Diario de un calabacín en Islandia – Día 9: Viaje al centro de Snæfellsnes

Diario de un calabacín en Islandia – Día 9: Viaje al centro de Snæfellsnes

La amanecida cayó por la mañana. Hoy teníamos que dejar Bíldudalur, una lástima, con sus buenas gentes, su estupenda situación geográfica, y su terma.

La bahía de Bildudalur, un enclave privilegiado
La bahía de Bildudalur, un enclave privilegiado

Íbamos al ferry que nos cruzaría a la península de Snæfellsnes. Si alguna vez queréis coger este ferry, reservadlo con antelación porque ya vimos gente quedarse en tierra. En cualquier caso, la mayoría de la gente hacía la ruta inversa. Al parecer, el recorrido estándar de la isla es en el sentido horario, como nos dijo Ander, aunque a nosotros nos dio la sensación en todo momento que recorrerla en sentido antihorario era lo más natural, y parecía que todo el mundo lo hacía así, yo creo que no.

El ferry también se llamaba Baldur.
El ferry también se llamaba Baldur.

En el ferry nos encontramos con toda la bandada de spanish pipol que había en el albergue de Bíldudalur, como era un viaje de tres horas, con escala en Flatey, nos dedicamos a intentar hacer fotos a una vieja que rondaba por allí, y a un viejo con una pipa, en plan lobo de mar, pero no salió nada decente

Creemos que esta señora escapó de Ceaucescu en el 81.
Creemos que esta señora escapó de Ceaucescu en el 81.

Uno de los coches que metieron en el coche no cabía demasiado bien (especificad siempre bien las dimensiones de vuestro coche) y tuvieron que meterlo a presión, pero iba con la parte de atrás colgando!!

Le pusieron un zanco de goma y unas cinchas para amarrarlo. Y carril.
Le pusieron un zanco de goma y unas cinchas para amarrarlo. Y carril.
-¿Qué día es hoy, Santa?   -Lunes...
-¿Qué día es hoy, Santa? -Lunes...

A mediodía llegamos a Stykkisholmur, donde iniciamos la ruta por la península. El gran checkpoint era el volcán Snæfells con el glaciar Snæfellsjökull, que es dónde comienza la historia de “Viaje al centro de la tierra” de Julio Verne.

Cumbre de Snaefells, cubierta por Snaefellsjokull
Cumbre de Snæfells, cubierta por Snæfellsjökull

Supuestamente aquí está la entrada. Allá fuimos, hacia nuestro enésimo volcán. Un poco de subida vertical después, llegamos a la zona más alta de la pista, con una niebla muy densa, y gran dificultad para avanzar.

Todo lo que se podía ver eran a penas 3 metros
Todo lo que se podía ver eran a penas 3 metros

En el momento en que vimos que no se podía subir más, aparcamos el coche entre la niebla, y nos aventuramos a lo alto de Snæfells.

El Jeep nos dió buenas fotos de revista
El Jeep nos dió buenas fotos de revista
Iñivegur, viejo montañero
Iñivegur, viejo montañero

No había pista, no había indicaciones, y había mucha niebla. Subimos un par de crestas, atravesamos un par de neveros, y llegamos a la base del glaciar.

En la base del glaciar, subida poco recomendada
En la base del glaciar, subida poco recomendada

Continuar arriba habría sido arriesgado por lo que nos dimos la vuelta, y bajamos entre la niebla, intentando distinguir el jeep en la distancia y no acabar en la otra punta.

Cuando llegamos, y encendimos el coche, apareció la luz del aceite en rojo. OMFG! En medio de ninguna parte, maldita sea! Tras unos momentos de tensión, de WTF de RTFM, arrancamos el coche y la luz se apagó. LOL! Probablemente, no pasaba nada y se había encendido todas las veces, pero como era la primera vez que la veíamos nos metió tensión en el cuerpo, y bajamos del volcán con extremo cuidado y sin revolucionar el coche, hasta la gasolinera más cercana, donde el gasolino nos lo miró y nos dijo que estaba todo ok.

Después de aquello, emprendimos el camino a Akranes, la que sería nuestra última parada antes de volver a la capital. Por el camino paramos en Skarðsvík, una tremenda playa rodeada de rocas negras, con arena dorada y aguas verdes, que parecía sacada de otras latitudes

Playita chachi, de aguas heladas.
Playita chachi, de aguas heladas.

