros no pagábamos más por ir a Pokhara. Pues cogió el sudao y con toda la mala hostia le dice que vuelva al coche, que ése es su sitio. Pero ¿con quién pensaban negociar, si a nosotros nos mandaban a tomar por saco? Los alemanes ni inmutarse, allí en su esquina. El indio vendehumos estaba hablando conmigo, intentando hacernos entrar en razón. Pero vamos a ver. Estos desgraciados nos han dado el viaje, no dejándonos coger asientos, insultándonos, diciéndonos que les estamos retrasando… Han cogido un bus, en el que sobraban sitios y no nos han dejado entrar porque era privado, cuando estábamos tirados en Tatopani. Y cuando se les jode, nos vienen, de malas, a pedir meterse 11 personas en un jeep, y que les salga gratis.

En fin, no creo que mucha gente hubiera sido solidaria. Así que nosotros, tras intentar negociarlo para sacar algún beneficio de ir tan apretados y no conseguir nada, les dejamos allí tirados. Claro que esto tuvo sus consecuencias, nuestro driver y nuestro guía, que eran colegas de los del bus, siguieron el viaje medio picados por nuestra supuesta insolidaridad.  Así, poco después pararon en un descampado, en el que había un bar, y dejándonos dentro, con una familia nepalí que habían recogido poco antes (los padres y tres críos), a los que iban a acercar a algún sitio, se pusieron a cenar, tranquilamente. Como había dicho antes, eran gentuza.

Para las 10 llegamos a Beni (maldito indio vendehumos, no habríamos llegado a Pokhara hasta las 3 de la mañana…). No sabíamos cómo era Beni, pero donde pararon tenía muy mala pinta. Antes de que el coche se parara del todo ya vino un tipo rápidamente a ofrecernos habitación. Iñigorkha no estaba nada de acuerdo con parar aquí. El primer sitio que vimos, que además estaba claramente compinchado con los tipos del coche, tenía pinta de arreglo entre ellos. Iñigorkha decía que era un timo y que nos llevaran al centro y nosotros buscaríamos un hotel, que tenía que haber más hoteles. Ellos decían que no había más, que era tarde (no tenía mucho sentido que los hoteles cerraran por la noche). Bueno menudo embolao que nos metieron. A mí, aun viendo el timo, me parecía que era algo, frente a ir al centro de este “pueblo” en el que no había luz, y buscar a ciegas un supuesto hotel mejor… Aunque cuando entramos en el hotel me arrepentí de no hacer caso a Iñigorkha y convencerle para quedarnos aquí, al ver el pueblo al día siguiente me sentí aliviado ya que cualquier otra opción habría sido mucho peor que pasar la noche en ese hotel.

El hotel era como el peor hotel de camioneros en una autopista que se puede encontrar en España, pero estando en Nepal, con lo que se multiplicaba su calidad por -10000.  Hotel cutre, con manchas en las paredes de las habitaciones, catres sucios y malolientes y ambiente grasiento. Sólo había camioneros. El tipo que estaba a cargo recordaba un poco a Torrente: gordo con un bigotillo, sudado y con aspecto obsceno en general. Dejamos cosas en la habitación, y bajamos a cenar algo. La cena fue absolutamente infame. Mientras nos comíamos aquel arroz en bandejas metálicas probablemente sucias, el dueño del hotel y nuestros driver y guía se sentaban al otro lado del comedor riéndose de nosotros y señalándonos.

Nos fuimos a la habitación, e intentamos dormir. No pasaron ni 20 minutos cuando alguien empezó a urgar en la puerta, intentando entrar. Momento acojono (al menos en mi caso). Pero qué coño! Le dije a Iñigorkha que si lo había oído. Me dijo que sí, y acto seguido se quedó dormido. Yo me hice un nudo con la cámara, pasaporte, cartera y demás a la mano, los agarré, por si me quedaba dormido. Finalmente no me quedé dormido. Hubo otros tres intentos de entrar en la habitación, a lo largo de la noche. Otra noche en vela, para mí peor que la de los mosquitos…  en aquélla tenía sueño, en ésta tenía miedo.

La prueba de fuego había pasado, pero todavía quedaban 2 días…

El día 17 supuso un antes y un después. Nos supuso tener, por primera vez y de verdad, la mirada de los mil metros. El día 17 miramos a la muerte a la cara y nos reímos de ella.

6 comentarios sobre “Nepal-Tibet. Capítulo 17: La marcha aciaga UPDATE: Pongo un par de fotos que he rescatado

  1. Joder… brutalllll…. ya no me acordaba de tantos detalles de ese dia… jajajaja… es verdad q nos reimos en la cara de la muerte…

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