Cómo no, Iñivegur tuvo que catar el agua

Iñivegur en las aguas gélidas de Islandia
Iñivegur en las aguas gélidas de Islandia

Al lado estaba la estructura más alta de Europa occidental, algo que no sabíamos, aunque podía intuirse porque era gigante. Una antena de 412 metros usada anteriormente para navegación y actualmente para las comunicaciones aéreas. Como no sabíamos lo que era, no hicimos fotos.

Después paramos en Djúpalónssandur, donde hay unas rocas de 23, 54, 100 y 154 kilos que, según cuentan, levantaban los marineros vikingos. Según cuál de ellas pudieran levantar podían ir a unos barcos, a otros o a ninguno.

La explicación de las piedras. Nosotros sólo pudimos con las dos primeras. Somos unas momias dentudas con brazos de nena raquítica.
La explicación de las piedras. Nosotros sólo pudimos con las dos primeras. Somos unas momias dentudas con brazos de nena raquítica.

Nosotros sólo pudimos con la de 54, y gracias… Aunque según su clasificación, ya somos aptos para ser marineros, pudiendo levantar esa roca.

Carlosstadir, como no bebió la cerveza El Grillo, no pudo con la roca.
Carlosstadir, como no bebió la cerveza El Grillo, no pudo con la roca. (en realidad estaba haciendo las fotos)

Junto a aquello había una playa de rolling stones, en la que pusimos a prueba nuestra puntería. También era un cementerio de viejos barcos, por lo que había restos de cascos oxidados por todas partes. Carlosstadir eligió un mástil que seguía erguido entre las rocas y allí se entretuvieron intentando acertarle. Por todo el camino en Islandia, absolutamente por todo el camino, por todas partes, había montoncitos como éste:

Piedras Zen, montón número 28.921
Piedras Zen, montón número 28.921

Estaban por todas partes, claro, en una playa de cantos rodados también. Nosotros hicimos alguno en los primeros días, pero eran mucho menos zen que éste, que podría formar parte de los wallpapers por defecto del MacOSX.

Después de aquello, continuamos hasta Akranes, probablemente la ciudad más fea de Islandia, industrial, cementera, con una gran chimenea en medio y enormes silos junto al mar (y mucho sitio en el albergue). No tenía ningún encanto, pero el albergue estaba decente. Por supuesto había cantidades ingentes de spanish pipol en él. El tipo del albergue era un crack de pestañas rubias que nos explicó que acababa de ser el festival del orgullo gay en Reykjavík, y que estaba todo “full of fags”, muy gentil el redneck.

Allí hicimos los que probablemente fueron los peores noodles y las peores salchichas de nuestra vida (al menos de la mía), y a dormir, con esa bomba en el estómago.

En próximos episodios

-Ponle pochocientos picogramos de epinefrina

-Pero qué dices!? le matará!

-Quién es el médico y quién es el maldito negro? Obedece, y a mí ponme una vicodinita!

-Seguro que no es lupus?

2 comentarios sobre “Diario de un calabacín en Islandia – Día 9: Viaje al centro de Snæfellsnes

  1. Ostia! He tenido un par de días muy movidos y ahora tengo que recuperar jejeje. Oye, te tengo que decir que la primera foto que has puesto, con el barquito y el reflejo, es de momento mi foto favorita! Ésa sí que la pondría yo sin problemas de wallpaper jejeje.

    Lo que no me ha quedado muy claro es si la censura a Iñivegur viene impuesta por él o ha sido un acto de compasión impulsado por la gelidez de las aguas jejeje. (sería risas que por “despiste” pusieses la foto real en el video xD…).

    Leyendo este post me ha dado la impresión de que el jeep, aparte de estar maloliente por el bañito fétido del otro día os iba a dar algún problemilla más :P…

    1. Pues a mí esa foto no me dice tanto, tiene colores un poco tristones… :D

      La censura fue compasion, pero en la foto original no se veia nada, simplemente se podia intuir algo, y era mejor no dar lugar a la imaginacion :D.

      el jeep era un k-pron…

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